El algoritmo que divide a Chile: El Sistema de Admisión Escolar define su propósito entre la equidad y el mérito

El algoritmo que divide a Chile: El Sistema de Admisión Escolar define su propósito entre la equidad y el mérito
2025-08-07
Fuentes
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- El debate trasciende el algoritmo: se disputa el modelo de sociedad entre inclusión y esfuerzo individual.

- Cifras en conflicto: Mientras el Gobierno defiende una reducción del 35% en la segregación, centros de estudio cuestionan la causalidad.

- La discusión no está cerrada: El futuro del sistema se debate en el Congreso, con el mérito académico como punto central de la discordia.

A principios de agosto, como cada año, miles de familias chilenas iniciaron el ritual de postulación al Sistema de Admisión Escolar (SAE). Sin embargo, lo que parece un trámite administrativo es, en realidad, el punto de ebullición de una de las discusiones más profundas y no resueltas del Chile actual. Dos meses después del inicio del proceso 2026, la controversia ha madurado más allá de la anécdota del cupo perdido o ganado. Hoy, el debate no es sobre un algoritmo, sino sobre los principios que deben dar forma a la sociedad: ¿debe la educación ser un motor de integración que nivele la cancha o una plataforma que premie el mérito individual?

La discusión de este año llegó con una novedad: un ajuste técnico que reemplaza el sorteo aleatorio puro por un ordenamiento basado en el RUT para resolver los empates. Para el gobierno, como defendió la subsecretaria de Educación, Alejandra Arratia, este cambio otorga más transparencia y responde a un acuerdo político, manteniendo intacto el espíritu del SAE: garantizar postulaciones sin discriminación ni exclusión. Para sus críticos, como María Paz Arzola del centro de estudios Libertad y Desarrollo, es un cambio cosmético que no altera el hecho de que el azar sigue siendo un factor determinante para el futuro de miles de estudiantes, especialmente en colegios de alta demanda.

Esta tensión revela dos visiones del mundo que chocan en la puerta de la sala de clases. Para entender la profundidad del desacuerdo, es útil desglosarlo en sus preguntas fundamentales.

Preguntas y Respuestas: Las dos caras del sistema

1. ¿Es el SAE una "tómbola" o un sistema ecuánime?

Desde el oficialismo, la respuesta es clara: el SAE es un pilar de la Ley de Inclusión que terminó con prácticas discriminatorias como las entrevistas a los padres o las pruebas de admisión a temprana edad. Sostienen que más del 70% de los postulantes queda en una de sus preferencias y que el mecanismo aleatorio es un último recurso, transparente y objetivo, para asignar vacantes en establecimientos sobredemandados. La palabra "tómbola", argumentan, es un relato instalado por sectores que añoran la selección.

Desde la vereda opuesta, la crítica es implacable. El término "lotería", afirman, es técnicamente correcto para describir un componente aleatorio. Consideran injusto que el esfuerzo de un estudiante o la preferencia de una familia quede supeditado al azar. Para este sector, la libertad de elección de los padres y el reconocimiento del mérito son principios superiores que el sistema actual ha debilitado, generando una profunda frustración en quienes no obtienen el cupo deseado.

2. ¿Ha reducido realmente la segregación?

Uno de los argumentos centrales del Ministerio de Educación es el éxito del SAE en la reducción de la segregación socioeconómica. Citando un informe del CIAE de la Universidad de Chile, la subsecretaria Arratia afirmó que esta ha caído un 35% desde 2015 en establecimientos subvencionados. Este dato se presenta como la prueba de que el sistema funciona.

Sin embargo, esta cifra es disputada. Investigadores de la oposición política señalan que dicha reducción habría ocurrido en cohortes que ingresaron al sistema educativo antes de la implementación universal del SAE, sugiriendo que otras políticas o factores podrían ser la causa. Otros estudios, argumentan, han encontrado un efecto nulo o marginal del sistema sobre la composición social de las escuelas. El debate, por tanto, no es solo ideológico, sino también metodológico, dejando al ciudadano sin una verdad concluyente.

3. ¿Debería volver el mérito académico a la selección?

Este es el corazón del conflicto. Quienes defienden el SAE actual argumentan que reintroducir el mérito académico, sobre todo en la educación básica y media, sería un retroceso que restauraría la segregación. La escuela, en su visión, debe ser un espacio de integración social donde estudiantes de distintos orígenes y capacidades aprendan juntos. El foco debe estar en la calidad del proyecto educativo, no en la selección de sus estudiantes.

En contraste, quienes abogan por el mérito lo ven como un acto de justicia y un incentivo al esfuerzo. Argumentan que es fundamental que los liceos de alta exigencia, como los emblemáticos, puedan seleccionar a estudiantes con altas capacidades para potenciar sus talentos. Negar esta posibilidad, afirman, es nivelar hacia abajo y castigar la excelencia. La discusión legislativa que se desarrolla actualmente en el Congreso busca encontrar un equilibrio, pero las posturas parecen, por ahora, irreconciliables.

Más allá del algoritmo: Violencia y polarización

Mientras el debate técnico y político continúa, la realidad en las comunidades educativas revela tensiones aún más profundas. El reciente caso de un profesor en Limache, separado de sus funciones por gritar e intentar acallar a estudiantes durante una discusión sobre historia política, es un síntoma de la extrema polarización ideológica que se vive en las aulas. Por otro lado, un grave caso de violencia sexual entre alumnos en un colegio de Quilleco recuerda que la preocupación de los padres por encontrar un entorno seguro y de sana convivencia es tan o más importante que el proyecto académico.

Estos eventos demuestran que la calidad de la educación no se agota en su sistema de admisión. El SAE es la puerta de entrada, pero no resuelve los desafíos de convivencia, salud mental y formación ciudadana que se viven al interior de los establecimientos.

El tema, por tanto, no está cerrado. La modificación al algoritmo no ha calmado las aguas. La verdadera disputa sigue viva en el Congreso y en la opinión pública, dejando a las familias en un estado de ansiedad anual. La pregunta que Chile debe responder no es cómo mejorar un algoritmo, sino qué valores quiere priorizar en la formación de sus futuras generaciones. Y esa es una ecuación que ninguna fórmula matemática puede resolver.

El tema representa un ciclo de debate social que madura anualmente con cada nuevo proceso de postulación, permitiendo un análisis profundo de sus consecuencias políticas, sociales y familiares. La controversia ha evolucionado de una discusión técnica sobre un algoritmo a un símbolo de la tensión ideológica fundamental sobre el mérito, la integración y la equidad en la sociedad. Ofrece una narrativa completa con un origen claro, un desarrollo conflictivo y efectos visibles en la percepción pública y las políticas educativas, superando la inmediatez de la postulación para examinar su impacto estructural a largo plazo.