Mario Vargas Llosa: El Legado en Disputa del Último Intelectual Público

Mario Vargas Llosa: El Legado en Disputa del Último Intelectual Público
2025-07-09

- Su fallecimiento reabre el debate sobre su doble identidad: gigante literario y controvertido actor político.

- Celebrado como un defensor de la democracia liberal, sus pragmáticas alianzas políticas generaron profundas contradicciones.

- En Chile, su figura es invocada en el debate actual, demostrando la vigencia de su pensamiento como una vara para medir la coherencia democrática.

A más de un mes de su fallecimiento en Lima, la figura de Mario Vargas Llosa, el último de los grandes intelectuales públicos de América Latina, lejos de asentarse en el panteón de los consensos, se ha convertido en un campo de batalla interpretativo. Su muerte no cerró el debate sobre su legado; por el contrario, lo intensificó, dejando al descubierto la tensión irresoluble entre el escritor monumental que radiografió las patologías del poder y el actor político cuyas decisiones pragmáticas a menudo desconcertaron a admiradores y detractores por igual.

El Arquitecto de Novelas y la Deconstrucción del Poder

No hay discusión sobre su estatura literaria. Desde la publicación de "La ciudad y los perros" en 1963, que lo catapultó como una de las piezas centrales del Boom Latinoamericano, Vargas Llosa demostró una maestría técnica y una ambición totalizante. Obras como "Conversación en La Catedral", con su demoledora pregunta sobre en qué momento se jodió el Perú, o "La guerra del fin del mundo", una épica sobre el fanatismo, se convirtieron en herramientas para comprender los males endémicos del continente: la corrupción, el autoritarismo y las utopías sangrientas. Su Nobel de Literatura en 2010 fue la consagración de una obra que, como él mismo defendía, nacía de la insurrección permanente contra las insuficiencias de la realidad.

Su pluma no solo construía ficciones; diseccionaba la realidad. Desde su fascinación juvenil con Jean-Paul Sartre hasta su posterior conversión al liberalismo de la mano de pensadores como Isaiah Berlin y Karl Popper, su trayectoria intelectual fue un reflejo de las convulsiones ideológicas del siglo XX. El "Caso Padilla" en 1971 marcó su ruptura definitiva con la izquierda autoritaria y la Revolución Cubana, un quiebre que lo definiría por el resto de su vida y lo posicionaría como un acérrimo defensor de la democracia liberal.

La Arena Política: Entre la Coherencia y la Contradicción

Esta defensa de la libertad lo llevó a la arena política. Su campaña presidencial de 1990 en Perú, que perdió frente a Alberto Fujimori, fue una experiencia traumática que, sin embargo, consolidó su rol como un influyente polemista. Desde entonces, se erigió como una voz crítica contra todas las dictaduras, sin importar su signo político. Como recuerda el político chileno Gonzalo Blumel, Vargas Llosa fue "un demócrata de tomo y lomo", para quien "no hay dictaduras buenas o menos malas, porque el precio que se paga es intolerable".

Sin embargo, es en este punto donde su legado se vuelve más complejo y disputado. Críticos y hasta admiradores, como la periodista Pierina Pighi Bel, recuerdan con incomodidad sus controvertidos apoyos políticos. El escritor Jaime Bayly, en un relato de su turbulenta amistad, detalla cómo Vargas Llosa respaldó a candidatos presidenciales en Perú como Alejandro Toledo y Ollanta Humala, quienes terminaron procesados por corrupción. El punto más álgido de esta disonancia fue su apoyo en 2021 a Keiko Fujimori, la hija del autócrata que él mismo había combatido ferozmente. Para muchos, esta decisión fue una traición a sus propios principios, justificada por él como un mal menor frente a la izquierda radical.

Esta aparente contradicción ha encontrado un eco particular en el debate chileno post-fallecimiento. Un editorial del diario La Tercera contrapone la figura de Vargas Llosa, el liberal que condenó sin matices el régimen de Pinochet, con lo que denomina la "derecha cavernaria" chilena. El artículo utiliza las propias palabras del Nobel —"No, las dictaduras son todas malas"— para cuestionar a figuras políticas locales que justifican el golpe de 1973. Este uso de su legado demuestra su sorprendente vigencia: Vargas Llosa se ha convertido en una vara con la que se mide la solidez de las convicciones democráticas en la región, incluso después de su muerte.

Un Legado Abierto

Mario Vargas Llosa vivió y escribió en la tensión. Su obra es un mapa de las ciudades que lo habitaron —esa Lima caótica y amada, el París soñado— y de las contradicciones de un continente que nunca dejó de interpelar. Su familia cumplió su deseo de una despedida íntima, sin ceremonias públicas, pero su legado es inevitablemente público y polémico.

La pregunta sobre quién prevalecerá —el novelista que nos enseñó a desconfiar del poder o el político que a veces pareció legitimarlo con sus alianzas— sigue abierta. Quizás, la respuesta definitiva no exista. Su vida y obra, en su conjunto, funcionan como una de sus complejas novelas: un poliedro de voces y perspectivas que obliga al lector a una reflexión crítica, a confrontar las verdades incómodas y a aceptar que los héroes, incluso los literarios, están hechos de luces y de profundas sombras.

El fallecimiento de una figura de talla mundial permite, con la distancia temporal adecuada, analizar de manera integral su complejo legado. La historia ha evolucionado desde el obituario inicial hacia un debate profundo sobre la relación entre su genialidad literaria y sus controvertidas posturas políticas, ofreciendo múltiples ángulos de análisis y reflejando un cambio en la narrativa pública. Se dispone de suficientes fuentes y perspectivas para construir un retrato completo y matizado, explorando las tensiones y contradicciones que definieron su vida y obra.