A más de un mes de la contundente victoria de Jeannette Jara en las primarias oficialistas del 29 de junio, el eco de la celebración ha dado paso al complejo murmullo de la negociación política. La elección, que definió a la candidata del Partido Comunista (PC) como la abanderada única del progresismo con más del 60% de los votos, no cerró un capítulo; por el contrario, abrió un nuevo escenario cargado de desafíos internos y reconfiguraciones externas. Hoy, la pregunta ya no es quién ganó, sino cómo la ganadora logrará tejer alianzas en una coalición con heridas visibles y enfrentar a una oposición que ve en su figura una oportunidad estratégica.
El triunfo de Jara no fue una sorpresa para los analistas, pero sí la magnitud de su ventaja sobre Carolina Tohá (PPD). La clave, según diversas fuentes, estuvo en la capacidad de movilización del PC, que demostró su disciplina en una jornada con una participación de apenas 1.4 millones de personas, por debajo de las expectativas. Este origen, sin embargo, define su principal desafío. Como señaló la académica Lucía Miranda Leibe en una carta a La Tercera el 30 de junio, Jara enfrenta una doble tarea: "demostrar que su partido puede ser una opción presidenciable a la vez que derrumba los coqueteos y respaldo que puedan tener hacia regímenes dictatoriales".
El Presidente Gabriel Boric se apresuró a respaldarla, llamando a la "unidad" y afirmando que Jara "pasa de inmediato a encabezar las fuerzas del progresismo". No obstante, el camino para materializar ese liderazgo se presenta complejo.
La imagen de unidad proyectada la noche de la primaria, con Tohá y Gonzalo Winter (Frente Amplio) levantando el brazo de Jara, esconde tensiones profundas que han aflorado en las semanas siguientes. La coalición "Unidad por Chile" es hoy un mosaico de lealtades condicionadas y balances internos.
Al otro lado del espectro político, la victoria de Jara fue recibida como una oportunidad. La percepción en la oposición es que una candidata del PC facilita la tarea de aglutinar al electorado de centro y de derecha bajo la bandera del "riesgo" que representaría un gobierno comunista.
La candidata de Chile Vamos, Evelyn Matthei, reaccionó rápidamente. A fines de junio, su comando desmanteló la criticada estructura de once voceros para centralizar la comunicación en su jefe de campaña, Diego Paulsen. La estrategia es clara: polarizar la elección.
Guillermo Ramírez, timonel de la UDI, declaró el 30 de junio que "Jeannette Jara implica un riesgo para el país", acusándola de representar "lo más extremo de este gobierno". Desde el mundo empresarial, Holger Paulmann, presidente de Icare, matizó el análisis. Si bien consideró que el resultado "hace más probable que gane un candidato de derecha", también reconoció las cualidades de Jara para el diálogo y advirtió que si modera su discurso, "mejora sus chances".
El escenario está abierto. La victoria de Jeannette Jara en las primarias fue solo el primer paso de una larga carrera. Su principal tarea en los próximos meses no será solo convencer al país, sino primero consolidar la unidad de su propio sector. Las negociaciones para la lista parlamentaria única y la definición del programa de gobierno serán las verdaderas pruebas de fuego para una coalición que, por ahora, se mantiene unida más por la necesidad de enfrentar a un adversario común que por una convicción plenamente compartida. La paz de los vencedores es, por ahora, una tregua frágil.