Hoy, a más de dos meses de que estallaran dos escándalos de consumo que parecían inconexos, la resaca informativa nos permite hacer las preguntas importantes. ¿Qué tienen en común una icónica botella de agua mineral francesa y una popular pasta de dientes vendida en Chile? La respuesta es más profunda que un simple problema de calidad: ambos casos exponen la fractura entre la promesa de las etiquetas y la realidad del producto, obligándonos a cuestionar si conceptos como "natural" o "protección total" son hoy poco más que una ficción de marketing.
1. ¿Qué pasó exactamente con el agua Perrier?
Lo que en Francia se bautizó como el "Watergate" del agua embotellada no fue un accidente, sino una práctica sistemática. Investigaciones de los medios Le Monde y Radio France revelaron que Nestlé, propietaria de Perrier, llevaba años utilizando tratamientos de purificación prohibidos —como filtros de carbón activado y luz ultravioleta— en su agua, que era vendida bajo la estricta etiqueta de “agua mineral natural”. La normativa europea es tajante: esta denominación exige que el agua se mantenga inalterada desde el manantial hasta la botella, garantizando una pureza original.
La empresa admitió las prácticas, justificándolas como una respuesta necesaria ante la degradación de sus fuentes por el cambio climático y la contaminación. Sin embargo, la crisis se agudizó cuando se supo que la compañía tuvo que destruir millones de botellas por la presencia de bacterias fecales y que el gobierno francés, según una investigación del Senado, conocía y habría encubierto estas irregularidades desde 2021 para proteger a una industria estratégica. El escándalo no solo destapó un fraude al consumidor, que paga un sobreprecio por una pureza inexistente, sino también una posible colusión estatal.
2. ¿Y qué tiene que ver esto con la pasta de dientes Colgate retirada en Chile?
Temáticamente, todo. A principios de agosto de 2025, Colgate-Palmolive Chile retiró de forma preventiva su pasta dental “Total Clean Mint”. La acción fue gatillada por una alerta del Instituto de Salud Pública (ISP) y oficios del Sernac, tras recibir reportes de usuarios que sufrieron efectos adversos como llagas, irritación, hinchazón y aftas. El componente bajo la lupa es el fluoruro de estaño, presente en 19 pastas dentales de distintas marcas en el país.
Aunque Colgate reafirmó la “seguridad y calidad” de su producto, el retiro se produjo en el marco de una alerta regional que ya había afectado a Brasil, Argentina y México. Al igual que con Perrier, nos encontramos con una marca líder, un producto asociado a la salud y el cuidado, y una brecha entre su promesa de “protección activa” y el riesgo real reportado por los consumidores. Ambos casos demuestran que ni el prestigio de la marca ni la familiaridad del producto son garantía de seguridad o veracidad.
3. ¿Son estos hechos aislados o síntomas de un problema mayor?
Son síntomas. El caso Perrier es un duro golpe al mito de la naturaleza intocable. Hidrólogos citados por la BBC y El País explican que el modelo de negocio es “absolutamente insostenible”. El cambio climático, las sequías prolongadas y la contaminación agrícola están afectando acuíferos profundos que se creían inmunes. La “pureza” que vendía Perrier ya no existía en su fuente, y la empresa optó por tratar el agua en secreto en lugar de admitir la crisis de su modelo.
El caso Colgate, por su parte, refleja la complejidad de las formulaciones químicas en productos de uso diario y la delgada línea entre un ingrediente eficaz y uno que genera reacciones adversas en un porcentaje de la población. La confianza del consumidor no se basa en análisis de laboratorio, sino en la expectativa de que un producto de higiene no le causará daño. Cuando esa confianza se rompe, la respuesta corporativa de minimizar los hechos solo amplifica el escepticismo.
4. ¿Qué revelan las respuestas de las empresas y los gobiernos?
Revelan un patrón. Nestlé argumenta que los tratamientos buscaban garantizar la seguridad alimentaria, un giro narrativo que intenta transformar un engaño en una medida precautoria. Colgate habla de un retiro “preventivo” mientras reafirma la seguridad del producto que está sacando del mercado. Ambas estrategias buscan controlar el daño reputacional, pero eluden la responsabilidad central sobre la transparencia y el engaño al consumidor.
Por otro lado, la presunta complicidad del gobierno francés con Nestlé plantea una pregunta incómoda sobre el rol de los reguladores: ¿protegen al ciudadano o a las industrias estratégicas? En Chile, la acción del ISP y Sernac demuestra que los mecanismos de fiscalización funcionan, pero de manera reactiva. La confianza no puede depender únicamente de que los consumidores se conviertan en los primeros fiscalizadores a través de sus quejas y dolencias.
5. Entonces, ¿en qué estado queda nuestra confianza como consumidores?
Queda, como el agua de Perrier, turbia. Estos escándalos no invitan a un boicot simplista, sino a una reflexión crítica. Nos obligan a mirar más allá de la publicidad y a entender que las etiquetas son construcciones de marketing cada vez más distantes de una realidad ambiental y productiva compleja. La pureza absoluta es, quizás, el mayor mito de la era industrial.
El debate ya no es si una botella de agua o un tubo de pasta dental son buenos o malos. La pregunta fundamental que queda abierta es si nuestro modelo de consumo, basado en promesas de perfección y pureza que la propia actividad humana hace imposibles, puede seguir sosteniéndose. La confianza no se reconstruirá con nuevas campañas publicitarias, sino con una transparencia radical que hoy parece tan escasa como el agua verdaderamente pura.