Bolivia vota entre escombros: La guerra interna del MAS redibuja el mapa político a días de la elección

Bolivia vota entre escombros: La guerra interna del MAS redibuja el mapa político a días de la elección
2025-08-06
Fuentes
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  • La pugna por el poder entre Evo Morales y Luis Arce escaló de la arena política a la violencia callejera, dejando un saldo de al menos seis muertos y un movimiento social fracturado.
  • A 11 días de las elecciones, la izquierda boliviana llega dividida en al menos dos frentes, mientras la oposición de derecha se consolida y capitaliza el desgaste del proyecto hegemónico.
  • Más allá de la crisis política, la economía y las tensiones territoriales marcan una encrucijada para un país que conmemora 200 años de independencia en un escenario de profunda incertidumbre.

La encrucijada del Bicentenario

Hoy, 6 de agosto de 2025, Bolivia conmemora 200 años de una independencia que, como narra la historia, fue la última en consolidarse en Sudamérica a pesar de haber sido la primera en gestarse. La paradoja parece un eco del presente. A solo 11 días de unas elecciones presidenciales cruciales, el país no celebra en unidad, sino que mide las réplicas de un terremoto político interno que ha desmantelado al Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que gobernó casi ininterrumpidamente por dos décadas. La llamada "guerra de los dos soles" entre el expresidente Evo Morales y su sucesor, Luis Arce, ha dejado un país fracturado, una estela de violencia y un mapa político irreconocible.

Lo que hoy es un escenario electoral atomizado, con una derecha fortalecida y una izquierda canibalizada, era a fines de mayo una protesta focalizada. Cientos de seguidores de Morales marchaban en La Paz exigiendo al Tribunal Supremo Electoral (TSE) la inscripción forzosa de su líder, pese a una inhabilitación judicial y plazos vencidos. Las cacerolas vacías de las manifestantes no solo reclamaban por su caudillo, sino que también eran un síntoma de una crisis económica galopante, marcada por la escasez de dólares y combustibles, que el gobierno de Arce no lograba contener.

De la protesta a la pólvora: la escalada en Llallagua

La tensión latente implosionó en junio. La estrategia de los "evistas" para presionar al gobierno escaló a bloqueos de carreteras en regiones clave como Potosí, Cochabamba y Oruro. La respuesta del presidente Arce fue ordenar el desbloqueo con fuerzas policiales y militares. El 11 de junio, en el poblado minero de Llallagua, la confrontación se volvió letal. Un operativo para despejar una ruta terminó con un policía muerto y otro herido por disparos de arma de fuego.

En 24 horas, la cifra de víctimas escaló dramáticamente. El gobierno, a través del viceministro Jhonny Aguilera, denunció una violencia organizada y extrema por parte de los manifestantes, acusando el uso de dinamita, armas de fuego e incluso francotiradores. Para el 15 de junio, el saldo oficial era de seis fallecidos: cuatro policías y dos civiles. Uno de los civiles, un joven de 17 años, fue linchado por manifestantes al ser acusado de ser "informante de la policía", según el ministro de Gobierno. El otro habría muerto al manipular un explosivo.

El gobierno de Arce denunció a Morales por ocho delitos, incluyendo terrorismo e instigación a delinquir. Morales, atrincherado en su bastión cocalero del Chapare desde octubre de 2024 para evadir una orden de detención por otro caso, acusó a Arce de persecución política y de traicionar el "proceso de cambio". La fractura era total y sangrienta.

El tablero electoral: todos contra todos

Con Morales fuera de la papeleta, la pugna se trasladó a sus herederos. El MAS oficialista, leal a Arce, proclamó al exministro Eduardo del Castillo. El ala "evista", por su parte, levantó la candidatura del joven presidente del Senado, Andrónico Rodríguez. La izquierda, que durante años fue un monobloque, llegaba a las elecciones dividida y enfrentada.

El primer debate presidencial, el 1 de agosto, fue el escenario de la autopsia pública del MAS. Los candidatos de la derecha, como el empresario Samuel Doria Medina y el expresidente Jorge "Tuto" Quiroga, concentraron todos sus ataques en Andrónico Rodríguez, responsabilizándolo no solo por su cercanía con Morales, sino por todos los fracasos del oficialismo. La estrategia fue clara: hundir al candidato "evista", que hasta entonces marcaba tercero en las encuestas.

Lo que reveló la disonancia cognitiva del momento fue que incluso el candidato del MAS oficial, Eduardo del Castillo, interpeló a Rodríguez, su excompañero. "Estás extraviado. Los adversarios políticos son otros", le respondió un arrinconado Rodríguez, evidenciando la incapacidad de la izquierda para procesar su propia implosión. Mientras tanto, los candidatos de derecha ya tejían alianzas programáticas en cámara, anticipando una victoria y una futura mayoría legislativa.

Más allá del Altiplano: otras Bolivias en disputa

Mientras la élite política en La Paz y los bastiones andinos se desangraba en su lucha de poder, otras narrativas emergían desde las tierras bajas. En Santa Cruz, la Escuela de Periodismo Indígena, un proyecto de las naciones guaraní y chiquitana, busca formar comunicadores que fortalezcan su autonomía territorial y su cultura. Sus preocupaciones no son la pugna Arce-Morales, sino la defensa del territorio frente a los avasalladores, los incendios y el narcotráfico. Su periodismo, bilingüe y anclado en una cosmovisión donde la naturaleza tiene espíritu, recuerda que Bolivia es un país mucho más complejo y diverso que la disputa que acapara los titulares.

Esta crisis se desarrolla en un país que, según el análisis de la BBC, carga con una historia de inestabilidad. El "proceso de cambio" del MAS prometió ser una refundación histórica, pero su actual desintegración plantea preguntas sobre la sostenibilidad de los proyectos políticos personalistas y la fragilidad de las instituciones frente a las ambiciones de poder.

El tema no está cerrado. A días de la votación, la incertidumbre es la única certeza. La derecha se perfila como la gran beneficiaria del colapso del MAS, pero ninguna fuerza parece capaz de aglutinar una mayoría clara. La pregunta que resuena en este bicentenario amargo no es solo quién gobernará Bolivia, sino cómo se podrá reconstruir un proyecto de país desde los escombros de una guerra fratricida.

La historia presenta una clara y dramática evolución narrativa a lo largo de los últimos 90 días, desde maniobras políticas hasta enfrentamientos violentos con consecuencias fatales. Permite un análisis profundo sobre la erosión de un proyecto político dominante, las luchas de poder personal que socavan las instituciones y el impacto social de la polarización en un país vecino. Las consecuencias son visibles en las víctimas, la fractura del panorama político y la incertidumbre en torno al próximo ciclo electoral. La distancia temporal permite conectar los eventos iniciales de mayo con los resultados violentos de junio y los realineamientos políticos de julio y agosto, ofreciendo una narrativa completa y contextualizada.