La Derecha se Parte en Dos: Crónica de una Alianza Imposible y los Tres Futuros del Poder Conservador

La Derecha se Parte en Dos: Crónica de una Alianza Imposible y los Tres Futuros del Poder Conservador
2025-08-04

- La guerra abierta entre Matthei y Kast no es un conflicto personal, sino una fractura ideológica que redefine al sector.

- El resultado de la primera vuelta electoral será el punto de inflexión que definirá si una facción absorbe a la otra o si la división se vuelve permanente.

- Se proyectan tres escenarios: la hegemonía republicana, la resistencia de la derecha tradicional o una fragmentación crónica que podría beneficiar a sus adversarios.

La tregua es frágil. La decisión de Evelyn Matthei de suspender la ofensiva judicial contra el Partido Republicano, tras acusarlos de orquestar una “campaña asquerosa” y de actuar como “matones”, no cierra la herida. Apenas la cubre. El enfrentamiento entre la candidata de Chile Vamos y José Antonio Kast ha dejado de ser una simple disputa por el liderazgo electoral para convertirse en la manifestación pública de una fractura profunda. Dos proyectos, dos estilos y dos visiones del poder chocan, y su colisión está redibujando el futuro del conservadurismo chileno.

Lo que vemos no es la antesala de una negociación, sino la crónica de una alianza imposible. El conflicto ha escalado de críticas programáticas a descalificaciones personales y amenazas de judicialización, una señal inequívoca de que las diferencias son estructurales. Analizar este quiebre permite proyectar la evolución del sector en tres fases: la colisión inevitable de aquí a la primera vuelta, la alianza forzada que se gestaría en un eventual balotaje y la redefinición de poder a largo plazo.

Fase 1: La Colisión Inevitable (Presente - Elección Presidencial)

El escenario actual es una carrera por la supervivencia. La derecha compite contra sí misma para definir quién enfrentará a la izquierda en segunda vuelta. Cada candidato opera con una lógica distinta.

Evelyn Matthei y su comando apuestan por la experiencia y la moderación. Critican la falta de “sustancia” de Kast y se presentan como la única opción capaz de garantizar gobernabilidad y atraer al votante de centro. Su principal riesgo es que este discurso de responsabilidad suene desconectado de la urgencia ciudadana por orden y soluciones drásticas. La vacilación interna de Chile Vamos, donde algunas voces ya dudan de su liderazgo si las encuestas no mejoran, evidencia la fragilidad de su posición.

José Antonio Kast, por su parte, capitaliza el descontento y la demanda de mano dura. Su campaña, centrada en la seguridad y la “recuperación de Chile”, resuena con un electorado frustrado. La incorporación de figuras como Rodolfo Carter demuestra su capacidad para atraer a descolgados de la derecha tradicional, consolidando un polo de poder alternativo. Su riesgo es que su discurso, calificado de extremo por sus adversarios, le impida crecer más allá de su base y le cierre las puertas del centro político, indispensable para ganar la presidencia.

El punto de inflexión de esta fase será el resultado de la primera vuelta. No solo definirá al finalista, sino la correlación de fuerzas para la siguiente década.

Fase 2: La Alianza Forzada (Post Primera Vuelta)

Independientemente de quién pase al balotaje, el perdedor se verá obligado a negociar un apoyo. Sin embargo, no será un respaldo orgánico, sino una alianza transaccional y precaria, marcada por la desconfianza.

  • Si Kast pasa a segunda vuelta: Matthei y Chile Vamos enfrentarían un dilema. Apoyarlo sería legitimar al proyecto que los ha tratado como “enemigos” y arriesgarse a ser absorbidos. No hacerlo sería entregarle el gobierno a la izquierda. Lo más probable es un apoyo condicionado, sin convicción, que dejaría a un eventual gobierno de Kast con un flanco abierto en su propia coalición. La gobernabilidad sería un desafío diario, con un Congreso donde sus “aliados” actuarían más como veedores críticos que como socios.
  • Si Matthei pasa a segunda vuelta: Necesitaría los votos de Kast, y este los cobraría caros. Republicanos exigiría concesiones programáticas, cargos clave y una influencia determinante en la agenda. Un gobierno de Matthei viviría bajo la amenaza constante del boicot de su flanco derecho, que la acusaría de “amarilla” o “cobarde” ante cualquier intento de acuerdo con el centro o la izquierda.

En ambos escenarios, la unidad sería una fachada. La tensión acumulada se manifestaría en cada debate legislativo, nombramiento o crisis política, debilitando la capacidad de acción del gobierno.

Fase 3: La Redefinición del Poder (Largo Plazo)

El desenlace de esta contienda definirá la estructura de la derecha chilena para los próximos años, abriendo tres futuros posibles.

  1. Futuro de Hegemonía Republicana: Si Kast gana la presidencia y su partido obtiene una bancada parlamentaria robusta, podría consolidarse como la fuerza dominante. Chile Vamos quedaría reducido a un socio menor o se desintegraría, con sus figuras migrando hacia el proyecto republicano o la irrelevancia. La derecha chilena adoptaría un perfil más nacionalista y populista, alineado con tendencias globales.
  1. Futuro de Resiliencia Tradicional: Si Matthei logra ganar la presidencia y estabilizar el país, demostraría que un proyecto de derecha moderado e institucional sigue siendo viable. Esto contendría el avance de Kast, forzando a Republicanos a un rol de oposición crítica pero subordinada. Este escenario depende casi por completo del éxito de su eventual gobierno, especialmente en seguridad y economía.
  1. Futuro de Fractura Crónica: Este es el escenario más probable a mediano plazo. Ninguna de las dos facciones logra aniquilar a la otra. La derecha se consolida como un bloque permanentemente dividido en dos polos: uno de centroderecha tradicional y otro de derecha dura. Competirían en cada elección, formarían alianzas inestables y se arriesgarían a neutralizarse mutuamente, facilitando victorias de sus adversarios. La guerra actual no se resolvería, solo se institucionalizaría.

La disputa entre Matthei y Kast, por tanto, trasciende sus nombres. Es el síntoma de un realineamiento ideológico que está partiendo en dos al poder conservador. La paz declarada es solo un armisticio táctico en una guerra cuyo resultado final determinará no solo quién gobierna, sino qué significará ser de derecha en el Chile del futuro.

La historia exhibe una clara evolución narrativa, transitando desde tensiones latentes a un conflicto político abierto, con consecuencias visibles en el realineamiento de fuerzas y la reconfiguración del escenario electoral. El tema ha madurado lo suficiente como para analizar no solo los eventos, sino también las fracturas ideológicas y estratégicas subyacentes, permitiendo una reflexión profunda sobre el futuro de la gobernabilidad y el poder. La percepción pública de una coalición unificada ha sido completamente reinterpretada, ofreciendo un caso de estudio sobre la fragilidad de los pactos políticos en un entorno polarizado y la lucha por la hegemonía dentro de un mismo sector.