
En los últimos tres meses, el escenario político chileno ha estado marcado por una creciente intensidad electoral. Las elecciones primarias de fines de junio, que dieron como ganadora a Jeannette Jara en el oficialismo, y la consolidación de las candidaturas de derecha, configuraron un panorama que, según los manuales tradicionales, debería haber inyectado una alta dosis de volatilidad en el mercado financiero. Sin embargo, la Bolsa de Santiago parece operar en una frecuencia distinta. Mientras el debate público se polariza, el S&P IPSA ha mantenido una sorprendente estabilidad e incluso ha registrado un rally superior al 20% en lo que va del año, superando consistentemente la barrera de los 8.000 puntos.
Este desacople entre el pulso político y el financiero plantea una pregunta fundamental: ¿Por qué el mercado chileno parece haberle dado la espalda a su propia contingencia política? La respuesta no es simple y reside en una confluencia de factores globales, decisiones corporativas estratégicas y una nueva forma de interpretar el riesgo local.
El 30 de junio, tras el triunfo de la candidata comunista Jeannette Jara en las primarias, la reacción inicial del mercado fue de cautela. Sin embargo, esta duró poco. Analistas y operadores rápidamente recalibraron sus expectativas, poniendo el foco no en el resultado, sino en la baja participación electoral (9,2% del padrón). Medios como La Tercera reportaron al día siguiente que el mercado interpretaba esta cifra como una señal de que la candidata no tendría un camino fácil hacia la presidencia, moderando así el impacto percibido.
Este episodio fue la primera gran demostración de la nueva dinámica. Como señaló Jorge Tolosa de Vector Capital, si bien el resultado no fue una sorpresa, la baja votación demostró un cierto desinterés ciudadano que fue leído por los inversionistas como un límite al poder de las propuestas más radicales. El "factor político" no desapareció, pero fue reinterpretado a través de un lente más pragmático y menos reactivo.
La principal razón del blindaje del IPSA se encuentra fuera de las fronteras de Chile. Durante junio y julio, la narrativa dominante en los mercados globales ha girado en torno a dos ejes: la política monetaria de la Reserva Federal de EEUU y las tensiones comerciales impulsadas por la administración Trump.
El desacople no es solo un fenómeno pasivo de recepción de tendencias globales. Las propias empresas chilenas han tomado medidas activas que fortalecen su posición.
Un artículo de La Tercera del 3 de julio destacó los agresivos programas de recompra de acciones de gigantes como Latam Airlines y Cencosud. Estas operaciones, que implican que la propia empresa compra sus acciones en el mercado, envían una potente señal de confianza al inversionista: la administración considera que el precio de la acción está subvalorado. Además, reduce el número de acciones en circulación, lo que puede impulsar el precio y las utilidades por acción.
Sumado a esto, muchas de las grandes compañías del IPSA tienen una parte significativa de sus ingresos y operaciones en el extranjero, lo que las hace menos dependientes del ciclo económico y político chileno. Su suerte está más atada a los mercados de Brasil, Perú, Colombia o EEUU que a las discusiones del Congreso en Valparaíso.
Con un IPSA en alza, ha resurgido el debate sobre si el mercado está "internalizando" un triunfo de la derecha en las presidenciales, un patrón observado en elecciones pasadas como las de 2009 y 2017. Las opiniones están divididas.
Analistas como Leonardo Vásquez de Credicorp Capital, citados por Diario Financiero, creen que el mercado sí ha comenzado a incorporar este escenario, pero de forma "mucho más cauta que en ciclos anteriores". Por otro lado, Aldo Morales de BICE Inversiones argumenta que el rally responde más a una tendencia regional y que aún no se ven flujos significativos que apunten a una apuesta electoral clara.
Lo que sí es un hecho es el renovado interés extranjero, evidenciado por el aumento de flujos hacia el iShares MSCI Chile ETF en Nueva York, que ha captado más de US$ 27 millones en el año, con un 63% de la participación proviniendo de EEUU. Esto sugiere que los inversionistas internacionales están mirando los fundamentos económicos y corporativos de Chile más allá de la contingencia política inmediata.
La historia de la bolsa chilena en los últimos 90 días no es la de un mercado apolítico, sino la de uno que ha madurado en su forma de ponderar los riesgos. La volatilidad política interna no ha desaparecido, pero ha sido relegada a un segundo plano por la fuerza de las tendencias macroeconómicas globales y la solidez de las estrategias corporativas.
El mercado chileno ha encontrado nuevos anclajes. Su comportamiento actual desafía las métricas tradicionales de riesgo-país, invitando a una reflexión más profunda: en una economía globalizada, ¿dónde reside verdaderamente el riesgo? Por ahora, para los inversionistas del IPSA, parece estar más en las decisiones de Jerome Powell en Washington que en los discursos de los candidatos en Santiago. El debate presidencial sigue su curso, pero la bolsa, por ahora, ha decidido seguir su propio camino.