La aprobación de la reelección presidencial indefinida en El Salvador el pasado 1 de agosto no fue una sorpresa. Fue la formalización de un nuevo manual de poder que se ofrece a una América Latina cansada de la violencia. El "Modelo Bukele" ya no es solo un experimento local; es un producto de exportación que promete orden a cambio de libertades, y está encontrando compradores.
El modelo se sostiene sobre pilares claros y replicables. Primero, una narrativa de control absoluto liderada por una figura carismática que utiliza las redes sociales para conectar directamente con la ciudadanía, saltándose a la prensa tradicional. Segundo, la cooptación total del Estado: el control del Legislativo, el Judicial y la Fiscalía para eliminar cualquier contrapeso. Tercero, la normalización del régimen de excepción, que suspende derechos civiles de forma permanente. Y cuarto, el uso de la fuerza visible y brutal, con megacárceles como el CECOT y despliegues militares que proyectan una imagen de poder estatal avasallador.
El costo humano de este modelo es alto y documentado. Organizaciones como Cristosal se han visto forzadas al exilio. Periodistas y activistas han huido. Testimonios de ex-reclusos del CECOT, publicados a fines de julio, describen un sistema de castigo y tortura sistemática. Para los defensores del modelo, este es un daño colateral necesario. Para sus críticos, es la prueba de que se ha reemplazado la violencia de las pandillas por la violencia del Estado.
El atractivo del modelo es innegable en países donde el Estado parece superado por el crimen. La pregunta ya no es si se expandirá, sino cómo y a qué costo. Se pueden proyectar tres fases para su evolución regional.
Fase 1: Consolidación y réplica (Presente - 2027)
El Salvador consolida su sistema. Con la reelección indefinida asegurada, Nayib Bukele tiene el camino despejado para gobernar, al menos, hasta 2033. Mientras tanto, el modelo ya muestra resultados en otros lugares. En Ecuador, la recaptura del narcotraficante "Fito" en junio fue una victoria para el presidente Daniel Noboa, quien adoptó una estrategia similar declarando un "conflicto armado interno".
En Colombia, el atentado contra el candidato Miguel Uribe Turbay en junio creó el clima político perfecto para que las propuestas de mano dura ganen terreno. La ciudadanía, enfrentada a una violencia que recuerda las peores épocas del país, se vuelve más receptiva a ceder libertades a cambio de una percepción de seguridad. El debate se instala con fuerza en Chile, Perú y otros países que ven cómo el crimen organizado transnacional desafía a sus instituciones.
Fase 2: Adaptación y tensión (2027 - 2030)
El "Modelo Bukele" no será una copia exacta en todos lados. Los líderes que lo adopten lo ajustarán a sus realidades locales, creando versiones "lite" o híbridas. Veremos un aumento de estados de excepción, reformas judiciales para someter a los tribunales y leyes que restrinjan a la prensa y a las ONG.
El principal punto de inflexión será económico. El modelo es caro. Mantener a un porcentaje tan alto de la población en la cárcel y a las fuerzas de seguridad desplegadas permanentemente requiere un gasto público insostenible sin un crecimiento económico robusto. El Salvador podría enfrentar una crisis fiscal, lo que pondría a prueba la lealtad popular al modelo. A nivel internacional, la condena de organismos de derechos humanos chocará con la aceptación tácita de gobiernos que priorizan la estabilidad regional y el control migratorio.
Fase 3: Fractura o nuevo paradigma (2030 en adelante)
Aquí se abren dos futuros probables.