Chile redibuja su mapa de la pobreza: La cifra que saltó de 6,5% a 22,3% y fracturó el relato del éxito nacional

Chile redibuja su mapa de la pobreza: La cifra que saltó de 6,5% a 22,3% y fracturó el relato del éxito nacional
2025-08-02
  • Un cambio técnico en la medición, no un aumento súbito, revela que más de 4 millones de chilenos viven en condiciones de pobreza bajo nuevos estándares.
  • El debate trasciende los números: choca la visión del crecimiento económico como única solución contra la necesidad de medir nuevas formas de exclusión como los cuidados, la vivienda y la conectividad.
  • La nueva cifra impone un dilema fiscal y político: ¿cómo abordar una pobreza tres veces mayor con recursos limitados y en un escenario pre-electoral?

1. El número que sacudió el tablero

Hace poco más de dos meses, un dato remeció la conversación pública en Chile: la pobreza ya no afectaría al 6,5% de la población, como indicaba la última encuesta Casen de 2022, sino al 22,3%. La cifra, surgida del informe de la Comisión Asesora Presidencial para la Actualización de la Medición de la Pobreza, no reflejaba un empobrecimiento repentino del país, sino algo más profundo: un cambio de óptica. Chile se miraba en un espejo distinto, uno que le devolvía una imagen más cruda y compleja de sí mismo.

La comisión, convocada a fines de 2023 y liderada por el economista Osvaldo Larrañaga, trabajó durante 19 meses para proponer una metodología que respondiera a una pregunta fundamental: ¿qué significa ser pobre en el Chile de hoy? La respuesta implicó dejar atrás un modelo centrado casi exclusivamente en los ingresos y el costo de una canasta básica de calorías.

2. ¿Qué cambió? La anatomía de una nueva pobreza

El salto del 6,5% al 22,3% se explica por ajustes metodológicos que buscan capturar carencias que el antiguo sistema ignoraba. Los cambios más significativos son:

  • De calorías a nutrición: La nueva canasta básica no solo mide el acceso a calorías, sino a una alimentación saludable, restringiendo el peso de los alimentos ultraprocesados. Reconoce que no da lo mismo con qué se sacia el hambre.
  • El fin del "alquiler imputado": Se eliminó el concepto de "alquiler imputado", un artificio estadístico que consideraba como ingreso el beneficio de ser propietario de una vivienda, aunque no se recibiera dinero por ello. Este cambio sinceró la situación de miles de hogares que, sin ingresos monetarios, no eran considerados pobres.
  • Las nuevas dimensiones de la exclusión: La medición multidimensional se amplió para incluir factores críticos del bienestar actual: aprendizaje escolar, dependencia y cuidados (visibilizando a quienes no trabajan por cuidar a otros), asequibilidad de la vivienda (considerando pobre a quien gasta más del 30% de sus ingresos en arriendo o dividendo) y conectividad digital.

Este nuevo enfoque no es solo técnico; es una declaración política sobre qué mínimos debe garantizar una sociedad a sus ciudadanos para una vida digna.

3. El espejo político: Dos Chiles en disputa

El nuevo número ha servido como catalizador de un debate que expone las fracturas ideológicas del país. Lejos de generar consenso, ha intensificado la pugna entre distintas visiones sobre el desarrollo.

Por un lado, voces como la del exministro Hernán Larraín interpretan la cifra como una consecuencia directa del estancamiento económico. Desde esta perspectiva, la discusión metodológica es secundaria frente al dato duro que, según un estudio del CEP, atribuye el 91,9% de la reducción de la pobreza entre 1990 y 2017 al crecimiento económico. Para este sector, la solución radica en políticas pro-mercado y en destrabar la inversión, criticando un enfoque gubernamental que, a su juicio, prioriza la regulación y la redistribución por sobre la creación de riqueza.

En la vereda opuesta, analistas como el sociólogo Juan Pardo sostienen que el crecimiento por sí solo ya no es suficiente. La nueva cifra revela una "pobreza estadísticamente oculta" que va más allá de lo monetario. Ser pobre hoy, argumenta, es también una experiencia de exclusión simbólica y relacional: vivir en entornos inseguros, sin acceso a servicios de calidad o a conectividad, lo que genera un profundo sentimiento de no pertenencia. Desde esta óptica, el problema no es solo la falta de dinero, sino la incapacidad de participar plenamente en la sociedad.

A este debate se suma una dosis de realismo fiscal. La economista Claudia Martínez, directora del Instituto de Economía de la UC, advierte que "con una situación fiscal tan deficitaria, no se puede superar la pobreza con más transferencias del Estado". Si un cuarto de la población es ahora considerada pobre, la estrategia no puede depender únicamente de subsidios. La generación de empleos de calidad, especialmente para las mujeres, se vuelve un imperativo ineludible.

4. La urgencia desde la sociedad civil

Para organizaciones como Desafío Levantemos Chile, cuyo presidente Nicolás Birrell afirma que "la realidad nos pasó por encima mientras perdíamos el tiempo en discusiones estériles", la nueva cifra no es una sorpresa, sino la confirmación de lo que ven en terreno a diario. Desde la sociedad civil, el llamado es a la acción y a superar la parálisis de la polarización política, articulando esfuerzos entre el Estado, el sector privado y las comunidades.

5. Una conversación incómoda pero impostergable

El informe de la comisión de expertos aún no se traduce en una política oficial, pero ya logró su cometido más importante: instalar una conversación nacional sobre qué tipo de país es Chile y cuál aspira a ser. La nueva medición ha roto el espejo del "éxito" basado en promedios macroeconómicos para mostrar un rostro con más cicatrices, donde la precariedad tiene múltiples formas.

El debate está lejos de cerrarse. Ha evolucionado de una discusión técnica a una profunda disputa política sobre el modelo de desarrollo. La pregunta que queda flotando, y que sin duda marcará el próximo ciclo electoral, ya no es solo cómo reducir la pobreza, sino, primero, cómo acordar qué es.

El tema aborda un debate fundamental sobre cómo una nación mide su éxito y fracaso, trascendiendo el indicador económico para tocar la justicia social, el diseño de políticas públicas y la identidad nacional. La propuesta de una nueva metodología de medición ofrece un evento maduro para analizar sus repercusiones políticas y sociales, revelando cómo una discusión técnica es, en realidad, profundamente política y con consecuencias tangibles para millones. La historia presenta una clara evolución narrativa: la insuficiencia del modelo actual, la emergencia de una nueva propuesta y el debate subsecuente sobre sus implicaciones.