El Puente Lo Saldes se cierra por completo: La anatomía de una crisis urbana que tardó seis meses en abordarse

El Puente Lo Saldes se cierra por completo: La anatomía de una crisis urbana que tardó seis meses en abordarse
2025-08-05
Fuentes
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  • Un puente de 70 años falla en febrero; su reparación total comienza recién en agosto.
  • La demora expuso la tensión entre el MOP y los municipios, y la fragilidad de la infraestructura crítica de Santiago.
  • El caso revela un debate mayor: la planificación urbana versus la respuesta reactiva a crisis predecibles.

Hoy, 5 de agosto de 2025, el Puente Lo Saldes —una arteria vital que conecta Vitacura, Providencia y Lo Barnechea— inicia un cierre total de 18 días. Este evento no es una sorpresa, sino el clímax de una crisis que se ha gestado durante casi seis meses, exponiendo las grietas no solo en el hormigón de una estructura de más de 70 años, sino también en la coordinación política y la capacidad de respuesta del Estado frente al colapso de su infraestructura crítica.

Pregunta y Respuesta: ¿Cómo una falla estructural se transformó en un caos de seis meses?

¿Cuándo y cómo comenzó todo?

El 13 de febrero de 2025, el Ministerio de Obras Públicas (MOP) ordenó el cierre parcial del puente tras detectar un desprendimiento en su losa y una falla en una viga exterior. La medida era de emergencia. En ese momento, las proyecciones iniciales del MOP sugerían que las reparaciones tomarían cerca de un mes. La realidad fue drásticamente diferente.

¿Qué pasó durante los meses de espera?

Marzo, abril y mayo transcurrieron sin un cronograma claro. Mientras el MOP realizaba análisis técnicos, miles de ciudadanos enfrentaban un colapso vial diario. La congestión en rutas alternativas como Avenida Andrés Bello y la rotonda Pérez Zujovic se volvió la norma, duplicando los tiempos de traslado. La frustración ciudadana escaló en redes sociales, con quejas sobre la inacción y el cobro normal de peajes por parte de Costanera Norte pese al servicio deficiente. Los municipios afectados, como Las Condes, intentaron mitigar el impacto ajustando semáforos, pero los resultados fueron insuficientes para contener los “tacos” monumentales.

¿Cómo reaccionaron las autoridades políticas?

La demora transformó un problema técnico en un conflicto político. La alcaldesa de Vitacura, Camila Merino (Evópoli), fue de las primeras en exigir claridad. Sin embargo, la voz más resonante fue la del alcalde de Providencia, Jaime Bellolio (UDI), quien a fines de junio instó públicamente al MOP a “ponerse las pilas”. Bellolio subrayó que, si bien los municipios no tenían la facultad para reparar el puente, sí sufrían las consecuencias directas, advirtiendo sobre el efecto acumulativo con otras obras en la zona, como la construcción del futuro teleférico.

¿Cuándo llegó la solución?

La presión política y mediática pareció surtir efecto. El 11 de julio, casi cinco meses después de la falla inicial, el subsecretario de Obras Púbicas, Danilo Núñez, anunció finalmente un plan concreto: las obras de reparación comenzarían el 14 de julio, tendrían una duración total de nueve semanas y un costo cercano a las 20.000 UF. El plan incluía el cierre total del viaducto a partir del 5 de agosto, lo que obligó a modificar el trazado de cinco recorridos del sistema Red de Movilidad (409, 411, 502, 542 y 546e), trasladando el impacto también a los usuarios del transporte público.

Las capas del problema: Más allá del hormigón

El caso del Puente Lo Saldes no es un hecho aislado, sino un síntoma de debates más profundos sobre el modelo de desarrollo urbano en Chile.

  1. Infraestructura envejecida vs. Mantenimiento predictivo: El puente, con más de siete décadas de servicio, es un ejemplo de la infraestructura crítica que envejece sin un plan de mantenimiento proactivo. La crisis fue una reacción a una falla evidente, no una acción preventiva. Esto plantea una pregunta incómoda: ¿cuántas otras estructuras vitales en Santiago y otras ciudades del país operan al límite de su vida útil, esperando una falla para ser intervenidas?
  1. La “permisología” y la burocracia estatal: Aunque no se mencionó explícitamente en este caso, el contexto es relevante. Cartas de autoridades del Ministerio de Vivienda y Urbanismo (Minvu) publicadas en la misma época discutían la necesidad de modernizar las Direcciones de Obras Municipales (DOM) y agilizar la “permisología”. La lentitud en la respuesta del MOP refleja una cultura institucional que, a menudo, se ve superada por la urgencia de los problemas urbanos, donde la planificación y ejecución de obras se entrampan en procesos burocráticos.
  1. Coordinación intergubernamental: La tensión visible entre el MOP (gobierno central) y los alcaldes (gobiernos locales) demostró una falta de comunicación fluida y de un liderazgo claro en la gestión de la crisis. Mientras los municipios lidiaban con el descontento ciudadano diario, el MOP operaba con tiempos técnicos que no se alineaban con la urgencia social.

Estado actual: Una reparación en marcha y una lección pendiente

El Puente Lo Saldes está, finalmente, en reparación. El cronograma de nueve semanas está en curso y se espera que la estructura recupere su plena capacidad en septiembre. Sin embargo, la historia de estos seis meses deja un debate abierto. El episodio ha servido como un costoso recordatorio de que la resiliencia de una ciudad no solo depende de la solidez de sus puentes, sino de la agilidad de sus instituciones, la visión de su planificación a largo plazo y su capacidad para actuar antes de que las grietas se hagan insostenibles.

La historia permite un análisis profundo sobre la fragilidad de la infraestructura crítica urbana y sus consecuencias sistémicas. El evento, que se ha desarrollado a lo largo de varios meses, muestra una clara evolución desde el problema inicial hasta sus efectos visibles en la movilidad, la gestión política y la vida cotidiana de los ciudadanos. Ofrece la oportunidad de examinar las tensiones entre la planificación a largo plazo, el mantenimiento y la respuesta política a crisis predecibles, generando una reflexión sobre la resiliencia de las ciudades modernas.