Hoy es 8 de agosto de 2025. Han pasado 63 días desde que un sismo de magnitud 6.4, con epicentro cerca de Chañaral, sacudió a la Región de Atacama. La noticia, que por un momento capturó la atención nacional con imágenes de la entonces candidata presidencial Carolina Tohá evacuando una entrevista en Copiapó, se ha desvanecido del ciclo informativo inmediato. Sin embargo, en Atacama, las réplicas no son sísmicas, sino sociales y económicas, y revelan una historia de contrastes: la de una industria preparada para los mayores embates de la naturaleza y la de una comunidad que aún evalúa las grietas en su cotidianidad.
El evento del 6 de junio no fue un terremoto devastador en la escala que la historia chilena conoce. No hubo colapsos masivos ni, afortunadamente, víctimas fatales. No obstante, su análisis a dos meses de distancia ofrece una radiografía precisa sobre la resiliencia y las deudas pendientes del país en materia de desastres.
La Fortaleza del Motor Económico: Poco después del sismo, la principal preocupación económica se centró en el corazón productivo de la región: la minería. Informes publicados en medios como Diario Financiero confirmaron rápidamente que las grandes faenas, como la división El Salvador de Codelco y la mina Salares Norte de Gold Fields, activaron sus protocolos de emergencia sin reportar daños significativos a personas o instalaciones. Sus operaciones se reanudaron con normalidad, demostrando que la inversión en ingeniería antisísmica de la gran industria es robusta y eficaz. Este hecho fue clave para evitar una crisis económica regional.
La Fragilidad del Espacio Público: En contraste, el sismo reveló la vulnerabilidad de la infraestructura civil y los espacios de concurrencia masiva. Las imágenes más impactantes no provinieron de faenas industriales, sino del Mall Plaza Copiapó, donde ventanales de gran tamaño se desprendieron y cayeron al estacionamiento mientras la gente evacuaba. Similarmente, el Centro Cultural de Atacama sufrió daños que obligaron a la postergación de un concierto de Inti Illimani, programado para esa misma noche. Estos incidentes, aunque sin heridos graves, abren un debate incómodo: ¿están las normativas de construcción y fiscalización poniendo la misma atención a los elementos no estructurales (como fachadas, cielos falsos y ventanales) que a la estructura misma de los edificios? El sismo no derribó muros, pero sí hizo evidente un riesgo latente en los lugares donde transcurre la vida diaria.
La Ayuda Inmediata: El Gobierno, a través de la Subsecretaría del Interior, actuó con celeridad. Una semana después del evento, el 13 de junio, se anunció la entrega del Bono de Recuperación para 322 familias de Copiapó, Caldera y Vallenar, catastradas mediante la Ficha Básica de Emergencia (FIBE). Los montos, que oscilan entre los $375.000 y $1.500.000, fueron diseñados como un primer alivio para la reposición de enseres y reparaciones menores.
La Espera por la Reconstrucción: Dos meses después, este bono ya fue recibido, pero la conversación en las comunidades afectadas ha cambiado. La preocupación ahora se centra en las soluciones definitivas. El Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) se encuentra aplicando la "Ficha 2" para evaluar los daños estructurales y definir los subsidios de reparación o reconstrucción. Este proceso, por su naturaleza más complejo y burocrático, es el que mantiene en vilo a las familias. La pregunta que resuena en los barrios afectados ya no es sobre la emergencia, sino sobre los plazos y la calidad de la reconstrucción. El tema, lejos de estar cerrado, ha entrado en su fase más crítica y silenciosa.
El sismo de junio en Atacama fue un examen que arrojó resultados dispares. Aprobó con distinción la preparación de la gran industria, pilar de la economía chilena. Sin embargo, dejó en evidencia que la seguridad en los espacios públicos cotidianos es una materia pendiente que requiere mayor atención.
El evento demostró que la resiliencia de un país no se mide solo por la capacidad de sus industrias para seguir produciendo, sino también por la velocidad y eficacia con que se recupera el tejido social y la sensación de seguridad de sus ciudadanos. La tierra en Atacama ya está quieta, pero el debate sobre cómo construir un entorno verdaderamente seguro para todos sus habitantes apenas comienza a tomar forma.
2025-06-06