A fines de agosto de 2025, la carrera presidencial en la derecha chilena ya no es la que era. Evelyn Matthei, la candidata que hasta hace dos meses parecía invencible, ejecutó un movimiento de alto riesgo: a través de una carta pública, ofreció disculpas por sus declaraciones de abril, donde había calificado el Golpe de Estado de 1973 como “necesario”. “Sé que a muchos chilenos les molestó u ofendió lo que dije, y desde ya me disculpo por el dolor que mis palabras pudieron causarles”, escribió, añadiendo que “nada puede justificar semejantes actos” como los asesinatos y torturas ocurridos en dictadura.
Este acto de contrición no es un hecho aislado. Ocurre tras un mes de julio catastrófico para su campaña, marcado por una caída libre en las encuestas, una guerra abierta con su principal rival en el sector, José Antonio Kast, y, lo más crítico, una rebelión interna en su propia coalición, Chile Vamos, que amenazaba con desmantelar su postulación antes de la inscripción oficial de candidaturas. La disculpa, por tanto, no es solo un gesto hacia la memoria histórica, sino una jugada estratégica para sobrevivir, redefinir su perfil y frenar una hemorragia de apoyo que parecía terminal.
Hasta mediados de año, Matthei lideraba cómodamente. Sin embargo, el escenario comenzó a cambiar. A principios de julio, se distanció con firmeza de los dichos del candidato de extrema derecha Johannes Kaiser, quien se mostró dispuesto a apoyar un nuevo golpe de Estado. “Tengo un compromiso total y absolutamente con la democracia”, afirmó Matthei en ese momento. Paradójicamente, fueron sus propias palabras sobre el quiebre democrático de 1973, pronunciadas en abril, las que se convirtieron en un lastre.
El punto de inflexión fue la arremetida pública contra el Partido Republicano, a quienes acusó de orquestar una “campaña asquerosa” en su contra a través de redes sociales, con bots que cuestionaban su salud mental. La ofensiva, que incluyó la amenaza de una querella y poner en duda su apoyo a Kast en una eventual segunda vuelta, resultó contraproducente. Lejos de posicionarla como víctima, la mostró reactiva y generó un profundo malestar en su sector. El saludo tenso y distante con Kast en un evento del Hogar de Cristo, el 30 de julio, fue la imagen que selló la ruptura.
El conflicto con Kast abrió una caja de Pandora dentro de Chile Vamos. El temor a un colapso similar al de la candidatura de Sebastián Sichel en 2021 se hizo palpable. Las voces disidentes, antes susurros en pasillos, se volvieron declaraciones públicas.
El diputado Andrés Celis (RN) fue el primero en romper filas, sugiriendo que si Kast estaba mejor posicionado, “él debiera ser el candidato del sector”. Le siguió el histórico dirigente de RN, Carlos Larraín, quien declaró sin tapujos: “Mi candidato es José Antonio Kast”. El golpe más duro, sin embargo, provino de su propio partido, la UDI. El diputado Jorge Alessandri deslizó que Matthei estaría “dispuesta a un sacrificio muy grande por Chile”, una frase interpretada como la posibilidad de que depusiera su candidatura.
La reacción de las directivas de la UDI y RN fue inmediata. Se emitieron declaraciones de respaldo “firme, unánime y sin ambigüedades”, y se intentó hacer un férreo control de daños. La propia Matthei, en el Consejo General de RN, dio un encendido discurso llamando a la unidad y a tener “la prudencia para sortear los ataques que seguiremos recibiendo de aquellos que (...) profitan de la polarización”. Pero la grieta ya era visible y la percepción de debilidad se había instalado.
Es en este contexto de máxima presión que debe leerse la disculpa de Matthei. El gesto busca cumplir varios objetivos simultáneos:
Las reacciones fueron tan diversas como el espectro político. Desde Demócratas, el senador Matías Walker calificó el gesto como algo que “la enaltece como persona”. En el PPD, el diputado Héctor Ulloa valoró las palabras, pero sembró la duda: “Espero que su defensa de la democracia (...) no corresponda a una estrategia electoral”. Desde el Partido Comunista, la diputada Lorena Pizarro fue categórica, acusando que la candidata seguía justificando el golpe al culpar a todos los sectores por la polarización previa. “Señora Evelyn Matthei, nada justifica un golpe de estado”, sentenció.
El tablero ha sido reordenado, pero la partida está lejos de terminar. Evelyn Matthei ha demostrado capacidad de adaptación, pero su giro estratégico la deja en un delicado equilibrio. Debe convencer de la autenticidad de su cambio sin alienar a su base más conservadora, que ve con mejores ojos el discurso sin complejos de Kast.
La batalla por la hegemonía de la derecha chilena ha entrado en una nueva fase. Ya no se trata solo de quién lidera las encuestas, sino de qué proyecto de derecha se impondrá: el de una coalición que busca mayorías amplias moderando su discurso, o el de un movimiento que apuesta por la firmeza ideológica sin concesiones. La disculpa de Matthei es su apuesta más audaz hasta ahora. Los próximos meses dirán si fue un golpe de timón magistral o el último recurso de una candidatura acorralada.