Ha pasado más de un mes desde que Jeannette Jara (PC) se impuso con una contundente victoria en las primarias del oficialismo el 29 de junio, un resultado que, lejos de cerrar el debate, reconfiguró por completo el escenario presidencial. El triunfo histórico del Partido Comunista no solo dejó una candidata única para la izquierda, sino que también generó un efecto colateral de gran magnitud: dejó huérfano al centro político y desató una disputa abierta y estratégica por un electorado moderado que hoy se siente sin representación clara.
La derrota de Carolina Tohá (PPD), la carta del Socialismo Democrático, no fue solo una caída personal; fue la constatación de que el eje tradicional de la centroizquierda, heredero de la Concertación, había perdido la hegemonía. Este sismo político abrió una grieta que Evelyn Matthei (UDI), desde la vereda opuesta, se apresuró a intentar capitalizar, mientras la Democracia Cristiana (DC) y otros sectores moderados entraban en un profundo dilema existencial.
La campaña de Evelyn Matthei interpretó rápidamente el nuevo escenario. Con una candidata del Partido Comunista como principal adversaria, la estrategia viró hacia la captura del centro y la centroizquierda desencantada. El primer movimiento fue el respaldo institucional de Amarillos por Chile, el partido formado por exmilitantes de la Concertación, una decisión que, aunque dolorosa y con costos internos —como la renuncia de figuras emblemáticas como Soledad Alvear y Jorge Burgos—, marcó un punto de inflexión.
El apoyo no fue solo simbólico. En las semanas siguientes, se concretó el paulatino aterrizaje de figuras con un fuerte pasado en gobiernos de la Concertación en los equipos de Matthei. Nombres como René Cortázar, exministro de Aylwin y Bachelet, e Isidro Solís, exministro de Justicia, comenzaron a colaborar activamente. Juan Luis Ossa, coordinador programático de la candidata, lo explicitó sin rodeos: “Hay que hablarle al centro, incluso a la centroizquierda que está desencantada”.
Esta estrategia se complementa con la presión que ejerce desde la derecha más dura José Antonio Kast, quien acusa a Chile Vamos de haber “resaltado la figura” de Jara al negociar con ella como ministra. Este doble frente obliga a Matthei a un delicado equilibrio: moderar su discurso para atraer al centro sin ceder demasiado terreno en su propio flanco.
Para Jeannette Jara y el Partido Comunista, la victoria trajo consigo un desafío inmediato: ¿cómo construir una mayoría nacional desde una identidad política que históricamente ha generado anticuerpos en sectores moderados? Su campaña post-primaria ha sido un ejercicio de equilibrio.
Por un lado, ha buscado dar señales de apertura y diálogo, como la reunión agendada con la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC) para inicios de agosto, un gesto para calmar las aprensiones del mundo empresarial. Su equipo, liderado por figuras como Bárbara Figueroa, insiste en la necesidad de un diálogo social amplio.
Por otro lado, enfrenta la tensión interna. El presidente del PC, Lautaro Carmona, ha mantenido una línea más dura, reafirmando posturas sobre política internacional que contrastan con el tono moderado que la candidata intenta proyectar. La propia Jara ha debido matizar su pasado, calificando como una “tontera” haber usado la polera del “perro matapacos”. El dilema es claro: ampliar la base de apoyo sin traicionar a su núcleo duro.
El sector más damnificado por el resultado de la primaria fue, sin duda, la centroizquierda tradicional. La Democracia Cristiana, que había llamado a sus simpatizantes a votar por Tohá, se encontró en una posición imposible. Su presidente, Alberto Undurraga, sentenció que el partido “no puede apoyar una candidatura del PC”, abriendo una crisis de final incierto. La declaración del exministro Jorge Burgos, una figura histórica de la Concertación, de que en una eventual segunda vuelta entre Jara y Matthei votaría por la candidata de la UDI, es el síntoma más claro de la profunda fractura ideológica.
Mientras tanto, los partidos del Socialismo Democrático (PS, PPD, PR) se han cuadrado formalmente con Jara, pero el apoyo es tenso y no exento de críticas soterradas. La derrota de Tohá y el ascenso del PC han dejado al bloque en una posición de subordinación inédita, cuestionando su rol y futuro en la alianza.
Dos meses después de la primaria, el panorama presidencial es otro. La elección ya no se perfila como un enfrentamiento clásico entre dos bloques cohesionados, sino como una competencia por un centro de gravedad político que se ha desplazado y fragmentado. La pregunta que definirá los próximos meses es quién logrará seducir a ese votante moderado, hoy huérfano y expectante. ¿Podrá Jeannette Jara convencer de que su proyecto es más amplio que la hoz y el martillo, o será Evelyn Matthei quien logre construir un nuevo pacto de gobernabilidad desde el centro, absorbiendo a los herederos de una Concertación que parece haber llegado a su fin? La disputa está en pleno desarrollo.