A casi dos meses del terremoto político que sacudió las primarias demócratas de Nueva York el pasado 24 de junio, las réplicas han reconfigurado por completo el escenario. Lo que fue una sorpresiva victoria electoral es hoy una fractura expuesta dentro de uno de los partidos más poderosos del mundo. La irrupción de Zohran Mamdani, un joven socialista que se autodefine como anticapitalista, no solo desordenó el tablero, sino que activó una contraofensiva de las élites políticas y económicas que ven en su figura una amenaza existencial.
Para comprender la profundidad del fenómeno, sus consecuencias y lo que está en juego de cara a las elecciones de noviembre, abordamos las preguntas clave que este evento ha dejado abiertas.
Zohran Mamdani, de 33 años, es un asambleísta estatal que representa el ala más a la izquierda del Partido Demócrata. Hijo de inmigrantes indios nacido en Kampala, Uganda, y ciudadano estadounidense desde 2018, su perfil encarna la diversidad multicultural de Nueva York. Sin embargo, su proyecto político se distancia de ser una simple "cuota de diversidad". Se declara abiertamente "socialista democrático" y, en una ya famosa entrevista con CNN, respondió con un rotundo "No" a la pregunta de si le gustaba el capitalismo.
Su victoria fue un golpe directo a la maquinaria del partido. Derrotó a Andrew Cuomo, un veterano de 67 años, exgobernador del estado y figura del establishment, que contaba con el respaldo de pesos pesados como Bill Clinton y el magnate Michael Bloomberg. La campaña de Mamdani, apoyada por figuras como Alexandria Ocasio-Cortez y Bernie Sanders, movilizó a una base de votantes jóvenes con una agenda audaz: congelación de los arriendos, gratuidad en el transporte público, aumento de impuestos a las grandes corporaciones y una controversial postura de abierta condena a la política de Israel en Gaza, un tema que incluso los progresistas más consolidados suelen tratar con eufemismos.
La reacción fue inmediata y coordinada, operando en múltiples frentes para neutralizar a Mamdani antes de las elecciones generales de noviembre.
El ascenso de Mamdani trasciende las fronteras de Nueva York. Analistas como Carlos Manuel Álvarez lo describen como una "respuesta política al país de Donald Trump", pero también como una superación de las limitaciones de ciertas corrientes progresistas que, centradas en la política de la identidad, evitaron confrontar el modelo económico.
Mamdani no solo se apropia de su identidad multicultural, sino que la articula con una crítica material a las desigualdades de clase. Su rechazo explícito al capitalismo y su condena sin tapujos al "genocidio israelí en Gaza" lo sitúan en un espacio político que pocos se atreven a ocupar en Estados Unidos. Esto resuena con una generación que desconfía de las instituciones y busca respuestas más radicales a crisis sistémicas como la económica y la climática. Su caso es un reflejo de una fractura global en la izquierda, que debate si la transformación debe buscarse dentro de las estructuras existentes o mediante una ruptura total con ellas.
Pocos días después de su victoria, The New York Times publicó un reportaje que buscaba generar un escándalo: en su postulación a la universidad en 2009, Mamdani había marcado la casilla de "negro o afroamericano" además de "asiático". La intención era clara: acusarlo de apropiación identitaria. Sin embargo, la estrategia se desmoronó cuando se reveló que la fuente de la filtración era un hacker supremacista blanco cuyo objetivo era eliminar la representatividad racial en las universidades. El intento de ataque se convirtió en un bumerán, exponiendo las tácticas desesperadas de sus oponentes y reforzando la narrativa de Mamdani como víctima de una operación política.
Hoy, la carrera por la alcaldía de Nueva York es un campo de batalla abierto. Mamdani enfrenta no solo a un candidato republicano, sino también al actual alcalde Eric Adams (independiente) y, crucialmente, a Andrew Cuomo, el representante del poder demócrata que se niega a aceptar la derrota. El resultado de noviembre no solo definirá el futuro de la ciudad más influyente del mundo, sino que enviará una señal sobre la viabilidad de los proyectos de izquierda radical en el corazón del capitalismo.
Para un observador en Chile, el caso Mamdani ofrece un espejo de tensiones conocidas: la lucha entre la renovación generacional y las viejas guardias atrincheradas en el poder, la capacidad de las élites económicas para influir en la democracia y la pregunta fundamental que recorre a las izquierdas contemporáneas: ¿es posible reformar el sistema desde adentro o la única vía es una confrontación directa con sus fundamentos? La rebelión silenciosa de Nueva York sugiere que, para un número creciente de ciudadanos, la segunda opción ya no es impensable.