El escándalo de Nestlé y sus aguas minerales tratadas ilegalmente no es solo la historia de un fraude corporativo. Es el punto de quiebre de una idea que ha vendido miles de millones de botellas: la pureza natural. Lo que se destapó en Francia con Perrier, y que resuena en Chile con las alertas sobre pastas dentales, es el colapso de la confianza en las etiquetas. El pacto basado en la fe del consumidor hacia la marca se rompió. Ahora, el futuro se escribe con otras reglas, donde la transparencia verificable vale más que cualquier manantial virgen.
El efecto inmediato es la desconfianza sistémica. La revelación de que Nestlé aplicaba tratamientos prohibidos a sus aguas "minerales naturales" —con conocimiento del gobierno francés desde 2021— no solo hunde la reputación de Perrier. Arrastra a toda la categoría de productos premium que basan su valor en el origen y la pureza. Las ventas de Perrier ya cayeron un 24%, pero el daño es más profundo. Los consumidores ahora se preguntan: si una marca icónica mintió, ¿quién más lo hace?
En Chile, este escepticismo encuentra terreno fértil. Las recientes acciones del Sernac contra P&G y el retiro de productos de Colgate por alertas del ISP, aunque de naturaleza distinta, alimentan la misma narrativa: lo que dice la etiqueta no es necesariamente la verdad. La reacción de los consumidores no será esperar una nueva promesa, sino dudar de todas. Veremos un aumento en la búsqueda de productos locales, de marcas más pequeñas y con cadenas de suministro más cortas, percibidas como más honestas. Las grandes corporaciones enfrentan un invierno de credibilidad del que no saldrán con campañas de marketing, sino con acciones radicales.
A mediano plazo, el mercado se adaptará en dos frentes: el corporativo y el regulatorio. Las empresas como Nestlé ya están pivotando. La creación de "Maison Perrier", una marca que no se vende como "mineral natural" y por tanto puede ser tratada, es la primera señal. El futuro del marketing de consumo masivo no estará en la mitología del origen, sino en la garantía del proceso.
Esperamos ver tres cambios clave:
A largo plazo, el concepto mismo de "pureza" será redefinido. La idea romántica de un manantial incontaminado es cada vez más insostenible en un planeta con microplásticos y contaminantes extendidos. El valor no residirá en una naturaleza idealizada, sino en la capacidad de garantizar un producto libre de amenazas, sin importar el proceso.
El consumidor del futuro no será un creyente, sino un auditor. Estará equipado con herramientas para verificar las promesas de las marcas en tiempo real. Esto dará poder a movimientos de consumidores organizados que podrán realizar fiscalizaciones ciudadanas más rápidas y efectivas que las de los propios estados.
Para las empresas, la única estrategia viable será la transparencia radical. Esto implica abrir sus procesos, compartir datos de calidad en tiempo real y aceptar que su reputación no depende de lo que cuentan, sino de lo que pueden demostrar. El escándalo Perrier no ahogó solo la confianza en una botella de agua; evaporó una era de marketing basada en la fe y dio paso a una donde la única verdad es la que se puede probar.