El Estadio Nacional se arrienda: La pauta publicitaria que desató la disputa por el alma del coloso de Ñuñoa

El Estadio Nacional se arrienda: La pauta publicitaria que desató la disputa por el alma del coloso de Ñuñoa
2025-08-08
Fuentes
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- Una campaña de marketing de la fintech Fintual, que arrendó la cancha por $3,5 millones, actuó como detonante de un debate latente.

- El uso del recinto enfrenta visiones opuestas: activo comercial, escenario cultural masivo, y un intocable espacio de memoria histórica.

- La Municipalidad de Ñuñoa reclama por las externalidades negativas de los megaeventos, mientras el Estado capitaliza el espacio sin reinvertir en la comunidad local.

Pregunta: ¿Qué pasa cuando un símbolo nacional se pone en arriendo?

Hace dos meses, a fines de junio, lo que parecía una ingeniosa y audaz campaña de marketing de la fintech Fintual se transformó, sin quererlo, en el catalizador de una profunda discusión nacional. Al arrendar la cancha principal del Estadio Nacional por $3,5 millones más IVA para desafiar a la banca tradicional a un partido de fútbol que nunca se jugó, la empresa no solo compró visibilidad, sino que también puso un precio simbólico al uso de un espacio cuya identidad es una compleja amalgama de deporte, cultura, dolor y memoria. Hoy, en agosto de 2025, el eco de ese marcador en cero resuena en un debate mucho más amplio y aún sin resolver: ¿cuál es el verdadero valor y propósito del coloso de Ñuñoa?

La Evolución: De la Pauta al Estrado Público

La historia no comenzó con Fintual, pero la firma le dio un rostro visible. El 12 de junio, semanas antes del publicitado partido, el alcalde de Ñuñoa, Sebastián Sichel, ya había emplazado al gobierno, acusando la transformación del Parque Estadio Nacional en un “improvisado centro de eventos”. Su reclamo apuntaba a los costos que los mega conciertos, como los de Shakira o System Of A Down, imponen a los vecinos en términos de ruido, congestión y seguridad, sin que la comuna reciba compensación alguna. “Ñuñoa no recibe nada, y los vecinos pagan los costos”, sentenció Sichel, apuntando a los ministerios de Deporte y Hacienda.

En este contexto, la acción de Fintual fue la chispa. La campaña, revelada posteriormente por su equipo creativo, nunca esperó que Banchile, Santander o BCI aceptaran el desafío. El objetivo era la pauta publicitaria, filmar un comercial con una estrella del fútbol retirada y generar conversación. Lo lograron, pero la conversación trascendió el marketing. La imagen de un equipo de una empresa financiera jugando una “pichanga” en el césped sagrado del Nacional, aunque fuera una simulación, cristalizó la tensión entre el uso comercial de un bien público y su significado intangible.

Las Múltiples Caras del Coloso

El debate que se consolidó durante julio expuso las múltiples y a menudo contradictorias identidades que coexisten en el recinto:

  1. El Activo Comercial: Desde la perspectiva del Estado y de empresas como Fintual, el Estadio es un activo que puede y debe generar ingresos. Su arriendo para conciertos y eventos privados es una fuente de financiamiento. La tarifa de $3,5 millones, aunque pueda parecer elevada, es simplemente el costo de acceso a una plataforma de visibilidad inigualable. Esta lógica pragmática choca directamente con otras visiones más sentimentales o políticas.
  1. El Escenario Cultural: Casi en paralelo, el estadio reafirmó su rol como el principal escenario para la cultura de masas en Chile. El anuncio de un concierto de Macha y el Bloque Depresivo para diciembre, cuyas entradas se agotaron rápidamente, demostró su poder de convocatoria para fenómenos musicales de raíz popular. Días después, se confirmó el regreso del cierre de la Teletón al Nacional, consolidando su estatus como lugar de comunión nacional para causas benéficas. Para artistas y productores, el estadio no es solo un local, es el símbolo del éxito y la consagración.
  1. El Espacio de Memoria: Subyacente a toda la discusión está la capa más densa y dolorosa de su historia. El Estadio Nacional fue el mayor centro de detención y tortura tras el Golpe de Estado de 1973. Sus graderías y camarines son un sitio de memoria protegido por ley, un lugar de duelo y recuerdo para miles de víctimas y sus familias. Esta dimensión histórica genera una disonancia cognitiva profunda: ¿es respetuoso que el mismo espacio donde se violaron masivamente los derechos humanos sea utilizado para una campaña publicitaria o un evento festivo? Para muchas organizaciones y ciudadanos, la banalización de su uso comercial es una afrenta a esa memoria.

El Debate Abierto: ¿Quién Decide el Alma del Estadio?

El tema, lejos de estar cerrado, ha evolucionado. La campaña de Fintual terminó, y el regalo que enviaron a Banchile —un libro de fotografías de Luis Poirot— fue devuelto, cerrando el capítulo del marketing. Sin embargo, los conciertos de Green Day, Guns N" Roses y Macha siguen en la agenda, y los reclamos del alcalde Sichel no han recibido una respuesta estructural.

Lo que queda es una pregunta fundamental sobre la gestión de los espacios públicos con alta carga simbólica. La controversia ha demostrado que no existe una política clara que pondere sus diferentes roles. ¿Debe primar la rentabilidad económica, la expresión cultural, la práctica deportiva o el respeto a la memoria histórica? ¿O es posible una convivencia equilibrada? La disputa por el Estadio Nacional es, en el fondo, una disputa por definir qué tipo de sociedad valora y protege sus símbolos. Mientras no haya una respuesta consensuada, el alma del coloso seguirá en arriendo, disponible al mejor postor o a la causa más popular del momento.

La historia ha madurado suficientemente desde su origen a fines de junio, permitiendo un análisis de su evolución y consecuencias. Inició como un evento de marketing novedoso, pero se expandió a un debate público más amplio que involucra cultura, comercio y política sobre el uso de un espacio con un peso histórico y simbólico significativo. Las consecuencias visibles incluyen declaraciones públicas de figuras políticas y la consolidación del recinto como un lugar privilegiado para eventos comerciales y culturales masivos, generando una narrativa que contrasta su rol como sitio de memoria con su función moderna como activo comercial. Esto proporciona un arco narrativo rico con múltiples perspectivas.