A fines de julio de 2025, la industria del cobre chileno y el gobierno respiraron aliviados. La amenaza de un arancel del 50% a las importaciones de cobre por parte de Estados Unidos, anunciada semanas antes por el presidente Donald Trump, se materializó de una forma inesperada: los cátodos de cobre, el principal producto que Chile exporta a ese mercado, quedaron excluidos. Hoy, a más de 60 días del clímax de la tensión, el episodio se revela no como una simple victoria diplomática, sino como una compleja partida de ajedrez jugada en dos tableros paralelos: uno público y cauteloso, liderado por La Moneda; otro privado y estratégico, ejecutado por actores corporativos lejos de los focos mediáticos.
La historia de cómo se desactivó esta amenaza ofrece una lección sobre la resiliencia económica de Chile y la creciente sofisticación de sus actores en el escenario global.
El 9 de julio, el anuncio de Trump cayó como una bomba. La reacción inicial fue de incertidumbre. El mercado financiero acusó el golpe y el precio del metal se volvió volátil. La respuesta del gobierno chileno, encabezado por el presidente Gabriel Boric, fue de extrema cautela. "En diplomacia no se hace política por redes sociales, sino que mediante comunicaciones oficiales", declaró el mandatario, mientras el canciller Alberto Van Klaveren afirmaba que se esperaba una notificación formal para reaccionar.
Esta postura, si bien diplomáticamente correcta, contrastaba con la inquietud que se instalaba en la industria. Máximo Pacheco, presidente del directorio de la estatal Codelco, reconoció que sus clientes en Estados Unidos sentían "cierta ansiedad". Codelco, como principal proveedor de cátodos a EE.UU., era uno de los actores más expuestos. La estrategia oficial se centró en un diálogo interministerial y en esperar los detalles de una medida que, en su formulación inicial, parecía un golpe directo a la principal viga de la economía chilena.
Mientras el discurso público se movía entre la prudencia y la preocupación, Antofagasta Minerals (AMSA), brazo minero del grupo Luksic, proyectaba una calma estudiada. Su presidente ejecutivo, Iván Arriagada, minimizó el impacto potencial, recordando que Estados Unidos representa menos del 10% de la demanda mundial de cobre y que los fundamentos del mercado a largo plazo seguían siendo sólidos. "Nosotros efectivamente vendemos cobre a muchos países (...) esas son fortalezas que permiten enfrentar la volatilidad a corto plazo", señaló Arriagada a mediados de julio.
Pero detrás de esta confianza pública se movía una estrategia mucho más proactiva. La clave no estaba solo en la diversificación de mercados, sino en una diplomacia corporativa que operaba directamente en los centros de poder de Washington. Esta gestión, invisible para la opinión pública chilena, resultó ser fundamental.
El protagonista inesperado de este segundo acto fue Juan Ignacio Díaz, un abogado chileno que preside la International Copper Association (ICA), la principal organización mundial de la industria. Meses antes del anuncio de Trump, en abril, Díaz ya había sostenido una reunión de dos horas en la Casa Blanca con David Copley, la máxima autoridad minera del gobierno estadounidense. En esa instancia, Díaz y la ICA argumentaron con datos técnicos que un arancel sobre el cobre refinado (cátodos) sería contraproducente para la propia economía estadounidense, encareciendo insumos clave para su industria de defensa, tecnología y transición energética. El mensaje era claro: Chile no era una amenaza, sino un socio comercial confiable y necesario.
El 31 de julio, la orden ejecutiva de Trump confirmó que los aranceles se aplicarían a productos semielaborados como cables y tuberías, pero eximía a los cátodos. La estrategia de doble vía había funcionado. El gobierno chileno, a través del ministro de Hacienda Mario Marcel, celebró el resultado como fruto de un "esfuerzo persistente y coordinado" y una "alianza público-privada". Por su parte, Iván Arriagada, de AMSA, destacó que la decisión reforzaba a Chile como un "socio comercial confiable".
El episodio, ya decantado, deja varias lecciones:
El tema arancelario con Estados Unidos no está completamente cerrado y las negociaciones continúan en un plano más general. Sin embargo, la crisis del cobre de julio de 2025 ya se ha convertido en un caso de estudio sobre cómo una economía abierta y dependiente de las materias primas puede navegar con éxito las turbulentas aguas del neoproteccionismo, demostrando que, a veces, las conversaciones más importantes son las que ocurren lejos de las cámaras.