Canadá activa su blindaje económico: La lealtad a la Corona y el libre comercio interno son las respuestas a la guerra arancelaria de Trump

Canadá activa su blindaje económico: La lealtad a la Corona y el libre comercio interno son las respuestas a la guerra arancelaria de Trump
2025-08-09
Fuentes
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- Un gesto simbólico —la visita del Rey Carlos III— fue la primera respuesta de Canadá a las presiones de anexión de Trump.

- Ante el fracaso diplomático, Canadá aceleró una reforma interna histórica: la eliminación de barreras comerciales entre sus provincias para fortalecer su economía.

- La disputa escaló de una guerra retórica a una confrontación económica directa con la imposición de un arancel general del 35% por parte de EE.UU., redefiniendo la relación bilateral.

A principios de agosto de 2025, la relación entre Canadá y Estados Unidos ha cruzado un punto de no retorno. Lo que comenzó hace poco más de dos meses como una serie de provocaciones retóricas por parte del presidente Donald Trump, se ha materializado en un arancel general del 35% sobre todas las importaciones canadienses, efectivo desde el 1 de agosto. Lejos de someterse, Canadá ha respondido con una estrategia dual e inesperada: un rearme simbólico de su soberanía a través de la Corona Británica y una pragmática revolución económica interna. La crisis no solo ha puesto a prueba la resiliencia canadiense, sino que ha obligado al país a confrontar sus propias barreras internas, en un giro que podría redefinir su identidad económica para las próximas décadas.

Acto I: El Rey como Escudo Soberano

Todo comenzó el 27 de mayo, cuando el Rey Carlos III, en un acto de profundo simbolismo no visto en casi medio siglo, pronunció el "Discurso del Trono" ante el Parlamento en Ottawa. Invitado por el Primer Ministro Mark Carney, el discurso fue una calculada exhibición de independencia. Como reportó la BBC, Carlos III habló de un "momento crítico" para Canadá, enfatizando valores como "la democracia, el pluralismo, el Estado de derecho y la autodeterminación".

El mensaje era una respuesta directa a las reiteradas sugerencias de Trump de que Canadá debería convertirse en el estado número 51 de EE.UU. La prensa local, como Cooperativa.cl, interpretó la visita real como una declaración contundente: "Canadá le dijo a Trump que Carlos III es su rey y no quiere otro monarca". La maniobra generó un amplio respaldo nacional, a excepción de los soberanistas del Bloque Quebequés, quienes aprovecharon la ocasión para reafirmar su agenda antimonárquica. Al día siguiente, Trump contraatacó en redes sociales con una oferta sarcástica: protección gratuita bajo su "cúpula dorada" si Canadá aceptaba la anexión, una propuesta que Ottawa ignoró.

Acto II: Del Optimismo al Colapso

El mes de junio trajo un breve espejismo de distensión. Durante la cumbre del G-7, el 16 de junio, Trump se mostró sorpresivamente optimista, calificando un acuerdo comercial con Canadá como "alcanzable", según informó el Diario Financiero. El presidente estadounidense reconoció que el primer ministro Carney tenía una idea "más compleja, pero también muy buena" para resolver las disputas, sugiriendo una posible vía de negociación.

Sin embargo, la ventana de diálogo se cerró de golpe. El 27 de junio, Trump anunció el fin inmediato de todas las conversaciones comerciales. La justificación, según la BBC, fue el plan de Canadá de imponer un impuesto a los servicios digitales que afectaría a las grandes tecnológicas estadounidenses. El presidente amenazó con nuevos aranceles, desmantelando cualquier esperanza de un acuerdo negociado y demostrando la volatilidad de su política exterior.

Acto III: La Revolución Interna Forzada

Frente al muro arancelario y la intransigencia de su principal socio comercial, el gobierno de Carney activó un plan B que llevaba décadas en discusión: desmantelar el propio muro invisible de Canadá. Como documentó el Financial Times a través del Diario Financiero, la presión de Trump se convirtió en el "impulso sin precedente" para eliminar las barreras comerciales internas que fragmentaban la economía canadiense.

Históricamente, regulaciones dispares entre las 10 provincias y tres territorios del país han dificultado el comercio y la movilidad laboral, con un costo estimado de hasta un 4% del PIB per cápita. "Si una salchicha es segura para venderse y comerse en Nueva Escocia, debería poder venderse en Saskatoon también", declaró la ministra de Comercio Interno, Chrystia Freeland. El 20 de junio, el parlamento aprobó la ley "Una sola economía canadiense", buscando crear un mercado interno unificado que sirva como blindaje contra los shocks externos. Productores como el viñatero André Proulx, quien se quejaba de no poder competir con vinos chilenos o franceses dentro de su propio país debido a los impuestos interprovinciales, vieron en la reforma una oportunidad histórica.

Acto IV: La Guerra Económica Abierta

El 11 de julio, la confrontación alcanzó su punto más álgido. A través de una carta difundida en sus redes sociales, Trump anunció la imposición de un arancel general del 35% a todas las importaciones canadienses. Según detalló La Tercera, la medida venía con una condición: el arancel se eliminaría si las empresas canadienses trasladaban su producción a Estados Unidos. Trump justificó la medida citando el supuesto bajo esfuerzo de Canadá para detener el flujo de fentanilo y las barreras canadienses a los productos lácteos estadounidenses.

La respuesta del Primer Ministro Carney fue firme, asegurando que defendería a los trabajadores y empresas nacionales mientras aceleraba la construcción de "una Canadá fuerte" y diversificaba sus alianzas comerciales. El debate ha dejado de ser sobre cómo negociar con Trump y ha pasado a ser sobre cómo resistir y prosperar sin depender de Estados Unidos.

La situación, a más de 60 días de su inicio, no está resuelta. Ha evolucionado de una disputa diplomática a una guerra económica total que está obligando a Canadá a una profunda introspección. La agresión externa ha catalizado una reforma interna que podría, paradójicamente, fortalecer su economía a largo plazo. El resultado final de esta confrontación determinará no solo el futuro de la relación norteamericana, sino también la capacidad de una potencia media para forjar su propio destino frente a un vecino impredecible y dominante.

La historia presenta una narrativa completa con un claro punto de inflexión, desarrollo y consecuencias visibles en un plazo de 60 a 90 días. Se inicia con una propuesta diplomática disruptiva, evoluciona con una reafirmación de soberanía y alianzas históricas, y culmina en repercusiones comerciales tangibles. Este arco permite un análisis profundo sobre la tensión entre nacionalismo, lazos culturales y pragmatismo económico en la política internacional contemporánea, mostrando cómo un evento simbólico puede reconfigurar relaciones económicas de largo plazo.