Dos meses después de que la Democracia Cristiana (DC) comenzara a debatir su encrucijada presidencial, la fractura interna ha dejado de ser un rumor de pasillo para convertirse en un cisma público. La declaración del expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien este 6 de agosto calificó el apoyo de su partido a la candidata comunista Jeannette Jara como una "traición de principios con fines electorales", no es solo una opinión: es el epitafio de una forma de entender la política en Chile. A continuación, desglosamos en formato de preguntas y respuestas la evolución y las consecuencias de un quiebre que redefine el tablero político nacional.
El 26 de julio, la Junta Nacional de la Democracia Cristiana tomó una decisión histórica: apoyar la candidatura presidencial de Jeannette Jara, militante del Partido Comunista y abanderada de la coalición "Unidad por Chile". La relevancia de este hecho, que ha madurado durante semanas, explotó con las palabras del expresidente Frei. Su condena pública, afirmando que "este es un camino que no comparto en absoluto y que no voy a seguir", evidencia que la decisión no fue un simple acuerdo pragmático, sino un punto de quiebre existencial para el partido. Frei, un militante de casi 70 años e hijo de uno de los fundadores del partido, personifica la memoria histórica de la DC, un partido nacido precisamente como una alternativa a los extremos políticos, incluyendo el marxismo. Su negativa a seguir la línea oficial, aunque sin renunciar a su militancia, instala un conflicto de lealtades de consecuencias impredecibles.
La decisión no fue repentina, sino el resultado de un largo declive electoral y una creciente irrelevancia política. Figuras como el diputado Eric Aedo se adelantaron a la decisión oficial, anunciando su respaldo a Jara el 10 de julio, argumentando la necesidad de influir en un futuro gobierno y asegurar la supervivencia parlamentaria del partido. Esta facción pragmática, hoy liderada por el presidente interino Francisco Huenchumilla, considera que el "camino propio" es un suicidio político. Tras la renuncia del anterior timonel, Alberto Undurraga, quien calificó la alianza como un "error doctrinario", la nueva directiva aceleró la integración. El 5 de agosto, se reunieron formalmente con Jara para proponer nombres para su comando, como Ana María Correa y Ernesto Moreno, buscando incidir en áreas clave como economía y seguridad.
La pugna interna se puede resumir en dos lógicas irreconciliables:
Para la campaña de Jara, la incorporación de la DC es una victoria estratégica. Le permite ampliar su base de apoyo hacia el centro, moderar su imagen y construir una mayoría más robusta. Sin embargo, el costo es la necesidad de ajustar su programa para dar cabida a sus nuevos socios. La propia candidata ha reconocido públicamente su incomodidad con algunas de las propuestas más radicales de su programa de primarias, como la idea de "crecimiento por demanda interna", calificándola de "desafortunada". Su jefe económico, Luis Eduardo Escobar, ha reafirmado que el objetivo es construir un programa de "toda la centroizquierda", lo que implica concesiones que generan, a su vez, tensiones con el ala más dura de su propio partido, el PC.
El tema no está cerrado; ha entrado en una nueva fase de conflicto abierto. La DC se ha integrado formalmente a la campaña, pero lo hace como un partido fracturado. La declaración de Frei no es un hecho aislado, sino un llamado a la resistencia para un sector significativo de la militancia y del electorado histórico del partido.
Las consecuencias a mediano plazo son profundas:
En definitiva, la agonía de la Democracia Cristiana no es solo el drama interno de un partido en crisis. Es el síntoma más claro del fin de una era y la dolorosa reconfiguración de las identidades políticas en un Chile que aún no encuentra su nuevo equilibrio.
2025-08-06
2025-07-10