Hoy, 8 de agosto de 2025, han pasado casi dos meses desde el asesinato de José Reyes Ossa. El crimen del "Rey de Meiggs" dejó de ser una noticia policial para convertirse en un punto de inflexión para Santiago. No fue un ajuste de cuentas más. La detención de Wilson Verdugo Díaz, un empresario cercano y amigo de la víctima, como presunto autor intelectual, fracturó la narrativa. Reveló que la violencia no solo provenía de bandas externas, sino que estaba anidada en el corazón de las propias redes de poder del barrio.
El método —sicarios profesionales y un pago millonario— expuso una economía subterránea mucho más sofisticada y violenta de lo que se admitía públicamente. El asesinato no fue la causa de la crisis de Meiggs; fue el síntoma más visible de un sistema de gobernanza informal que había colapsado por su propia brutalidad. Este hecho forzó al Estado a intervenir de una forma que había evitado durante años.
La reacción oficial fue contundente y mediática. A fines de julio, la Municipalidad de Santiago, con fuerte respaldo policial, ejecutó el plan de recuperación del barrio. El desalojo de los "toldos azules", símbolo del comercio ambulante descontrolado, fue una declaración de intenciones. El mensaje era claro: el Estado volvía a tomar el control del territorio.
Sin embargo, la realidad en el terreno demostró que el control es frágil. La primera noche del operativo se registraron ataques con bombas molotov. Días después, equipos de prensa que cubrían la situación fueron amenazados y agredidos por sujetos que aún consideran el barrio como suyo. Estos actos de resistencia no son simples hechos delictuales; son la defensa de una economía y un orden que, aunque criminal para el resto de la ciudad, proveía sustento y poder a muchos dentro de Meiggs. La intervención policial, por necesaria que fuera, solo abordó la capa más superficial del problema.
El barrio se encuentra ahora en una encrucijada. Las decisiones que se tomen en los próximos meses definirán su futuro y sentarán un precedente para otros espacios públicos en disputa. Se perfilan dos escenarios principales.
Escenario 1: El Barrio Fortificado (2026-2030)
Bajo la presión de la opinión pública que exige seguridad inmediata, las autoridades optan por una solución de control. Meiggs se convierte en una zona de vigilancia intensiva. Se instalan más cámaras con reconocimiento facial, aumentan las patrullas permanentes y se establecen controles de acceso estrictos. El comercio ambulante se erradica por completo.
Escenario 2: La Regeneración Urbana Integral (2026-2035)
Inspirados por las voces de urbanistas y experiencias internacionales como las de Medellín o Barcelona, un grupo de actores públicos y privados impulsa una estrategia a largo plazo. La seguridad policial se mantiene como pilar, pero se complementa con otras acciones.
1. Urbanismo táctico: Se rediseña el espacio público. Calles más amplias, mejor iluminación, áreas verdes y zonas designadas claramente para el comercio formal y ferias reguladas.
2. Formalización económica: Se crean programas de apoyo para que los comerciantes ambulantes con historial limpio puedan formalizarse, accediendo a créditos, capacitación y puestos en mercados regulados.
3. Gobernanza participativa: Se establecen mesas de trabajo permanentes con comerciantes establecidos, juntas de vecinos y organizaciones sociales para cogestionar la seguridad y el desarrollo del barrio.
La elección no es simple. El camino de la fortificación ofrece resultados rápidos y visibles, pero es una solución superficial y costosa a largo plazo. El de la regeneración es un desafío mayor, pero es el único que ofrece una solución sostenible. El asesinato del "Rey de Meiggs" abrió una herida profunda, pero también una oportunidad única para repensar cómo Santiago quiere convivir en sus espacios más icónicos.