El futuro de Gaza ya no se debate con el lenguaje de la diplomacia, sino con el de las hojas de cálculo. Tras meses de conflicto y una tregua frágil, la conversación sobre la soberanía palestina ha sido reemplazada por una más pragmática y, para algunos, más siniestra: la gestión del desastre como modelo de negocio. Las declaraciones son claras. El ministro de Exteriores de Israel, Gideon Saar, afirmó a finales de julio de 2025 que “no habrá un Estado palestino”. Casi en paralelo, Estados Unidos sancionaba a la Autoridad Palestina, debilitando al último vestigio de la gobernanza tradicional palestina.
Este vacío de poder no es accidental. Es el terreno fértil para un nuevo paradigma. Con Hamás presionado por naciones árabes para que se desarme y la Autoridad Palestina neutralizada, la pregunta ya no es quién gobernará Gaza, sino cómo se administrará. La respuesta está emergiendo desde un entramado de consultoras internacionales, empresas de seguridad y fondos de inversión.
El futuro de Gaza se está construyendo sobre tres pilares que transforman un problema político en uno logístico. Cada pilar representa una fase de un mismo proyecto.
1. El campamento humanitario permanente:
El plan, revelado por el ministro de Defensa israelí, Israel Katz, es el primer paso. Consiste en construir una “ciudad humanitaria” sobre las ruinas de Rafah para confinar a toda la población de Gaza, más de dos millones de personas. No se trata de un refugio temporal, sino de una solución de contención a largo plazo. Una vez dentro, los residentes no podrían salir. Este modelo centraliza a la población, simplifica el control y la vigilancia, y la convierte en receptora pasiva de una ayuda gestionada por terceros. Es la externalización de la responsabilidad sobre una población civil.
2. El Estado de seguridad privatizado:
El prototipo ya está en funcionamiento: la Gaza Humanitarian Foundation (GHF). Documentos e investigaciones periodísticas revelan cómo consultoras como Boston Consulting Group (BCG) y contratistas de seguridad como Orbis Operations, dirigida por un exagente de la CIA, diseñaron este sistema. La GHF gestiona la distribución de alimentos con personal de seguridad privado estadounidense y protección del ejército israelí.
El resultado ha sido catastrófico. Médicos en terreno y la ONU reportan más de un millar de muertes por disparos en los puntos de reparto, describiéndolos como “cebos mortales”. Este modelo crea una zona de amortiguamiento: la violencia y el caos de la gestión diaria no recaen directamente sobre el Estado de Israel, sino sobre sus contratistas privados. La seguridad y la logística se convierten en un servicio tercerizado.
3. La Zona Económica Especial:
Este es el incentivo económico. Con la población contenida y la seguridad externalizada, el resto del territorio de Gaza, especialmente su valiosa costa, queda disponible para la reconstrucción y la inversión. Proyectos como “Gaza Riviera”, aunque incipientes, revelan la visión a largo plazo: transformar la Franja en un centro comercial y de inversión. El capital necesario no provendría de la reconstrucción de una nación, sino de oportunidades de negocio en un territorio “pacificado” y despejado. La tierra, despojada de su contexto político, se convierte en un activo inmobiliario.
Si estas tendencias se consolidan, el futuro de Gaza podría ser una distopía de dos niveles. Por un lado, una o varias zonas humanitarias densamente pobladas, administradas por un consorcio de ONGs y empresas de seguridad. Una población dependiente, sin derechos políticos ni libertad de movimiento, viviendo de la ayuda internacional en un enclave permanente.
Por otro lado, el resto del territorio, la frontera económica. Zonas costeras reconstruidas, infraestructura portuaria y energética al servicio de intereses israelíes e internacionales, completamente desconectadas de la población palestina confinada a pocos kilómetros.
Los factores de incertidumbre son relevantes. ¿Podrá la presión internacional o una coalición de países árabes ofrecer una alternativa viable? ¿Qué forma tomará la resistencia palestina ante un enemigo que ya no es solo un ejército, sino un conglomerado de corporaciones?
Lo que parece claro es que la lógica del capitalismo de desastre ha encontrado en Gaza su laboratorio perfecto. Un lugar donde la ausencia de una solución política no es un fracaso, sino una oportunidad de mercado. El objetivo final ya no es la paz, sino la estabilidad de un sistema rentable que gestiona el conflicto en lugar de resolverlo.