El sistema electoral se prueba a sí mismo: Cómo las primarias de junio midieron la capacidad del Servel para gestionar la desconfianza ciudadana

El sistema electoral se prueba a sí mismo: Cómo las primarias de junio midieron la capacidad del Servel para gestionar la desconfianza ciudadana
2025-08-09
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  • Las primarias del 29 de junio no solo definieron una candidatura, sino que funcionaron como un test de estrés para el Servel, revelando fallas técnicas y una preocupante apatía ciudadana.
  • Con una participación de apenas el 9,16%, el evento expuso una fractura entre la política y la ciudadanía, especialmente fuera de las comunas de mayores ingresos de la capital.
  • Controversias posteriores, como el cambio en los patrocinios para independientes, alimentan un debate vigente: ¿está el árbitro electoral preparado para las presidenciales de noviembre en un clima de alta polarización?

A más de cuarenta días de las primarias oficialistas del 29 de junio, el eco de la jornada ya no resuena con el nombre de la ganadora, Jeannette Jara, sino con las preguntas que dejó flotando sobre la salud de la democracia chilena. Lo que fue diseñado como un ejercicio de participación se convirtió, con el paso de las semanas, en un caso de estudio sobre la fortaleza institucional del Servicio Electoral (Servel) y su capacidad para navegar en un mar de desafección ciudadana, polarización política y crecientes demandas de transparencia.

El día en que los números no cuadraron

La jornada electoral se desarrolló en un ambiente de aparente normalidad, pero los primeros datos ya anticipaban una narrativa compleja. Con 1.420.435 votantes, la participación alcanzó un escueto 9,16% del padrón habilitado, una cifra que, según analistas como Andrés Scherman en La Tercera, se ubicó por debajo de primarias anteriores y muy lejos de movilizar a las bases históricas de la centroizquierda.

Sin embargo, los problemas más profundos emergieron con el balance oficial del Servel. La presidenta del Consejo Directivo, Pamela Figueroa, informó de 320 actas descuadradas a nivel nacional, es decir, mesas donde los números simplemente no coincidían. A esto se sumaron 10 mesas que no lograron instalarse, principalmente en comunas rurales y aisladas como Camiña, Colchane y la Antártica, y otras 8 en el extranjero. Si bien desde el organismo se calificaron como incidentes acotados, para muchos fueron la evidencia de grietas en la probada maquinaria electoral chilena.

El factor humano también añadió tensión. Días antes de la elección, el Servel debió corregir de urgencia su plataforma web para incluir la leyenda “persona ausente por desaparición forzosa” junto a los nombres de las víctimas de la dictadura, un gesto de reparación que, sin embargo, nació de una omisión que causó dolor. Durante la jornada, se registraron 16 detenciones a nivel nacional, incluyendo casos emblemáticos como el de una vocal de mesa en Coquimbo con una orden de arresto vigente y 22 reiteraciones en su prontuario, y otro en el Maule que amenazó a un carabinero. Estos episodios, aunque aislados, pintaron un cuadro de las tensiones sociales que se filtran en los rituales cívicos.

El eco de la desafección: Un país que vota, otro que mira de lejos

El análisis posterior a la elección confirmó una profunda brecha territorial y social. Las regiones Metropolitana y de Valparaíso concentraron el 65% de los votos, y dentro de Santiago, la participación en comunas como Ñuñoa (19,22%) casi duplicó a la de La Pintana (10,8%). Este fenómeno fue interpretado como una señal de que el discurso progresista resuena con más fuerza en sectores urbanos de mayores ingresos, mientras pierde conexión con sus bastiones populares e históricos.

Desde la vereda política, la lectura fue inmediata. El exministro y actual alcalde de Santiago, Mario Desbordes, calificó la participación de “paupérrima” y la consideró un “mal augurio” para el oficialismo de cara a noviembre. Más allá de la disputa partidista, la cifra encendió las alarmas sobre el creciente abismo entre la ciudadanía y el sistema político, un desafío que trasciende a cualquier coalición.

El árbitro en la mira: ¿Reglas claras o juego cambiante?

La presión sobre el Servel no terminó con el conteo de votos. El 19 de julio, el precandidato presidencial independiente Harold Mayne-Nicholls denunció públicamente un “cambio sorpresivo” en las reglas para el patrocinio de candidaturas. Según el exdirigente deportivo, el Servel añadió sin previo aviso la exigencia del número de serie de la cédula de identidad para validar las firmas, una barrera adicional que, a su juicio, atentaba “contra las reglas mínimas de la democracia participativa”.

Esta controversia, sumada a las fallas operativas de la primaria, alimentó la percepción de un árbitro que, si bien actúa dentro de sus facultades, no siempre logra comunicar sus decisiones con la claridad y anticipación que el crispado ambiente político requiere. La tensión ya no era solo con los votantes ausentes, sino también con los actores que intentan competir por fuera de las estructuras tradicionales.

La tarea pendiente hacia noviembre

Hoy, con la perspectiva que da el tiempo, las primarias de junio se revelan como un diagnóstico ineludible. Expusieron una institucionalidad electoral que, aunque robusta en sus fundamentos, cruje bajo el peso de la desconfianza y la complejidad logística de un país diverso y desigual. Las actas descuadradas, la participación anémica y las acusaciones de cambios en las reglas del juego son síntomas de un malestar más profundo.

El debate, por tanto, ya no es sobre quién ganó o perdió en junio. La pregunta fundamental que queda abierta es si el sistema político y el propio Servel tomarán nota de estas advertencias. La legitimidad de las elecciones presidenciales de noviembre no dependerá solo de la correcta ejecución técnica, sino de la capacidad del sistema para reconstruir la confianza con un electorado escéptico y fragmentado. La tarea es urgente y definirá mucho más que el próximo ciclo de gobierno.

El evento permite analizar la tensión entre las instituciones electorales y las demandas de un sistema político en transformación. Sus consecuencias, visibles tras varias semanas, revelan las grietas en la confianza pública hacia los mecanismos democráticos, ofreciendo una narrativa completa sobre los desafíos de organizar elecciones en un clima de polarización y desafección ciudadana.