A más de dos meses de la elección que renovó parte de su consejo, y con su nueva directiva ya en funciones, la Sociedad de Fomento Fabril (SOFOFA) ha dejado atrás la incertidumbre electoral para proyectar una imagen de poder consolidado. Sin embargo, un análisis detenido de los resultados de mayo y del discurso de asunción de junio revela una realidad más compleja que una simple continuidad. La SOFOFA de 2025 no tiene un solo rostro, sino dos, que en conjunto definen su nueva y asertiva estrategia de cara al próximo ciclo político del país.
El 25 de junio, Rosario Navarro asumió formalmente su segundo período como presidenta, convirtiéndose en la primera mujer en ser reelecta en la historia del influyente gremio. Su discurso, sin embargo, no fue de mera continuidad. “No son tiempos para la indiferencia ni para la pasividad”, sentenció ante el consejo general, marcando un tono de urgencia y protagonismo. Navarro interpeló directamente al mundo político, asegurando que el gremio tiene “mucho que aportar al debate de ideas” en un ciclo de “definiciones cruciales”.
Este llamado a la acción se traduce en una hoja de ruta clara: impulsar una reforma política para mejorar la gobernabilidad, recuperar la competitividad laboral y tributaria, y, sobre todo, terminar con la “permisología paralizante”. La reelección de Navarro, por tanto, no fue solo un respaldo a su gestión, sino un mandato para que el gremio asuma un rol más beligerante en la discusión pública, pasando de ser un espectador a un proponente activo de políticas.
La narrativa de un liderazgo único y sin contrapesos se matiza al observar los resultados de la elección de consejeros del 27 de mayo. Si bien Rosario Navarro (Sonda) aseguró su cupo con una sólida votación de 125 apoyos, la primera mayoría la obtuvo Luis Felipe Gazitúa (Entel) con 132 votos. Este hecho no es menor. Gazitúa, una figura de peso y de corte más tradicional, representa una fuerza significativa dentro del gremio.
Lejos de ser una señal de división, esta dualidad de liderazgos puede interpretarse como la expresión de las dos almas que coexisten en la élite empresarial actual. Por un lado, el liderazgo de Navarro, que encarna una visión modernizadora, con énfasis en la sostenibilidad, la inclusión —reflejada en el aumento de mujeres consejeras a nueve— y una comunicación pública sofisticada. Por otro, la fuerza de Gazitúa, que representa el poder de las empresas consolidadas y un enfoque pragmático centrado en la eficiencia y la remoción de barreras a la inversión.
Esta dinámica sugiere un equilibrio interno: mientras Navarro articula el discurso público y la estrategia política, el respaldo a figuras como Gazitúa asegura que las preocupaciones centrales del empresariado más tradicional permanezcan en el núcleo de la agenda. El poder gremial no se ha fracturado; se ha vuelto más complejo y representativo de sus diversas corrientes internas.
Con su equipo directivo consolidado —Gonzalo Said como primer vicepresidente y Heriberto Urzúa como segundo—, la SOFOFA se prepara para ser un actor clave en las próximas elecciones presidenciales y parlamentarias. Navarro fue explícita al afirmar que el gremio debe “ser valiente para abordar verdades incómodas”, como el hecho de que “si queremos que Chile vuelva a crecer sobre un 4%, no podemos seguir haciendo más de lo mismo”.
Esta postura proactiva se aleja del rol históricamente más reactivo de los gremios. La SOFOFA no esperará las propuestas de los candidatos, sino que buscará instalar sus propios temas: una reforma profunda al sistema de evaluación ambiental, la modernización del Estado y la creación de un entorno más seguro para la inversión. El gremio ha pasado de defender sus intereses a proponer un modelo de desarrollo, posicionándose como una voz que, desde su perspectiva, busca corregir el rumbo del país.
El proceso electoral de la SOFOFA, por tanto, no está cerrado. Ha evolucionado. Dejó de ser una crónica sobre nombres y votos para convertirse en el punto de partida de una nueva etapa en la relación entre el poder económico y el poder político en Chile. La pregunta ya no es quién lidera el gremio, sino cómo ejercerá ese liderazgo dual y asertivo en un país que se encamina a definir su futuro en las urnas.