El megapuerto de Chancay, al norte de Lima, ya está operando. Financiado mayoritariamente por la estatal china Cosco Shipping Ports, no es solo una nueva terminal. Es el punto de anclaje de un nuevo mapa comercial para Sudamérica. Su promesa es clara y potente: reducir el tiempo de transporte marítimo hacia Asia de 35 a 25 días. Para un exportador, diez días menos es una ventaja competitiva decisiva.
La presidenta de Perú, Dina Boluarte, fue explícita al inaugurarlo: invitó a los países vecinos a utilizarlo. Chancay aspira a ser el hub logístico del Pacífico Sur, canalizando no solo la carga peruana, sino también la de Brasil, Bolivia, Ecuador y Colombia. Proyecta aportar 4.500 millones de dólares anuales a la economía peruana y generar miles de empleos. Es una apuesta estratégica que busca capitalizar la geografía para atraer el comercio del continente.
Mientras tanto, en Chile, los proyectos de modernización portuaria, como el Puerto Exterior de San Antonio, avanzan con una lentitud que contrasta con la velocidad peruana. El debate sobre la "permisología" —el exceso de burocracia que frena la inversión—, señalado por gremios como el salmonero, deja de ser una discusión teórica. Ahora tiene un competidor real y operativo al otro lado de la frontera que no esperó.
La amenaza de Chancay no es un hecho aislado. Se inscribe en un patrón más amplio: la pérdida progresiva de la hegemonía chilena en sectores clave. En 2025, las proyecciones indican que Perú superará a Chile como el mayor exportador de frutas de Sudamérica. El crecimiento de las exportaciones agrícolas peruanas ha sido del 11% anual en la última década, casi el doble que el 6,1% de Chile. Productos como los arándanos y las paltas peruanas ya dominan mercados donde antes Chile era líder.
A esto se suma la noticia de que Chile dejó de ser considerado una potencia mundial en la producción de litio. La falta de una estrategia ágil para aumentar la producción y agregar valor ha permitido que otros actores tomen la delantera. Chancay, por lo tanto, no crea la crisis de competitividad chilena, pero sí la acelera y la hace innegable. Lo que se observa no es solo la construcción de un puerto, sino el resultado de dos modelos de desarrollo que avanzan a velocidades distintas.
El nuevo escenario fuerza a Chile a una encrucijada con dos caminos claros a mediano y largo plazo.
Escenario 1: Reacción y competencia. Chile asume el desafío. Acelera de forma decidida sus proyectos de infraestructura clave, como el Puerto Exterior y los corredores bioceánicos que conectan sus terminales con Argentina y Brasil. Se emprende una reforma profunda para simplificar la burocracia y agilizar la inversión pública y privada. En este futuro, Chile no compite con Chancay en volumen, sino en especialización, eficiencia y valor agregado, convirtiendo sus puertos en terminales boutique para carga de alto valor, como el hidrógeno verde y sus derivados, y consolidando nichos donde su calidad sigue siendo superior.
Escenario 2: Inacción y rol secundario. La parálisis política y la lentitud burocrática continúan. El Puerto Exterior se retrasa y los corredores bioceánicos no logran la tracción necesaria. Chancay captura con éxito una parte importante de la carga del centro de Sudamérica. Los puertos de Valparaíso y San Antonio pierden relevancia regional y se reorientan a servir principalmente al mercado interno. En este futuro, Chile se convierte en un actor logístico secundario, dependiente de un eje comercial cuyo centro de gravedad se ha movido definitivamente al norte.
La estrategia detrás de Chancay es global. Ma Lei, un alto ejecutivo de la automotriz china Dongfeng, lo resumió en una frase: "Trump puede cerrar la puerta de EE.UU., pero China siempre abre la puerta". El megapuerto es una de esas puertas. Es un pilar de la Iniciativa de la Franja y la Ruta en Sudamérica, asegurando para China un flujo de entrada para sus productos manufacturados y una salida eficiente para las materias primas que necesita.
Esta movida no pasa desapercibida para Estados Unidos, que ve con preocupación el avance de la influencia china en la región. Para Chile y el resto de los países sudamericanos, esto implica navegar en un escenario geopolítico cada vez más complejo, donde las decisiones de infraestructura están atadas a lealtades y tensiones entre las dos mayores potencias mundiales.
La inauguración de Chancay no es una noticia sobre Perú. Es una noticia sobre el futuro de Chile. El desafío no es el concreto y el acero del nuevo puerto, sino la capacidad de respuesta de un país que durante décadas dio por sentada su ventaja en el Pacífico. La urgencia ya no es debatir, sino actuar.
2025-06-04