Hace dos meses, a fines de junio, lo que parecía una ingeniosa y audaz campaña de marketing de la fintech Fintual se transformó, sin quererlo, en el catalizador de una profunda discusión nacional. Al arrendar la cancha principal del Estadio Nacional por $3,5 millones más IVA para desafiar a la banca tradicional a un partido de fútbol que nunca se jugó, la empresa no solo compró visibilidad, sino que también puso un precio simbólico al uso de un espacio cuya identidad es una compleja amalgama de deporte, cultura, dolor y memoria. Hoy, en agosto de 2025, el eco de ese marcador en cero resuena en un debate mucho más amplio y aún sin resolver: ¿cuál es el verdadero valor y propósito del coloso de Ñuñoa?
La historia no comenzó con Fintual, pero la firma le dio un rostro visible. El 12 de junio, semanas antes del publicitado partido, el alcalde de Ñuñoa, Sebastián Sichel, ya había emplazado al gobierno, acusando la transformación del Parque Estadio Nacional en un “improvisado centro de eventos”. Su reclamo apuntaba a los costos que los mega conciertos, como los de Shakira o System Of A Down, imponen a los vecinos en términos de ruido, congestión y seguridad, sin que la comuna reciba compensación alguna. “Ñuñoa no recibe nada, y los vecinos pagan los costos”, sentenció Sichel, apuntando a los ministerios de Deporte y Hacienda.
En este contexto, la acción de Fintual fue la chispa. La campaña, revelada posteriormente por su equipo creativo, nunca esperó que Banchile, Santander o BCI aceptaran el desafío. El objetivo era la pauta publicitaria, filmar un comercial con una estrella del fútbol retirada y generar conversación. Lo lograron, pero la conversación trascendió el marketing. La imagen de un equipo de una empresa financiera jugando una “pichanga” en el césped sagrado del Nacional, aunque fuera una simulación, cristalizó la tensión entre el uso comercial de un bien público y su significado intangible.
El debate que se consolidó durante julio expuso las múltiples y a menudo contradictorias identidades que coexisten en el recinto:
El tema, lejos de estar cerrado, ha evolucionado. La campaña de Fintual terminó, y el regalo que enviaron a Banchile —un libro de fotografías de Luis Poirot— fue devuelto, cerrando el capítulo del marketing. Sin embargo, los conciertos de Green Day, Guns N" Roses y Macha siguen en la agenda, y los reclamos del alcalde Sichel no han recibido una respuesta estructural.
Lo que queda es una pregunta fundamental sobre la gestión de los espacios públicos con alta carga simbólica. La controversia ha demostrado que no existe una política clara que pondere sus diferentes roles. ¿Debe primar la rentabilidad económica, la expresión cultural, la práctica deportiva o el respeto a la memoria histórica? ¿O es posible una convivencia equilibrada? La disputa por el Estadio Nacional es, en el fondo, una disputa por definir qué tipo de sociedad valora y protege sus símbolos. Mientras no haya una respuesta consensuada, el alma del coloso seguirá en arriendo, disponible al mejor postor o a la causa más popular del momento.