El 29 de julio de 2025, las acciones de Novo Nordisk, el gigante farmacéutico danés, cayeron un 18%. La razón: una rebaja en las expectativas de venta de sus medicamentos estrella, Ozempic y Wegovy. Este evento financiero no fue solo una nota al pie en las páginas de economía. Fue la primera señal de turbulencia en una de las revoluciones más silenciosas y profundas de nuestra era: la medicalización del apetito.
Lo que comenzó como un tratamiento para la diabetes tipo 2 se ha convertido en una fuerza que está rediseñando mercados, cuerpos e identidades. Los fármacos agonistas del receptor GLP-1 no solo regulan el azúcar en la sangre; imitan una hormona que le dice al cerebro: “estás satisfecho”. Han logrado lo que dietas y ejercicios prometieron durante décadas, pero de forma química y predecible. Ahora, con varios meses de maduración, las consecuencias de este cambio fundamental en el deseo humano comienzan a ser visibles.
El impacto económico de los GLP-1 se extiende mucho más allá de las farmacéuticas. Estamos presenciando una reconfiguración de industrias enteras basada en una simple premisa: la gente come menos.
Farmacéuticas en la Cima (y al Borde) del Precipicio: Para empresas como Novo Nordisk y Eli Lilly, los GLP-1 han sido una mina de oro, impulsando sus valoraciones a niveles estratosféricos. La industria ve a España y otros países europeos como centros estratégicos para la producción, invirtiendo miles de millones para asegurar la autonomía sanitaria. Sin embargo, la reciente caída de Novo Nordisk sugiere que el crecimiento exponencial tiene límites. La competencia se intensifica, con laboratorios en una carrera por desarrollar la siguiente generación de fármacos, quizás basados en mecanismos distintos como la restricción del aminoácido cisteína, que ya muestra resultados drásticos en ratones. El futuro no es de un solo ganador, sino de una batalla por el control del metabolismo humano.
La Industria Alimentaria en Jaque: Si la gente siente menos hambre y antojos, ¿qué pasa con los fabricantes de snacks, dulces y bebidas azucaradas? Empresas de alimentos procesados enfrentan una amenaza existencial. Su modelo de negocio, a menudo basado en la hiperpalatabilidad y el consumo por impulso, se debilita. El futuro probable es una bifurcación del mercado: por un lado, productos “funcionales” diseñados para usuarios de GLP-1 (altos en proteínas, bajos en volumen, ricos en nutrientes para combatir la desnutrición por baja ingesta). Por otro, un nicho de productos de “placer indulgente” para quienes aún buscan la experiencia sensorial completa de la comida. Las cadenas de comida rápida, los supermercados y hasta los restaurantes deben repensar sus porciones y menús.
El cambio no es solo económico, es biológico y psicológico. La promesa de un cuerpo delgado y saludable a través de una inyección semanal tiene profundas implicaciones para la salud y la identidad.
Salud: Entre la Solución y el Riesgo: Para personas con obesidad mórbida, como los casos documentados en programas como ‘Kilos Mortales’, estos fármacos representan una alternativa menos invasiva que la cirugía bariátrica y una esperanza de vida. En Chile, su uso se ha popularizado a pesar del alto costo y de no estar formalmente aprobado por el ISP para la pérdida de peso. Los médicos advierten de efectos secundarios como náuseas y problemas gastrointestinales, pero la preocupación a largo plazo es mayor: ¿qué sucede con la masa muscular? ¿Existen efectos desconocidos tras años de uso? La pérdida de peso es visible, pero la salud integral es una variable aún por despejar.
Identidad: ¿Quién Soy Sin Hambre?: El apetito es más que una necesidad fisiológica. Es deseo, cultura, placer y consuelo. Programas como ‘Kilos Mortales México’ muestran que la comida es un acto social y familiar. Al suprimir químicamente el apetito, ¿qué se pierde? Los usuarios describen una indiferencia hacia la comida que puede ser liberadora para algunos, pero para otros genera un vacío. La relación con el propio cuerpo se transforma. La lucha contra los antojos, un pilar de la narrativa sobre la “fuerza de voluntad”, desaparece. La identidad ya no se forja en la resistencia al deseo, sino en la gestión de un estado químicamente inducido.
La masificación de los GLP-1 está generando una nueva conversación cultural y nuevas formas de estratificación social.
La Rebelión del “Lorzor” vs. la Norma Medicalizada: El movimiento de positividad corporal se encuentra en una encrucijada. Columnistas y activistas argumentan que amar el propio cuerpo, con sus “lorzas”, es un acto de resistencia “punk” y anticapitalista. Desde esta perspectiva, Ozempic no es una herramienta de salud, sino el último instrumento de un sistema que exige conformidad física y patologiza los cuerpos no normativos. El futuro podría ver una polarización aún mayor: por un lado, la aceptación radical del cuerpo natural; por el otro, la normalización de la intervención farmacológica para alcanzar un ideal estético y de salud.
La Nueva Desigualdad: Con un costo que en Chile ronda los $200.000 mensuales, estos fármacos no son para todos. Esto crea una brecha metabólica. La capacidad de “comprar” un cuerpo delgado y socialmente aceptado se convierte en un nuevo símbolo de estatus, visible y corporal. Mientras las élites pueden acceder a la supresión del apetito, el resto de la población sigue enfrentando un entorno obesogénico sin las mismas herramientas. Esto plantea un dilema ético para los sistemas de salud pública: ¿deberían financiar estos tratamientos para la obesidad, considerándola una enfermedad crónica? ¿O es un lujo estético?
El futuro que se perfila no es uno donde la obesidad desaparece, sino uno más complejo. Es un futuro donde el hambre se negocia en la bolsa, la identidad se disocia del deseo y el cuerpo se convierte en el último lienzo de la biotecnología y la desigualdad. La píldora (o inyección) que disuelve la grasa también está disolviendo viejas certezas sobre lo que significa ser humano.