El voto que partió a Polonia en dos: A dos meses de la elección, el país vive con un gobierno liberal y un presidente conservador que lo bloquea

El voto que partió a Polonia en dos: A dos meses de la elección, el país vive con un gobierno liberal y un presidente conservador que lo bloquea
2025-08-03

- Dos meses después de la elección, Polonia opera bajo una “cohabitación” conflictiva: un gobierno pro-europeo y un presidente nacionalista con poder de veto.

- La victoria de Karol Nawrocki, por un margen menor al 2%, fue precedida por una noche de resultados contradictorios que reflejó la profunda fractura social del país.

- El resultado reconfigura el equilibrio geopolítico, enfriando la relación con Bruselas y alineando la presidencia polaca con figuras como Donald Trump y Viktor Orbán.

Hace dos meses, la noche del 1 de junio, Polonia y el mundo contuvieron la respiración. Los sondeos a boca de urna daban una victoria por un suspiro al candidato liberal y pro-europeo, Rafal Trzaskowski. Se habló de un “día histórico” y de la consolidación del regreso de Polonia al corazón de Europa. Sin embargo, al día siguiente, el conteo final invirtió el resultado: el nacionalista y conservador Karol Nawrocki se impuso por menos de dos puntos porcentuales. La confusión inicial de los medios se disipó para dar paso a una realidad política mucho más compleja y duradera: Polonia tiene ahora un gobierno que mira a Bruselas y un presidente que lo frena desde Varsovia.

La situación actual no es un mero desacuerdo político, sino la institucionalización de una fractura social profunda. El gobierno del Primer Ministro Donald Tusk, que llegó al poder en 2023 con la promesa de restaurar el Estado de derecho y fortalecer los lazos con la Unión Europea, se encuentra ahora en una encrucijada. Su agenda de reformas, que incluye la liberalización de la ley de aborto, el reconocimiento de uniones civiles y, crucialmente, el desmontaje de las controvertidas reformas judiciales del anterior gobierno del partido Ley y Justicia (PiS), depende de la firma del presidente. Y el nuevo presidente, Karol Nawrocki, es precisamente el candidato apoyado por el PiS.

La noche en que Polonia tuvo dos presidentes

Para entender el actual punto muerto, es necesario volver a la caótica noche electoral. Los primeros sondeos de IPSOS y OGB daban a Trzaskowski una ventaja mínima, entre 50,17% y 50,3%. En su centro de campaña en Varsovia, el alcalde liberal proclamó su victoria: “Ha sido por los pelos, ya les dije que iba a ser ajustado”. Prometió ser “el presidente de todos los polacos”.

Mientras tanto, en el bando de Nawrocki, se aferraban a los votos de las zonas rurales y pueblos pequeños, tradicionalmente más conservadores y más lentos en el recuento. “Esta noche ganaremos. Ganaremos y salvaremos a Polonia”, declaró el candidato nacionalista, negándose a conceder la derrota. La prensa internacional titulaba con un “empate técnico” o una victoria liberal.

La mañana del 2 de junio, la Comisión Electoral Nacional confirmó lo que el equipo de Nawrocki esperaba. Con el 100% de los votos escrutados, el historiador y exboxeador obtenía el 50,89% frente al 49,11% de Trzaskowski. La diferencia de 369.505 votos en una elección con una participación histórica del 71,63% partió al país literalmente en dos.

Las dos Polonias: ¿Qué votó cada mitad?

El resultado no fue una sorpresa para quienes siguen la política polaca, sino la confirmación de la existencia de “dos Polonias” con visiones de futuro irreconciliables.

  • La Polonia de Trzaskowski: Es mayoritariamente urbana, más joven y secular. Sus votantes ven el futuro de Polonia anclado en la Unión Europea, defienden los valores liberales, los derechos de las mujeres y de la comunidad LGTBQ+, y consideran que la independencia judicial es un pilar no negociable de la democracia. Para ellos, la victoria de Nawrocki es un retroceso que amenaza con aislar nuevamente al país.
  • La Polonia de Nawrocki: Se concentra en las zonas rurales y ciudades pequeñas, es más religiosa y apegada a los valores tradicionales católicos. Sus electores desconfían de la influencia de Bruselas, a la que ven como una amenaza a la soberanía y la identidad nacional. Priorizan la seguridad fronteriza, se oponen a la inmigración y a la agenda social liberal. Para ellos, la elección de Nawrocki es un acto de defensa de “lo polaco” frente a las presiones externas.

Como resumió la analista política Anna Materska-Sosnowska, la elección fue un verdadero “choque de civilizaciones”.

Consecuencias visibles: El poder del veto y el realineamiento internacional

A dos meses de la elección, las consecuencias ya son tangibles. El presidente polaco no es una figura ceremonial; tiene el poder de vetar cualquier ley aprobada por el parlamento. Dado que la coalición de Tusk no tiene la mayoría de tres quintos necesaria para anular un veto, la agenda reformista del gobierno está, en la práctica, congelada.

Este estancamiento interno tiene un eco inmediato en el plano internacional. La victoria de Tusk en 2023 había sido celebrada en Bruselas como el fin de ocho años de conflictos con el gobierno del PiS. La UE había comenzado a desbloquear más de 100.000 millones de euros en fondos congelados por las violaciones al Estado de derecho. Ahora, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, se limitó a una felicitación protocolaria, expresando su confianza en que la “muy buena cooperación” continuará, un deseo que muchos analistas consideran optimista.

En contraste, la victoria de Nawrocki fue celebrada sin ambages por otros actores. El primer ministro húngaro, Viktor Orbán, habló de fortalecer el Grupo de Visegrado, el bloque de países centroeuropeos a menudo en desacuerdo con Bruselas. Marine Le Pen en Francia la calificó como “una buena noticia” contra las “políticas autoritarias” de la UE. Desde Estados Unidos, la administración del presidente Donald Trump, a través de su secretario de Estado Marco Rubio, felicitó a Nawrocki por apoyar “un ejército más fuerte y la seguridad en sus fronteras”, reforzando la afinidad ideológica entre ambos líderes.

Un debate abierto

La elección presidencial polaca no ha cerrado un capítulo; ha abierto uno nuevo y mucho más incierto. El país se enfrenta a un período de “cohabitación” forzada entre dos poderes del Estado con legitimidades y proyectos antagónicos. La pregunta ya no es quién ganó, sino cómo una nación tan dividida puede avanzar. La tensión entre el palacio presidencial y la oficina del primer ministro definirá el rumbo de Polonia, su papel en la guerra de Ucrania y su lugar en el futuro de Europa, al menos hasta las próximas elecciones parlamentarias de 2027.

El evento, ocurrido hace dos meses, permite un análisis detallado de sus consecuencias. Los informes noticiosos iniciales, marcadamente contradictorios, ofrecen una oportunidad única para examinar la complejidad de una elección polarizada y su representación mediática. El resultado tiene implicaciones significativas para el equilibrio interno de la Unión Europea, su postura frente a Rusia y el auge de movimientos nacionalistas versus liberales, configurando una narrativa rica en transición política, división social y realineamiento geopolítico.