Lo que a principios de año eran susurros en los círculos financieros, hoy son hechos concretos que reconfiguran el panorama de las telecomunicaciones en Chile. La salida del emblemático presidente de Telefónica Chile, Roberto Muñoz, tras más de dos décadas, y la reactivación de la venta de su icónico edificio corporativo en Plaza Italia, no son movimientos aislados. Son las piezas más visibles de un tablero estratégico global donde la matriz española ha decidido replegar sus fichas de América Latina para concentrarse en Europa. A varios meses de que los rumores se volvieran noticia, la pregunta ya no es si Telefónica se va, sino cómo será su adiós y quién ocupará el vacío que dejará un actor que fue, durante décadas, sinónimo de conectividad en el país.
La evolución de los acontecimientos dibuja una estrategia de salida metódica. La declaración del presidente del grupo español, Marc Murtra, fue elocuente: “La prioridad de Telefónica es Europa, Europa y Europa”. Esta directriz se materializó con la venta de filiales en Perú, Argentina y Colombia, dejando a Chile como una de las últimas operaciones de Hispam en la balanza.
Localmente, la situación de Movistar era compleja. La compañía cerró 2024 con pérdidas por US$ 446 millones, sumando su segundo año consecutivo en números rojos y arrastrando una deuda financiera neta de US$ 1.136 millones. Este debilitamiento financiero se reflejó en el mercado: según datos de portabilidad de la Subsecretaría de Telecomunicaciones (Subtel), Movistar, junto a Entel, lideró la pérdida neta de clientes móviles en los primeros meses de 2025, mientras competidores como Claro y un revitalizado Wom —recién salido de su reestructuración bajo el Capítulo 11— capitalizaban esa fuga.
Los movimientos clave no tardaron en llegar. En mayo, se designó a Juan Vicente Martín Fontelles como nuevo presidente y CEO, un ejecutivo español con la misión, según fuentes de la industria, de pilotar el proceso de venta. Simultáneamente, se confirmó la contratación de los bancos de inversión Citi y Santander para buscar compradores. El golpe de timón más simbólico ocurrió en julio: la decisión de vender el "Distrito Telefónica", el complejo de edificios en Providencia. Aunque la empresa justificó la operación como una forma de obtener liquidez para invertir en 5G y fibra óptica, el mercado la interpretó como la liquidación de un activo clave para hacer más ágil y atractiva la venta de la operación completa.
La crisis de Movistar abrió un debate sobre la salud de todo el sector. Las perspectivas son divergentes y reflejan las tensiones del modelo chileno.
La retirada de Telefónica es más que una transacción comercial; es el cierre de un ciclo. Desde su origen como la privatizada Compañía de Teléfonos de Chile (CTC), la firma ha sido un pilar en la modernización de las comunicaciones del país. Su torre, un hito arquitectónico en el epicentro social de Santiago, simboliza una era de expansión y dominio. Su venta actual refleja no solo una crisis local, sino una tendencia global de las multinacionales europeas de telecomunicaciones: replegarse hacia mercados más rentables y estables, y reducir la exposición en regiones de alta competencia y volatilidad económica como América Latina. El modelo chileno, a menudo elogiado por su apertura y competitividad, muestra ahora las cicatrices de esa misma intensidad: una guerra de precios que, para algunos, ha hecho insostenible la rentabilidad.
El proceso de desinversión de Telefónica está en plena ejecución, aunque lejos de concluir. La venta de la operación móvil y fija está siendo activamente gestionada, con nombres como Millicom, el grupo argentino Integra Tec y la propia Entel sonando como posibles interesados, aunque cada uno enfrentaría distintos obstáculos regulatorios. La venta del edificio corporativo avanza por un carril paralelo y se espera que se concrete en los próximos meses.
El tema ha evolucionado de la especulación a la certeza de la transición. Las preguntas que quedan abiertas son cruciales para los consumidores y el mercado: ¿Quién será el nuevo dueño de la cartera de clientes y la infraestructura de Movistar? ¿Se venderá como un todo o por partes? Y, finalmente, ¿cómo impactará este reordenamiento en la calidad del servicio, las tarifas y el equilibrio competitivo de un sector fundamental para el desarrollo de Chile?