La imagen de las multitudes agolpadas para el "Remate Final" de Corona no fue la crónica de una muerte, sino el síntoma de una profunda metamorfosis. El cierre de la multitienda de la familia Schupper, tras 50 años de historia, no es un evento aislado. Es la señal más clara de que el modelo de negocio que construyó a los grandes imperios familiares chilenos del siglo XX ha llegado a su fin. Pero mientras el negocio del retail se liquida, otro, más silencioso y potente, emerge de sus cenizas: el negocio inmobiliario.
La historia de Corona es la de muchas empresas tradicionales que no lograron adaptarse. Enfrentaron una tormenta perfecta: la competencia feroz de gigantes del e-commerce y el fast fashion como Shein, la incapacidad de competir con los costos de la manufactura asiática y una estructura de gestión familiar que, en su fase final, se vio paralizada por disputas internas. El mismo destino corrió la mueblería Fernando Mayer, otra firma icónica que sucumbió ante presiones similares. El modelo de ser, a la vez, fabricante, importador, vendedor y propietario de los locales se volvió insostenible.
Sin embargo, el verdadero giro de esta historia no está en la quiebra, sino en lo que queda después. La familia Schupper, al perder el control de la operación de retail, consolida su posición como un actor puramente inmobiliario. A través de sociedades como Inmobiliaria Alef y Don Leonardo, son dueños de al menos 22 de los locales más estratégicos que ocupaba Corona, un patrimonio avaluado en cerca de 80 millones de dólares. Al liberarse de la carga operativa del retail —con sus bajos márgenes y alta volatilidad—, la familia se transforma en lo que el mercado de capitales valora hoy: un gestor de activos de renta.
Este movimiento no es una anomalía, es la consolidación de una tendencia. Grandes empresas como Falabella, Walmart y SMU han seguido la misma estrategia de sale and leaseback: vender sus propiedades para luego arrendarlas. ¿La lógica? Liberar capital inmovilizado en ladrillos para inyectarlo en su negocio principal. Los Schupper están ejecutando este plan de forma inversa y forzada, pero el resultado es el mismo. El capital se desplaza desde el riesgo de vender productos hacia la seguridad de arrendar espacios.
La caída de Corona acelera tres transformaciones clave que definirán el paisaje comercial y urbano en la próxima década.
1. El Imperio Familiar Muta: De Operador a Rentista.
El futuro de las grandes familias empresariales ya no estará en la gestión directa de tiendas. Su poder residirá en ser los arrendadores de una cartera diversificada de inquilinos. Este modelo es más resiliente. Si un tipo de tienda fracasa, se reemplaza por otra. El flujo de arriendo es más estable que las ventas de temporada. Veremos a más familias con legados industriales o comerciales seguir este camino, vendiendo sus operaciones para convertirse en fondos de inversión inmobiliaria de facto. El poder económico se volverá menos visible, pero más concentrado en la propiedad del suelo.
2. El Retail se Atomiza: El Fin de la Gran Tienda.
Los locales de 70.000 metros cuadrados que deja Corona no serán ocupados por un solo actor. El futuro del espacio comercial físico es la atomización. Estos grandes paños se subdividirán para albergar un ecosistema de negocios más pequeños y ágiles:
- Tiendas de nicho: Marcas internacionales de bajo costo o especializadas que buscan una vitrina física.
- Servicios: Centros médicos, gimnasios, espacios de co-work y centros educativos que buscan ubicaciones céntricas y de alto flujo.
- Gastronomía: Cafés y restaurantes que complementan la experiencia de compra.
Esta fragmentación crea un entorno comercial más diverso y menos dependiente de un único ancla, como lo era la multitienda. Irónicamente, mientras Corona cae, la industria de centros comerciales invierte más de 600 millones de dólares en nuevos proyectos, pero con un enfoque mixto que integra comercio, vivienda y entretenimiento.
3. La Reconversión Urbana: De Tienda a Barrio.
En las ubicaciones más estratégicas de los centros urbanos, la transformación será aún más radical. Los edificios que albergaban a Corona podrían ser demolidos o reestructurados por completo para dar paso a proyectos de uso mixto. Imaginen un primer piso con locales comerciales y, en los pisos superiores, departamentos residenciales, oficinas y hoteles. Este modelo, ya visible en los nuevos malls, es la respuesta a la necesidad de densificar y revitalizar los centros de las ciudades, que quedaron debilitados por la pandemia y el comercio informal. El desalojo de la Galería Santo Domingo en Santiago es otra señal de esta tendencia hacia la formalización y reconversión de espacios comerciales obsoletos.
El ocaso de Corona no debe leerse con nostalgia, sino como un mapa del futuro. Un futuro donde el valor no está en la marca que cuelga del letrero, sino en la propiedad del muro sobre el que se cuelga. El capital chileno está cambiando de piel, y la familia Schupper, intencionadamente o no, está liderando la marcha.