A principios de agosto de 2025, un dato sacudió los mercados financieros de la región: LATAM Airlines, la aerolínea que en 2020 se acogió al Capítulo 11 de la ley de quiebras de Estados Unidos para sobrevivir a la pandemia, se consolidó como la novena compañía aérea más valiosa del mundo por capitalización bursátil, alcanzando un valor cercano a los US$ 13.000 millones. Sus acciones acumulan un alza superior al 50% en lo que va del año, y los analistas de BCI, Credicorp y Bice Inversiones recomiendan comprar sus papeles con proyecciones al alza.
Lo que hace dos meses eran señales de una sólida recuperación, hoy es la crónica de una reinvención completa. La noticia no es un evento aislado, sino la culminación de una estrategia multifacética ejecutada con precisión quirúrgica, cuyas piezas clave maduraron durante junio y julio. Lejos de ser un simple rebote, la transformación de LATAM es un caso de estudio sobre cómo convertir una crisis existencial en una plataforma de dominio regional y relevancia global.
El punto de partida de este despegue fue la dolorosa pero efectiva reestructuración bajo el Capítulo 11, del cual la empresa salió a fines de 2022. Los resultados del segundo trimestre de 2025, publicados el 1 de agosto, son elocuentes: utilidades por US$ 242 millones y un acumulado semestral de casi US$ 600 millones, un 47,8% más que en el mismo período de 2024.
Más revelador aún es su margen Ebitda (beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaciones y amortizaciones), que alcanzó un 23,3%, duplicando el de American Airlines y superando en un 50% a gigantes como Delta y United. Según analistas de Wall Street citados por Diario Financiero, LATAM se ha convertido en el "estándar de oro a nivel global" en términos de rentabilidad y bajo apalancamiento. La compañía no solo saneó sus finanzas; reescribió su manual de operaciones para ser más eficiente y resiliente, mitigando incluso la estacionalidad histórica de la industria.
La estrategia de LATAM ha trascendido la simple venta de pasajes. Dos movimientos recientes demuestran un giro hacia la consolidación de su ecosistema de negocios.
Primero, la redefinición de su programa de lealtad, LATAM Pass, que hoy cuenta con más de 49 millones de socios. A fines de junio, la aerolínea anunció una alianza estratégica con Aramco, el gigante petrolero saudí, para la acumulación de millas en sus estaciones de servicio en Chile. Este acuerdo reemplazó a su socio histórico, Copec, señalando una ambición más global. En paralelo, a principios de julio, se confirmó la renegociación del contrato con Banco Santander, su socio financiero por más de 30 años, un activo clave que la industria bancaria codicia y por el cual LATAM puede exigir mejores condiciones.
Segundo, una apuesta decidida por el segmento premium. Los ingresos de esta área crecieron un 12% en el último trimestre, superando al resto de las líneas de negocio. El CEO, Roberto Alvo, admitió que el crecimiento de la demanda en este nicho superó sus propias expectativas. La empresa está invirtiendo en la renovación de las cabinas premium de su flota de largo alcance. Este enfoque resuena con una tendencia cultural más amplia, alejada de la ostentación y más cercana a un lujo funcional y de alta calidad, donde la experiencia del viaje es en sí misma el producto.
Si bien la eficiencia se forjó en la reestructuración, el crecimiento se está cimentando en Brasil. De los 20,6 millones de pasajeros transportados en el último trimestre, 9,3 millones correspondieron al mercado brasileño, que creció un 14,3%. LATAM ha movilizado capacidad hacia allá, abriendo siete nuevas rutas domésticas y anunciando otras doce.
La ofensiva es total: la aerolínea, junto a su socia Delta, ya concentra el 37% de la cuota de mercado entre Sudamérica y Estados Unidos, y en Brasil es líder indiscutido con un 38% en rutas locales y un 26% en internacionales. Esta estrategia no solo captura el potencial del mayor mercado del continente, sino que también diversifica sus ingresos y reduce su dependencia de economías más pequeñas y volátiles.
El éxito ha generado lo que los analistas llaman "el dilema del exceso de efectivo". Con más de US$ 2.000 millones en caja, el doble que antes de la pandemia, la pregunta ya no es sobre la solvencia, sino sobre el uso del capital. La respuesta de la compañía ha sido clara: confianza. En los últimos meses, ha pagado US$ 292 millones en dividendos y ha ejecutado un agresivo programa de recompra de acciones por más de US$ 580 millones.
El ciclo de LATAM parece completo. De la turbulencia de la quiebra ha emergido una compañía más ligera, rentable y estratégicamente más astuta. Su historia reciente demuestra que en el volátil negocio de la aviación, la capacidad de adaptación y la visión a largo plazo no solo garantizan la supervivencia, sino que pueden pavimentar el camino hacia la cima.