A poco más de 100 días de la investidura de Donald Trump para su segundo mandato, el vértigo inicial de sus decisiones ha comenzado a decantar, permitiendo un primer análisis de sus consecuencias visibles. Lejos del ciclo noticioso inmediato, hoy es posible observar cómo la ráfaga de decretos y cambios de rumbo no fueron actos aislados, sino las piezas fundacionales de una agenda de disrupción calculada. Desde Washington, se ha proyectado una onda expansiva que ha remecido desde los mercados financieros globales hasta las dinámicas sociales en las principales ciudades estadounidenses, instalando un debate profundo sobre la naturaleza y el futuro del liderazgo de Estados Unidos en el mundo.
La estrategia de la Casa Blanca se ha desplegado en tres frentes simultáneos, ejecutados con una velocidad sin precedentes.
1. El Rediseño del Orden Global: La administración Trump inició su gestión con una revisión drástica de los compromisos internacionales. El anuncio del retiro de la Organización Mundial de la Salud (OMS), del Acuerdo de París y del Consejo de Derechos Humanos de la ONU marcó un punto de inflexión. Este distanciamiento del multilateralismo se materializó de forma aún más contundente con el llamado "Liberation Day" el 2 de abril, cuando se anunció una imposición masiva de aranceles a más de 180 países. Aunque se decretó una "pausa" de 90 días, la medida fracturó la confianza de sus socios comerciales y provocó una dura respuesta de potencias como China, que endureció su postura en lugar de ceder a la presión. La histórica alianza transatlántica con Europa quedó igualmente hipotecada, consolidando un giro aislacionista que redefine el mapa geopolítico post-Guerra Fría.
2. La Frontera y la Identidad Nacional: En el plano doméstico, la política migratoria se convirtió en el eje de la acción gubernamental. El 9 de junio entró en vigor una prohibición total de viaje para ciudadanos de 12 países y restricciones para otros siete, justificada por la administración como una medida de seguridad nacional. Paralelamente, se ordenó una intensificación de las redadas y deportaciones, con un foco explícito en las llamadas "ciudades santuario" como Nueva York y Los Ángeles. Estas acciones, sumadas a gestos simbólicos como la orden de reabrir la prisión de Alcatraz, buscan proyectar una imagen de "ley y orden", pero han desatado masivas protestas y un profundo debate sobre los derechos civiles y el federalismo. La tensión es palpable, no solo en las calles, sino también en sectores económicos clave como la agricultura y la construcción, que han advertido sobre el impacto de la pérdida de mano de obra migrante.
3. La "Nueva Era Dorada" Económica: El clímax de estos primeros meses llegó el 4 de julio con la promulgación de la mega reforma fiscal, bautizada por el propio Trump como la "One Big Beautiful Bill". Aprobada por un margen estrecho en el Congreso, la ley representa el cambio tributario más significativo en décadas. Introduce recortes permanentes de impuestos para las corporaciones, eleva la exención del impuesto a la herencia beneficiando a los grandes patrimonios y mantiene ventajas fiscales para sectores como los combustibles fósiles y el capital privado. Sin embargo, su financiamiento proviene, en parte, de recortes a programas sociales como Medicaid y los cupones de alimentos, y de la eliminación de incentivos a las energías renovables. El resultado es una reestructuración económica que, según sus defensores, liberará el potencial productivo del país, pero que sus críticos denuncian como una masiva transferencia de riqueza que agravará la desigualdad y el déficit fiscal.
Las acciones de la administración han generado un campo de visiones irreconciliables:
Transcurridos los primeros meses, el gobierno de Trump ha logrado instalar su agenda de forma contundente, pero los resultados prometidos aún son inciertos y las consecuencias negativas ya son visibles. La "pausa" arancelaria es un compás de espera tenso que podría desembocar en una crisis comercial global. La reforma fiscal acaba de iniciar su implementación, y su impacto real sobre el crecimiento y la desigualdad tardará en medirse. Mientras tanto, la polarización social y el aislamiento internacional se han profundizado. Los primeros 100 días no han cerrado debates; por el contrario, han abierto una serie de interrogantes críticos cuyo desenlace definirá no solo el futuro de Estados Unidos, sino también el del equilibrio mundial.