Hace poco más de tres meses, un tenso intercambio en la Casa Blanca catapultó un acrónimo a la fama mundial. Una periodista de CNBC preguntó a Donald Trump si conocía el término "TACO" (Trump Always Chickens Out o "Trump Siempre se Acobarda"), acuñado por el Financial Times para describir su tendencia a lanzar amenazas comerciales grandilocuentes para luego retroceder. La respuesta de Trump fue de indignación: calificó la pregunta de "desagradable" y la desestimó como una invención. Sin embargo, lejos de desaparecer, "TACO" ha madurado. Lo que comenzó como una burla en círculos financieros es hoy una categoría de análisis utilizada por economistas, académicos y estrategas para descifrar un estilo de gobernar que parece prosperar en la imprevisibilidad. La historia de "TACO" no es solo la crónica de un neologismo viral, sino un estudio de caso sobre cómo el lenguaje, en la era digital, puede crear marcos de comprensión que trascienden y explican la complejidad de la política global.
El ciclo de vida de "TACO" comenzó como una observación de mercado. El periodista Robert Armstrong notó un patrón: Trump anunciaba aranceles devastadores, los mercados caían en pánico, y luego, ante la presión económica o política, moderaba su postura o negociaba una tregua. Los inversores que apostaban por este retroceso —el "gallinazo", en buen chileno— obtenían ganancias. El acrónimo capturó a la perfección esta dinámica de volatilidad calculada.
Tras el incidente en la Casa Blanca, el término se consolidó. Medios como Cinco Días documentaron cómo "TACO" se unió a un léxico de acrónimos irónicos para navegar la era Trump, junto a "FAFO" (Fuck Around and Find Out, o "quien busca, encuentra"), "BABA" (Buy Anything But America) y "MEGA" (Make Europe Great Again). La Casa Blanca, por su parte, desestimó estos términos como burlas de "analistas poco serios". No obstante, para los operadores del mercado, eran herramientas conceptuales para dar sentido a un flujo de decisiones aparentemente erráticas. "TACO" dejó de ser un insulto para convertirse en un modelo predictivo de un comportamiento que, en su aparente caos, ocultaba un patrón.
La pregunta que subyace a la "Teoría TACO" es si este patrón es una estrategia deliberada o simplemente un reflejo de la personalidad de Trump. Analistas consultados por la BBC vinculan este comportamiento con la "Teoría del Loco" de Richard Nixon, una táctica de la Guerra Fría que consistía en hacer creer al adversario que se era irracional y capaz de cualquier cosa para forzarlo a negociar. Trump, al presentarse como un negociador impredecible que fija cifras "ridículamente altas" para luego bajarlas, parece aplicar una versión actualizada de esta doctrina.
Sin embargo, otras perspectivas sugieren que la previsibilidad de su imprevisibilidad revela más sobre su carácter que sobre una estrategia geopolítica refinada. Su búsqueda de victorias a corto plazo, su sensibilidad a la adulación y su uso del mercado de valores como un barómetro de su éxito personal, hacen que sus movimientos sean, paradójicamente, fáciles de anticipar para quienes entienden su psicología. Líderes europeos, por ejemplo, aprendieron que el servilismo y los elogios públicos podían apaciguar amenazas, como se vio en la cumbre de la OTAN donde los compromisos de gasto aumentaron drásticamente bajo su presión.
La consolidación de "TACO" también expone una dinámica más profunda de la política contemporánea. El columnista Javier Cercas, en El País, argumenta que Trump representa una versión invertida del tribalismo woke que critica: se posiciona como la víctima y el vengador de su "tribu" —el varón blanco que se siente desplazado—. Al declarar "Yo soy vuestra venganza", Trump no solo apela a una base electoral, sino que redefine el conflicto político como una lucha entre identidades irreconciliables.
En este contexto, "TACO" no es solo un descriptor de tácticas comerciales; es un síntoma de una era donde la narrativa y el encuadre son tan importantes como la política misma. El poder ya no reside únicamente en la acción, sino en la capacidad de controlar el relato que la explica. La batalla por definir a Trump —como un negociador maestro, un "loco" estratégico o un líder que siempre "se acobarda"— es, en sí misma, una lucha por el poder.
Dos meses después de su explosión mediática, el término "TACO" ha completado su ciclo. Ya no es una noticia de última hora, sino una herramienta conceptual integrada en el análisis económico y político. Su evolución demuestra que en el ecosistema mediático actual, un exabrupto puede generar una categoría de análisis más duradera que muchas políticas. El debate ya no es si Trump se acobarda o no, sino qué revela este patrón sobre la estabilidad del orden global, la fiabilidad de las alianzas y la naturaleza del poder en el siglo XXI. La historia de "TACO" nos obliga a preguntarnos: ¿cuántos otros memes y neologismos están, silenciosamente, dando forma a nuestra comprensión del mundo?