La UDI usa la parodia como estrategia electoral:El debate se traslada del Congreso a las redes sociales

La UDI usa la parodia como estrategia electoral:El debate se traslada del Congreso a las redes sociales
2025-08-08
Fuentes
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  • La UDI instala la parodia como herramienta de campaña, generando un debate sobre los límites del humor en la política.
  • El oficialismo acusa tergiversación de datos económicos, mientras la oposición defiende la sátira como una crítica legítima y transparente.
  • El episodio revela una tensión estratégica y expone la creciente importancia de la viralidad en las campañas presidenciales.

¿Qué pasó exactamente?

Hace aproximadamente dos meses, la Unión Demócrata Independiente (UDI) lanzó una nueva estrategia de comunicación que sacudió el tablero político: videos cortos en formato de parodia difundidos en redes sociales. El primer objetivo fue el ministro de Educación, Nicolás Cataldo, pero la controversia escaló cuando el foco se centró en la candidata presidencial del oficialismo y exministra del Trabajo, Jeannette Jara.

El video en cuestión presentaba una conversación ficticia entre Jara y el Presidente Gabriel Boric, donde ella celebraba como un gran logro la creación neta de 141 empleos en su último año de gestión, una cifra extraída de un informe del Instituto Nacional de Estadísticas (INE). La pieza, diseñada para ser viral, rápidamente se convirtió en el centro de la discusión pública, desplazando debates legislativos por una controversia sobre los códigos y las formas en la política.

¿Cuál es el argumento de la UDI para defender esta estrategia?

Desde el gremialismo, la defensa fue inmediata y clara. El diputado y secretario general del partido, Juan Antonio Coloma, argumentó que se trataba de una forma de crítica “de frente, mirando a la cara”, en contraste con lo que describió como campañas anónimas de desinformación. La candidata presidencial de Chile Vamos, Evelyn Matthei, respaldó la estrategia, estableciendo una diferencia clave: “Es muy distinto que a uno le truquen un video y lo hagan aparecer enfermo, a que sea una parodia”. Para Matthei, el video no constituía “maltrato” ni instalaba “mentiras”, sino que ejercía una crítica política legítima sobre un dato público.

Esta postura enmarca la parodia no como un ataque personal, sino como una herramienta moderna y directa para cuestionar la gestión del gobierno, utilizando el humor como vehículo para un mensaje político duro.

¿Cómo respondieron el Gobierno y la candidata afectada?

La reacción del oficialismo fue de profundo rechazo. La propia Jeannette Jara calificó la pieza como una “burla de un tema tan sensible” como el empleo. Acusó a la UDI de utilizar un “subdato” de manera descontextualizada para caricaturizar su gestión. Además, apuntó a una “incoherencia” por parte de Evelyn Matthei, quien días antes se había quejado de “bullying digital” por parte de adherentes del Partido Republicano.

El presidente del Partido Comunista, Lautaro Carmona, fue más allá, afirmando que esta táctica “está destruyendo los códigos que la gente espera”. En sus palabras, hacer de la política “una chacra, un carnaval de parodia” daña la confianza pública. “Para hacerme reír veo al Bombo Fica”, sentenció, exigiendo un debate con “seriedad”.

Desde La Moneda, la vocera Camila Vallejo reforzó la idea de la manipulación de cifras, explicando que el dato de 141 empleos netos era una “interpretación parcial” que ocultaba la creación de más de 100.000 empleos formales, los cuales se vieron neteados por la destrucción de puestos de trabajo informales, un fenómeno que el gobierno considera positivo.

¿Es un dato falso el de los 141 empleos?

Aquí reside el núcleo de la controversia. El número 141 no es inventado; corresponde al resultado neto de ocupados (formales e informales) en un período de 12 meses según el INE. Sin embargo, la crítica se centra en su descontextualización deliberada. Al omitir la distinción entre empleo formal (que creció) e informal (que disminuyó), la parodia construye una narrativa de fracaso rotundo.

El oficialismo argumenta que presentar este dato aislado es una tergiversación que ignora avances como el aumento del empleo con contrato y la reducción de la precariedad laboral. La UDI, por su parte, se ampara en la veracidad del dato bruto para validar su crítica. El episodio demuestra cómo una cifra oficial puede convertirse en un arma política dependiendo del marco narrativo en que se presente.

¿Existe consenso en la oposición sobre esta táctica?

No del todo, lo que revela tensiones internas. El primer video, contra el ministro Cataldo, generó críticas dentro de Chile Vamos. El senador Gustavo Sanhueza (UDI) lo calificó como una “falta de respeto inaceptable”, y la exministra Cecilia Pérez (RN) advirtió que “ridiculizar” es un camino que “no hay que tomar nunca”.

Sin embargo, el respaldo explícito de Evelyn Matthei al segundo video, contra Jara, parece haber zanjado la discusión a favor de la nueva estrategia, al menos públicamente. La diferencia de posturas evidencia un debate no resuelto sobre si esta forma de comunicación, aunque efectiva para generar impacto, es sostenible y beneficiosa para la coalición a largo plazo.

¿Hacia dónde evoluciona este debate?

El tema no está cerrado. La estrategia de la UDI demostró ser altamente eficaz para instalar un marco de discusión favorable a sus intereses, obligando al gobierno y a su candidata a reaccionar y dar explicaciones. Este episodio consolida el paso de la comunicación política desde la franja electoral tradicional hacia contenidos rápidos, virales y confrontacionales, diseñados para la lógica de las redes sociales.

La pregunta que queda abierta es si esta “memeficación” de la política será recompensada por el electorado o si, por el contrario, generará un desgaste y una demanda por mayor profundidad. Por ahora, la campaña presidencial ha inaugurado un nuevo campo de batalla donde los límites entre el humor, la crítica política y la desinformación son cada vez más difusos.

La historia ha madurado lo suficiente como para analizar su impacto en el debate político. Representa un cambio significativo en las estrategias de campaña, pasando de la publicidad tradicional a contenidos digitales virales y a menudo controvertidos. Este caso de estudio permite un examen profundo del uso de la sátira como arma política, las reacciones que provoca en el gobierno y otros candidatos, y su efecto en la percepción pública y la polarización. Posee un arco narrativo claro con múltiples fuentes que detallan el evento y sus consecuencias inmediatas, lo que lo hace ideal para un análisis contextual y profundo de la comunicación política moderna.