El edificio corporativo de Telefónica no es solo una torre de 32 pisos en la frontera de Providencia con Santiago. Es un monumento de hormigón y cristal a una idea del siglo XX: que el poder corporativo se mide en metros cuadrados y se exhibe en el corazón de la ciudad. Ahora, ese monumento está en venta. La decisión, retomada tras una pausa de seis años marcada por el estallido social y la pandemia, no responde únicamente a las pérdidas financieras de la compañía. Es la señal más clara de que el modelo de trabajo y de ciudad que representaba ha llegado a su fin.
Telefónica, como muchos gigantes de su era, ya no necesita un palacio. La estrategia global de la matriz española es clara: replegarse de Latinoamérica, reducir deuda y concentrar la inversión en negocios más rentables y ágiles como la fibra óptica y el 5G. Las pérdidas consecutivas de la filial chilena, que se ampliaron a más de 75 mil millones de pesos en el primer semestre de 2025, hacen que la venta de activos no sea una opción, sino una necesidad.
Pero el factor decisivo es cultural. La pandemia no inventó el trabajo remoto, pero lo normalizó. El trabajo dejó de ser un lugar al que se va para convertirse en algo que se hace. Las empresas hoy valoran la agilidad y la flexibilidad, no la permanencia física en un único lugar. Un edificio de 34,000 metros cuadrados, diseñado para concentrar a miles de empleados, es un anacronismo en una era de equipos distribuidos y costos optimizados. El poder ya no se demuestra con la altura de una torre, sino con la robustez de una red.
La venta de la torre es una prueba de fuego para un mercado de oficinas ya golpeado. El sector Providencia-Santiago Centro presenta una vacancia de oficinas premium superior al 30%, según datos de la consultora CBRE, que asesora la venta. La pregunta es quién puede y quiere ocupar un espacio de esta magnitud.
Mientras el centro de Santiago se vacía, la periferia explota. El mercado de bodegas y centros logísticos sumó 110 mil metros cuadrados solo en el primer trimestre de 2025, con más de un millón de metros cuadrados en desarrollo. Este contraste dibuja un nuevo mapa económico para la capital: el valor se desplaza desde los centros de oficinas hacia los nodos logísticos que alimentan el comercio electrónico. El proyecto Nueva Alameda busca revitalizar el eje central, pero su éxito dependerá de si puede atraer nuevos usos y no solo intentar revivir un modelo de oficinas que ya caducó.
El destino del edificio Telefónica será un indicador del futuro de Santiago. Se abren tres escenarios probables, cada uno con implicaciones distintas.
La venta de la torre Telefónica es, por tanto, mucho más que una transacción inmobiliaria. Es una decisión sobre el tipo de ciudad que Santiago quiere ser. El resultado nos dirá si somos capaces de reciclar nuestros viejos símbolos de poder para una nueva era o si los dejaremos como ruinas de un mundo que ya no existe.