Hace poco más de dos meses, en los primeros días de agosto, una noticia financiera sacudió el sector de la salud privada en Chile. Clínica MEDS, la marca indeleblemente asociada a la recuperación de futbolistas y atletas de alto rendimiento, anunció un aumento de capital por $45 mil millones de pesos (cerca de 47 millones de dólares). La cifra, por sí sola, es significativa, pero su propósito revela una transformación mucho más profunda: MEDS deja de ser principalmente un actor de nicho para convertirse en un competidor integral en el saturado y competitivo mercado de la salud de alta complejidad. La jugada, liderada por la familia Ibáñez Atkinson y un grupo de médicos accionistas, no es solo una expansión de infraestructura; es una redefinición de su identidad y un desafío directo a los gigantes del sector.
El plan de MEDS es ambicioso y concreto. Los fondos se destinarán a un plan de crecimiento a tres años cuyo pilar es la construcción de la nueva Clínica MEDS Príncipe de Gales, proyectada para abrir sus puertas en el segundo semestre de 2026. Con una superficie de 23.000 m², similar a su sede principal en La Dehesa, el nuevo centro no se enfocará en traumatología. Su oferta incluirá oncología, urología, ginecología, cardiología, neurología e incluso un servicio completo de psiquiatría con hospitalización.
Contará con 10 pabellones, 100 boxes de consulta y 80 camas, apuntando a realizar 12.000 cirugías mayores ambulatorias al año. Este movimiento estratégico fue reconocido indirectamente cuando su gerenta general Corporativa, Priscilla Molina, fue galardonada a principios de agosto como una de las "Innovadoras en Salud 2025". Bajo su gestión, la clínica ya había dado pasos hacia la diversificación, implementando un exitoso plan de telemedicina durante la pandemia y creando el primer Comité de Pacientes en una clínica privada, sentando las bases para un modelo más centrado en el paciente integral que en la lesión específica.
La decisión de MEDS de entrar en la alta complejidad general la posiciona en un nuevo campo de juego. Ya no compite solo con centros especializados, sino que entra a disputar pacientes con actores consolidados como Clínica Alemana, Clínica Las Condes y Clínica de la Universidad de los Andes. Esta irrupción podría intensificar la competencia en el sector oriente de Santiago, un área geográfica que concentra la mayor parte de la oferta y demanda de salud privada del país.
Para los pacientes con capacidad de pago, esto podría traducirse en más opciones y una potencial mejora en la calidad del servicio. Sin embargo, para el ecosistema de salud, plantea una pregunta incómoda: ¿estamos presenciando una nueva fase de la "carrera armamentista" médica, donde las clínicas invierten millones en tecnología y hotelería para atraer al mismo segmento de la población, mientras la brecha con el sistema público se profundiza?
La expansión de MEDS ocurre en un contexto nacional donde la principal angustia sanitaria son las listas de espera del sistema público. Mientras la clínica privada asegura su financiamiento para crecer, figuras políticas como el candidato presidencial Johannes Kaiser visitaban, casi en los mismos días del anuncio, centros privados de menor escala como un modelo para aliviar la carga de los hospitales públicos. Esta superposición de eventos expone una disonancia fundamental en el debate sobre la salud en Chile.
Por un lado, el sector privado opera bajo una lógica de mercado, identificando oportunidades de negocio y expandiéndose para capturar mayor rentabilidad, como lo demuestra la apuesta de MEDS. Por otro, el discurso público y político busca desesperadamente soluciones a una crisis de acceso y oportunidad que afecta a millones de usuarios de FONASA. La expansión de una clínica de alta gama en una de las comunas más ricas del país, si bien es una noticia empresarial de primer orden, no ofrece una respuesta directa a este problema estructural. Más bien, subraya la existencia de dos sistemas de salud que corren en paralelo, con velocidades, recursos y prioridades radicalmente distintas.
El aumento de capital de MEDS ya es un hecho y el período de opción preferente para sus accionistas finalizó en septiembre. Los planos están aprobados y la construcción comenzará pronto. La decisión estratégica está tomada. Sin embargo, las consecuencias de este movimiento van más allá de los balances financieros. La transformación de MEDS de un especialista a un generalista de élite reconfigurará la competencia y la oferta en la salud privada. Pero la pregunta sobre si este tipo de desarrollo contribuye a un sistema de salud más equitativo o si, por el contrario, acentúa la fragmentación, sigue abierta. El caso MEDS es, en definitiva, un capítulo más en la larga historia de la tensión entre negocio y derecho a la salud en Chile, una narrativa cuyo desenlace aún está por escribirse.