Las tiendas Corona cerraron definitivamente: Más allá de la quiebra, la caída del gigante de 70 años es el retrato de un modelo de retail que se agotó y un consumidor que ya no mira las mismas vitrinas.

Las tiendas Corona cerraron definitivamente: Más allá de la quiebra, la caída del gigante de 70 años es el retrato de un modelo de retail que se agotó y un consumidor que ya no mira las mismas vitrinas.
2025-08-08
Fuentes
www.latercera.com www.prensa-latina.cu www.latercera.com www.latercera.com www.df.cl

- El fin de una era: Tras más de 70 años de historia, Corona no logró superar su crisis financiera, culminando en una liquidación voluntaria que impacta a 1.800 trabajadores y sus familias.

- La anatomía del colapso: Un último plan de rescate, que dependía de un crédito de $22 mil millones, fracasó cuando la banca consideró insuficientes las garantías de la familia controladora, sellando el destino de la compañía.

- El espejo del mercado: La caída de Corona no es un hecho aislado, sino el síntoma más visible de la profunda transformación del retail en Chile, presionado por el comercio electrónico y un cambio radical en los hábitos de consumo.

El silencio después de la tormenta

Hoy, a más de un mes de que las puertas de las 51 tiendas Corona se cerraran para siempre, el eco de los remates finales se ha disipado. Las largas filas de personas buscando ofertas de última hora, atraídas por carteles de "Todo a 5 lucas", son ahora un recuerdo que contrasta con el silencio actual de sus locales vacíos a lo largo de Chile. La historia de Multitiendas Corona S.A., fundada en 1946 por el inmigrante holandés Leonard Schupper, llegó a un final definitivo a principios de julio de 2025. Su caída, sin embargo, es más que el cierre de una empresa: es una narrativa resuelta sobre la fragilidad de un modelo de negocios que no supo o no pudo adaptarse a tiempo.

Crónica de una muerte anunciada en cámara lenta

El desenlace, aunque abrupto para la opinión pública, fue la culminación de un proceso agónico. El 5 de junio, la empresa pareció encontrar un respiro. En una junta clave, logró que sus acreedores, incluidos los principales bancos, aprobaran un Acuerdo de Reorganización Judicial. La esperanza se centró en un plan que, según informó La Tercera en su momento, dependía de obtener una línea de crédito rotativa de hasta $22.000 millones, para la cual los dueños, los hermanos Schupper, comprometieron bienes inmuebles como garantía.

Sin embargo, la esperanza duró poco. A fines de junio, la noticia fue lapidaria: la banca, tras evaluar el riesgo, negó el financiamiento. Según fuentes del proceso citadas por medios como La Tercera, los bancos Internacional, BCI y Security consideraron que las garantías ofrecidas no eran suficientes para respaldar una operación de rescate. Ese rechazo fue el golpe de gracia.

El 28 de junio, la empresa comunicó a sus 1.800 trabajadores el inminente cierre. Lo que siguió fue un masivo y caótico remate de inventario, una liquidación a la vista del público que buscaba generar liquidez de forma desesperada. Para el 30 de junio, el plazo para obtener el financiamiento expiró y la veedora del proceso, Daniela Camus, notificó formalmente el incumplimiento del acuerdo. El camino de la quiebra era ya irreversible.

Las perspectivas del colapso

La caída de Corona no puede explicarse con un solo factor. Fue una confluencia de presiones internas y externas que se revelan al analizar las distintas posturas:

  • La visión de la empresa: Desde la dirección de Corona, en declaraciones a Pulso de La Tercera, se defendió la solidez del plan de negocios. Mario Mora, director de la compañía, argumentó que la propuesta era "razonable" y que las garantías ofrecidas cubrían peso a peso el crédito solicitado. Sostuvo que, con el stock normalizado, la empresa podría haber recuperado su ritmo histórico de ventas. La percepción interna era de un esfuerzo genuino que no encontró el respaldo necesario.
  • La lógica de los acreedores: Para la banca, la decisión fue un cálculo de riesgo. En un sector del retail en plena contracción y con una empresa que ya había pasado por un proceso de reorganización previo, prestar $22 mil millones representaba una exposición demasiado alta. La negativa no fue un juicio de valor, sino una decisión financiera basada en la insuficiencia de las garantías para mitigar el riesgo de una nueva caída.
  • El impacto humano y social: Para los 1.800 trabajadores, el cierre significó la pérdida de su fuente laboral. La única noticia positiva en medio del colapso, según confirmó la propia empresa, fue que la recaudación del remate final permitió asegurar los fondos para el pago íntegro de los finiquitos, cumpliendo con las obligaciones laborales. Este hecho, si bien no mitiga el drama del desempleo, cierra un capítulo clave de la crisis de forma ordenada.

El retail que ya no existe

El caso de Corona es un poderoso símbolo de una transformación más profunda. No es la primera ni será la última gran tienda que enfrente dificultades extremas. Su modelo de negocio, basado en grandes superficies físicas, un fuerte componente de crédito al consumo y una oferta de vestuario masivo, se ve desafiado por múltiples frentes:

  1. El nuevo consumidor: El cliente chileno cambió. Hoy valora la inmediatez y la comodidad del comercio electrónico, busca marcas con propósito, prefiere experiencias de compra personalizadas y es menos leal a las grandes multitiendas que dominaron el paisaje comercial durante décadas.
  1. La competencia digital: Gigantes asiáticos y marketplaces globales ofrecen precios competitivos y una variedad inalcanzable para una tienda física, erosionando los márgenes del retail tradicional. Curiosamente, un intento de venta de Corona a un inversionista asiático había fracasado meses antes, según reportó Diario Financiero, debido a "la política arancelaria que impuso EEUU", una muestra de cómo la geopolítica global puede impactar a una empresa familiar chilena.
  1. La crisis del espacio físico: El alto costo de mantener decenas de locales de gran tamaño en centros urbanos se vuelve insostenible cuando el flujo de clientes disminuye. Las tiendas ancla de los malls ya no tienen el poder de tracción de antes.

El proceso de Corona está ahora en una etapa de liquidación voluntaria, como detalló La Tercera el 3 de julio. Un liquidador designado por la justicia se encargará de vender los activos restantes —desde el único bien raíz en Copiapó hasta las marcas registradas— para pagar a los acreedores en el orden que la ley estipula. El nombre Corona desaparecerá de las fachadas, pero su historia queda como una lección ineludible para toda una industria que se ve forzada a reinventarse o, como el gigante de 70 años, a apagar sus luces para siempre.

La historia permite analizar la transformación estructural del sector retail, las consecuencias sociales de la quiebra de una empresa emblemática y los cambios en los patrones de consumo. El evento ha madurado lo suficiente para observar sus efectos directos, como la pérdida de empleos y el impacto en el mercado, ofreciendo una narrativa completa sobre el declive de un modelo de negocio tradicional frente a la economía digital y los nuevos desafíos económicos.