Chile vende un activo y su vecino estornuda: la crisis de gas que desnudó la fragilidad energética del país

Chile vende un activo y su vecino estornuda: la crisis de gas que desnudó la fragilidad energética del país
2025-08-03
  • Una ola de frío en Argentina provocó cortes de gas a Chile, semanas después de que ENAP vendiera activos clave en ese país.
  • La crisis, aunque breve, expuso la vulnerabilidad de la matriz energética chilena y el riesgo de priorizar la eficiencia financiera sobre la seguridad estratégica.
  • El incidente reactivó la urgencia de la integración energética regional, convirtiéndose en un eje central de la política exterior chilena.

El eco de un invierno resuelto

A más de dos meses de la breve pero aguda crisis de suministro de gas desde Argentina, la normalidad ha regresado. El flujo se restableció, las industrias afectadas encontraron alternativas y el tema desapareció de los titulares inmediatos. Sin embargo, el episodio dejó una estela de preguntas que resuenan en los pasillos del poder político y económico: ¿Cómo una ola de frío en un país vecino pudo poner en jaque parte del suministro energético de Chile? ¿Fue la reciente venta de activos de la estatal ENAP en Argentina una decisión financieramente astuta pero estratégicamente miope? La crisis, ya superada, funciona ahora como un caso de estudio sobre la delgadez de la soberanía energética y los costos ocultos de la eficiencia.

Crónica de una dependencia anunciada

Para entender la crisis de julio, es necesario retroceder a junio. El 13 de junio de 2025, ENAP concretó la venta de su filial Sipetrol en Argentina por más de 40 millones de dólares. La operación, según comunicó la estatal, era parte de una estrategia para "optimizar su cartera y concentrar los recursos en aquellos negocios definidos como clave". Medios como La Tercera y el Diario Financiero reportaron la transacción como un paso hacia la sostenibilidad financiera de la empresa, que más tarde, el 1 de agosto, anunciaría un aumento del 84% en sus utilidades semestrales.

Menos de un mes después, la realidad geopolítica y climática se impuso. A principios de julio, una ola de frío polar azotó Argentina, disparando su consumo interno de gas a niveles históricos. El gobierno trasandino, en una decisión soberana, priorizó el abastecimiento de sus hogares e industrias. La consecuencia directa para Chile fue la restricción de las exportaciones de gas que llegaban por gasoducto, afectando principalmente a los clientes con contratos de suministro "interrumpible".

Como informó El Mostrador el 3 de julio, la Asociación de Empresas de Gas Natural (AGN) confirmó que, si bien los contratos "en condición firme" no se vieron afectados, la interrupción obligó a las empresas perjudicadas a recurrir al mercado spot de Gas Natural Licuado (GNL), a precios considerablemente más altos. La crisis se resolvió en 48 horas, cuando Argentina normalizó el suministro el 4 de julio, pero la señal de alerta ya se había encendido.

Las dos caras de la estrategia: rentabilidad versus resiliencia

El episodio generó una disonancia cognitiva. Por un lado, ENAP exhibía una salud financiera robusta, con ganancias récord y una reducción de su deuda histórica. Desde esta perspectiva, vender Sipetrol —que según el hecho esencial enviado a la CMF generó una pérdida contable de más de 33 millones de dólares— era una decisión lógica para deshacerse de un activo no central y fortalecer las finanzas.

Por otro lado, la crisis reveló el costo estratégico de esa decisión. Al vender su filial de exploración y producción en Argentina, Chile no solo perdió un activo, sino también presencia, influencia y conocimiento directo en el mercado energético de su principal proveedor de gas terrestre. La dependencia no es nueva —los cortes de gas de la década del 2000 son un fantasma latente en la memoria energética del país—, pero se creía superada por una matriz más diversificada, que incluye los terminales de GNL de Quintero y Mejillones.

El Coordinador Eléctrico Nacional, en un informe del 31 de julio, aseguró que el sistema es estable y no hay riesgo de desabastecimiento, incluso en un año seco, gracias a las energías renovables y al almacenamiento. Sin embargo, la crisis de julio no fue de generación eléctrica, sino de suministro de un combustible clave, demostrando que la vulnerabilidad se ha desplazado, pero no ha desaparecido.

La respuesta: de la contingencia a la política exterior

La reacción no se hizo esperar. Lo que comenzó como un problema técnico y comercial escaló rápidamente a la esfera de la alta política. El 15 de julio, apenas diez días después de superada la emergencia, Santiago fue sede de una reunión del consejo de ministros del Sistema de Interconexión Eléctrica Andina (SINEA), una iniciativa que busca integrar las redes de Chile, Bolivia, Colombia, Ecuador y Perú.

En la inauguración, el canciller Alberto van Klaveren fue explícito: "En un contexto internacional marcado por la transformación de los sistemas energéticos y la crisis climática, la energía se ha convertido en un eje estratégico de la política exterior". Sus palabras, recogidas por Prensa Latina, marcaron un punto de inflexión. La breve crisis del gas había logrado lo que años de discusiones técnicas no habían conseguido: instalar la integración energética como una urgencia geopolítica para reforzar la "autonomía colectiva".

Un debate abierto

El invierno de 2025 ha terminado, pero el debate que encendió sigue vivo. La crisis del gas argentino fue un evento transitorio y resuelto, pero funcionó como una radiografía que expuso las fisuras de un modelo que a veces contrapone la eficiencia económica con la resiliencia estratégica. La pregunta que queda en el aire es si el rol de una empresa estatal como ENAP es únicamente maximizar su rentabilidad o si debe también actuar como un pilar de la seguridad nacional, incluso si eso implica mantener activos menos rentables pero estratégicamente vitales. La respuesta a esa pregunta definirá la política energética de Chile para la próxima década.

La historia encapsula cómo un evento transitorio y ya resuelto —una crisis de suministro energético— puede exponer vulnerabilidades estructurales profundas en la política económica y las relaciones internacionales de un país. Permite analizar la interacción entre decisiones corporativas estratégicas (la venta de activos energéticos), la dependencia de factores externos (el clima en un país vecino) y las consecuencias geopolíticas a largo plazo (la necesidad de replantear la integración regional), ofreciendo una narrativa completa con causas, un clímax y consecuencias medibles.