La renuncia de Javier Etcheberry a la dirección del Servicio de Impuestos Internos (SII) a fines de julio cerró un capítulo, pero abrió una discusión de fondo. El escándalo por el no pago de contribuciones de su propiedad en Paine durante nueve años no fue la causa de la crisis, sino el detonante que expuso las grietas de un sistema que la ciudadanía y los expertos ya percibían como desigual y opaco. Ahora que el ruido mediático ha bajado, es posible analizar las consecuencias y los futuros que se abren para el pacto fiscal en Chile.
El problema no era nuevo. Meses antes del escándalo, abogados tributaristas ya hablaban del cálculo de las contribuciones como una “caja negra” y cartas al director en diversos medios alertaban sobre la carga injusta para jubilados y la clase media. Lo que hizo el caso Etcheberry fue ponerle un rostro de alta investidura a esa sospecha generalizada: que las reglas no son las mismas para todos. La defensa inicial del exdirector, culpando a la burocracia que él mismo comandaba, y su posterior pago de la deuda solo tras la presión pública, solidificaron la percepción de un privilegio de élite.
Este evento no se puede aislar. Ocurre en un contexto de debates sobre reformas tributarias, aumento del costo de la vida y una persistente desconfianza en las instituciones. La pregunta ya no es si el sistema es eficiente, sino si es legítimo. A partir de este punto de inflexión, se perfilan tres escenarios probables para el futuro del pacto fiscal chileno.
En este escenario, el sistema político opta por la contención de daños. El Gobierno nombra un nuevo director o directora para el SII con un perfil técnico intachable y un mandato de “probidad y transparencia”. Se anuncian medidas para modernizar la fiscalización de bienes raíces, quizás con una plataforma en línea que explique mejor el cálculo de las contribuciones. Se realizan seminarios y comisiones, pero la Ley sobre Impuesto Territorial, que data de hace casi un siglo, no se toca en su estructura fundamental.
El consenso técnico, que ya existía antes de la crisis, se impone. Se forma una comisión transversal de expertos para proponer una reforma integral al impuesto territorial y, posiblemente, a otros tributos patrimoniales. El objetivo es crear un sistema basado en datos, transparente y con una base legal sólida, alineado con las prácticas de la OCDE. Se eliminan las exenciones injustificadas y se simplifica el cálculo para que cualquier ciudadano pueda entenderlo y auditarlo.
La crisis escala de un problema tributario a una cuestión fundamental del pacto social. El debate público conecta la justicia tributaria con la calidad del gasto público, la probidad y la igualdad ante la ley. La ciudadanía exige no solo pagar lo justo, sino saber en qué se usa su dinero y que las más altas autoridades cumplan la ley de forma ejemplar. Esto fuerza una discusión política más amplia sobre el rol del Estado y la responsabilidad de las élites.
2025-07-02