Han pasado más de 60 días desde que los audios del abogado Luis Hermosilla sacudieran los cimientos del sistema judicial y político chileno, revelando una presunta red de sobornos a funcionarios del Servicio de Impuestos Internos (SII) y la Comisión para el Mercado Financiero (CMF). La onda expansiva no solo golpeó a las instituciones públicas, sino que detonó una crisis de legitimidad sin precedentes en el corazón de la abogacía. En este escenario, la reciente elección para renovar a 10 de los 19 consejeros del Colegio de Abogados dejó de ser un trámite administrativo para convertirse en un plebiscito sobre el alma del gremio.
La votación, que culminó el pasado 27 de junio, fue el primer acto de respuesta colectiva de la profesión. No se eligieron solo nombres, se votó por una dirección, por una cura a la herida abierta por Hermosilla y por la fórmula para recuperar una confianza pública hecha trizas.
El "Caso Audios" fue el fantasma que recorrió todas las campañas. Ninguna lista pudo eludir el tema. La pregunta implícita en cada debate era: ¿cómo evitamos que esto vuelva a ocurrir? Las respuestas, sin embargo, revelaron visiones contrapuestas sobre la naturaleza del problema y su solución.
La lista "Nuestro Gremio" (A), que obtuvo una victoria contundente con siete de los diez escaños, articuló un mensaje de orden, rigor ético y restauración del prestigio institucional. Liderada por figuras de peso como el excontralor Ramiro Mendoza y el académico Enrique Navarro, su propuesta capitalizó el sentir de una mayoría de abogados que vio en el escándalo una desviación que debía ser corregida con mano firme y un retorno a los valores tradicionales de la profesión. Su triunfo no fue una sorpresa; fue la confirmación de que, ante el caos, una parte significativa del gremio optó por la seguridad de lo conocido, por el peso de la autoridad y la experiencia.
En la otra vereda, las listas "Libertades Públicas" (B) y "Todas y Todos" (C) lograron dos y un consejero respectivamente. Sus plataformas, aunque diversas, compartían un diagnóstico más estructural. Para ellos, el caso Hermosilla no era solo una cuestión de manzanas podridas, sino el síntoma de un sistema con fallas sistémicas: falta de fiscalización efectiva, una cultura de redes de poder y una ética profesional que requiere más que un simple barniz. Su presencia en el nuevo consejo, aunque minoritaria, asegura que la discusión no se limitará a un mero "retorno a la normalidad", sino que incluirá voces que, como en otros espacios asociativos como Abofem, disputan el statu quo desde adentro.
El resultado es claro: la abogacía chilena ha dado un mandato para restaurar el orden. Sin embargo, este veredicto abre una disonancia constructiva. ¿Es la restauración del prestigio tradicional, encarnado por la lista ganadora, la herramienta adecuada para enfrentar una crisis que expuso la modernidad de la corrupción, con sus redes opacas y su influencia transversal? El desafío del nuevo consejo será demostrar que su visión de "orden" no es una vuelta al pasado, sino la construcción de un futuro con estándares más robustos.
Este dilema no ocurre en un vacío. La ciudadanía observa con escepticismo. La lentitud y los tropiezos en la investigación de otros escándalos de alto impacto, como el "Caso Convenios", han alimentado una desconfianza generalizada hacia las élites y las instituciones. Así como el Colegio Médico tuvo que reaccionar ante el uso fraudulento de licencias médicas por parte de algunos de sus miembros, el Colegio de Abogados debe ahora probar que su autocrítica se traducirá en acciones concretas y no solo en declaraciones de principios.
El nuevo consejo asume con una agenda cargada de urgencias que van más allá de la gestión gremial:
La elección ha concluido, pero la historia de la reconstrucción ética de la abogacía chilena recién comienza. El veredicto de los pares ha definido el elenco, pero el guion de las reformas aún está por escribirse. El éxito no se medirá por la capacidad de cerrar filas y olvidar el escándalo, sino por la valentía de mantener la herida abierta el tiempo necesario para sanarla de verdad.