Hace apenas dos meses, la carrera presidencial de Evelyn Matthei parecía navegar en aguas turbulentas. Las encuestas mostraban un estancamiento preocupante, su equipo de campaña, liderado por el exdiputado Diego Paulsen, era cuestionado internamente por su bajo perfil, y la propia candidata exhibía un estilo reactivo que generaba más ruido que certezas. Hoy, la narrativa ha cambiado. La incorporación del expresidente de la Confederación de la Producción y del Comercio (CPC), Juan Sutil, ha marcado un punto de inflexión, redefiniendo no solo el equipo, sino el propósito mismo de la campaña. A continuación, desglosamos este movimiento en un formato de preguntas y respuestas para comprender su alcance y consecuencias.
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A mediados de junio, los signos de desgaste eran evidentes. Medios como La Tercera reportaban las dificultades de Diego Paulsen para consolidar su rol como "generalísimo", mientras la candidata a menudo lo desautorizaba en público, como cuando lo interrumpió para atacar directamente a una ministra de gobierno. Esta sobreexposición, sumada a la falta de una estrategia clara, era vista con nerviosismo en Chile Vamos. Un editorial de Cambio21 del 14 de junio fue más allá, hablando de un "desplome" de Matthei en las encuestas y de "torpezas comunicacionales" que dejaban en evidencia su fragilidad frente al avance de José Antonio Kast.
La situación se agudizó a fines de julio y principios de agosto. La campaña vivió lo que fue calificado como su "peor semana", con parlamentarios de su propia coalición, como Jorge Alessandri (UDI) y Andrés Celis (RN), deslizando la posibilidad de que Kast terminara siendo el candidato único del sector. El intento de Matthei por denunciar una "campaña asquerosa" en su contra, atribuida a republicanos, tuvo que ser abortado por las críticas internas, evidenciando una profunda descoordinación. Las encuestas, como la de Cadem, llegaron a situarla en un cuarto lugar, un golpe simbólico que hizo insostenible el statu quo.
La incorporación formal de Juan Sutil al comité político el 4 de agosto no fue un simple ajuste de personal; fue un golpe de timón. Sutil, una de las figuras más influyentes del mundo empresarial chileno, llegó para reforzar la estrategia y la relación política, pero su impacto fue inmediato y más profundo. Su primera definición pública, reportada por La Tercera y Diario Financiero, fue redefinir al adversario.
Si hasta entonces la lucha parecía ser contra José Antonio Kast por la hegemonía de la derecha, Sutil fue explícito: "Nuestro adversario es la continuidad del Gobierno del Presidente Boric". Este cambio de encuadre es fundamental. Busca transformar una disputa interna, que estaba debilitando a Matthei, en una confrontación de modelos de país, posicionándola a ella como la única alternativa con la capacidad de gestión y la transversalidad para derrotar al oficialismo. Su llegada simboliza un retorno a un mensaje de orden, crecimiento económico y disciplina, buscando tranquilizar tanto a la élite económica como al electorado de centroderecha que valora la gobernabilidad.
La jugada ha generado un debate que expone las tensiones dentro de la derecha y en el análisis político.
No del todo. La reestructuración ha dado un nuevo impulso y un relato más claro, pero los desafíos estructurales persisten. La primera prueba de fuego para el nuevo equipo fue la deserción del senador Alejandro Kusanovic (RN), quien anunció su apoyo a Kast pocos días después de los cambios. Este hecho, reportado el 6 de agosto, demuestra que la amenaza de "descuelgues" sigue latente. Contener esta fuga de apoyos se ha convertido en la tarea prioritaria del senador Juan Antonio Coloma, también incorporado para fortalecer el flanco político.
La campaña de Evelyn Matthei ha entrado, por tanto, en una nueva fase. Ha pasado de una estrategia defensiva y desordenada a una ofensiva calculada, que busca recuperar la iniciativa y consolidar su liderazgo. El éxito de este giro dependerá de si el nuevo mensaje de orden y la figura de Sutil logran no solo revertir las encuestas, sino también suturar las profundas heridas de una derecha que sigue sin resolver su dilema entre la moderación y la radicalización.