El asesinato de José Reyes Ossa, conocido como el "Rey de Meiggs", fue más que un homicidio por encargo. Fue el punto de quiebre que desmanteló un ecosistema de poder fáctico en el corazón comercial de Santiago. Su muerte, presuntamente orquestada por un socio cercano, no solo expuso la brutalidad latente en las economías informales, sino que dejó un trono vacante. Hoy, ese vacío se disputa abiertamente entre dos fuerzas: el Estado, que intenta imponer un orden formal, y nuevas facciones criminales que ven una oportunidad para tomar el control.
Bajo el mandato de Reyes Ossa, Meiggs operaba bajo una suerte de pax mafiosa. Era un sistema predecible, aunque ilegal. Los comerciantes, formales e informales, pagaban cuotas que garantizaban seguridad y el derecho a operar. Era un gobierno paralelo basado en códigos no escritos y lealtades personales. La investigación del asesinato reveló la fragilidad de este modelo. El uso de sicarios y la traición de un allegado, Wilson Verdugo, marcaron la transición de una violencia contenida a una de tipo impersonal y transnacional. El viejo pacto de confianza se rompió.
La respuesta del Estado fue inmediata y simbólica. El operativo municipal para retirar los "toldos azules" no fue solo una medida de ordenamiento urbano; fue una declaración de soberanía. El objetivo era claro: desmantelar la infraestructura física del antiguo régimen y demostrar que el control del espacio público pertenece a la autoridad formal.
Sin embargo, la resistencia no tardó en aparecer. Los ataques con artefactos incendiarios durante las primeras noches del operativo son una señal inequívoca. No provienen de un actor único, sino probablemente de grupos fragmentados que se resisten a perder su fuente de ingresos y poder. Esta es la dinámica actual: una confrontación directa entre la fuerza estatal y una insurgencia difusa y anónima que lucha por mantener el statu quo informal.
La trayectoria futura del barrio no está definida. Dependerá de la capacidad del Estado para sostener su intervención y de la reconfiguración de las fuerzas criminales. Se pueden proyectar tres escenarios principales a mediano plazo (1 a 3 años).
Escenario 1: La Formalización Exitosa.
El Estado logra mantener el control. La presencia policial y municipal se vuelve permanente. El comercio se regula, se establecen permisos formales y se mejora la seguridad. Meiggs se transforma en un polo comercial más ordenado y seguro.
Escenario 2: La Fragmentación Violenta.
La intervención estatal es temporal o insuficiente. El vacío de poder es llenado no por un solo líder, sino por múltiples facciones criminales que se disputan el control calle por calle. La extorsión y la violencia se vuelven herramientas cotidianas para delimitar territorios.
Escenario 3: El Equilibrio Híbrido.
Ninguna de las dos fuerzas logra una victoria total. Emerge un nuevo orden clandestino, más sofisticado y discreto que el anterior. Un nuevo líder o una coalición de actores logra controlar el comercio informal, pero opera bajo una fachada de legalidad, estableciendo pactos de corrupción con autoridades de bajo nivel para garantizar una coexistencia pacífica.
La muerte del "Rey de Meiggs" no eliminó el poder informal, solo lo transformó. La pregunta clave para el futuro de Santiago no es si el barrio tendrá un orden, sino qué tipo de orden prevalecerá. El resultado será un termómetro de la capacidad del Estado para gobernar sus zonas grises y enfrentar las nuevas formas del crimen organizado.