El 5 de agosto de 2025, una noticia sacudió el mercado nacional: Cementos Bío Bío (CBB), una de las cementeras más icónicas del país fundada en 1957 y controlada por las familias Briones, Rozas y Stein, anunciaba un acuerdo para ser adquirida por la gigante belga Carmeuse. La operación, valorada en US$ 505 millones a través de una Oferta Pública de Adquisición (OPA), no es solo una transacción millonaria más. Es el símbolo de un proceso de transformación más profundo y silencioso que ha madurado en los últimos tres meses: la consolidación del capital extranjero en áreas estratégicas de la economía chilena.
Este evento no surgió de la nada. A fines de 2024, un intento de OPA por parte de la peruana Yura había fracasado, evidenciando que el control de CBB ya estaba en juego. La llegada de Carmeuse, sin embargo, tiene una lectura distinta. Su interés principal no es el cemento, sino el negocio de la cal, un insumo crítico para la industria del litio y la electromovilidad. La compra, por tanto, no es solo financiera, sino una jugada estratégica para asegurarse un eslabón en la cadena de valor de la economía verde global, operado desde Chile pero decidido en Europa.
Mirar hacia atrás, a los meses de mayo y junio, revela que el caso de CBB es la culminación de una tendencia. El mapa corporativo chileno ha visto cómo varias de sus piezas cambiaban de bandera con una rapidez inusitada.
- Ingeniería y Data Centers: El 26 de junio, Fleischmann S.A., una empresa de ingeniería con más de 80 años de historia familiar, fue adquirida por la española Dragados, filial del grupo ACS de Florentino Pérez. El objetivo era claro: reforzar su presencia en el creciente sector de infraestructura digital y data centers en Chile, un mercado que proyecta inversiones por US$ 2.500 millones en los próximos cinco años.
- La batalla por el software: El ecosistema tecnológico también fue protagonista. El mismo 26 de junio, la noruega Visma compró Talana, una exitosa firma chilena de software de recursos humanos, consolidando su agresiva expansión en Latinoamérica tras haber adquirido Rex+ meses antes. Un mes antes, el 28 de mayo, la colombiana Siigo había hecho lo propio con Kame ERP, otra empresa de software contable chilena, inyectando US$ 6 millones para triplicar su tamaño. En ambos casos, el patrón es el de consolidación regional: empresas latinoamericanas o europeas creando grandes conglomerados tecnológicos donde las firmas chilenas pasan de ser líderes locales a filiales de un engranaje mayor.
La pregunta que surge es por qué los grupos controladores locales, desde familias tradicionales hasta fondos de inversión, deciden vender. Las razones son diversas y complejas, y escapan de una única explicación.
Este cambio de propiedad genera una disonancia constructiva sobre el futuro del país. No existe una respuesta simple sobre si esta tendencia es positiva o negativa, sino un abanico de consecuencias que merecen ser analizadas.
- La visión optimista: La llegada de capital extranjero trae consigo inversión fresca, tecnología de punta y mejores prácticas de gestión. Siigo prometió triplicar el personal de Kame. ACS busca potenciar a Fleischmann en el mercado de data centers. Esta inyección de recursos puede aumentar la productividad, generar empleo de calidad y conectar a las empresas chilenas con cadenas de valor globales de una manera más robusta. El nombramiento de ejecutivos chilenos en altos cargos de multinacionales, como el de Cristian Barrientos en Walmart México y Centroamérica, sugiere que el talento local también se beneficia y se exporta.
- La visión crítica: Por otro lado, la pérdida de control de empresas emblemáticas plantea interrogantes sobre la autonomía económica y estratégica de Chile. Las decisiones críticas sobre inversión, desarrollo de productos y gestión de recursos humanos ya no se tomarán en Santiago, sino en Madrid, Bruselas u Oslo. ¿Qué impacto tendrá esto en el desarrollo de proveedores locales? ¿Se reinvertirán las utilidades en Chile o se repatriarán a las casas matrices? La desaparición de directorios y liderazgos empresariales con arraigo local podría debilitar un ecosistema que, con sus luces y sombras, ha sido un motor del desarrollo nacional.
El tema está lejos de estar cerrado. La reciente fusión de los bancos Bice y Security muestra que también hay un movimiento de consolidación local para crear actores más fuertes, capaces de competir en este nuevo escenario. Sin embargo, la tendencia dominante de los últimos meses apunta a una reconfiguración del poder económico, donde Chile pasa de ser una sede de control a una plataforma de operaciones para estrategias globales. El desafío para el país será cómo navegar esta nueva realidad, maximizando los beneficios de la inversión extranjera sin sacrificar la capacidad de trazar un rumbo propio.