El Estallido Social se disputa en las urnas: Las dos narrativas que definen la elección presidencial de 2025

El Estallido Social se disputa en las urnas: Las dos narrativas que definen la elección presidencial de 2025
2025-08-12
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  • Una derecha que enmarca el 18-O en incertidumbre, violencia y retroceso económico.
  • Una izquierda que lo reivindica como una demanda legítima contra la desigualdad y el abuso.
  • El voto se definirá por cuál de estos relatos sobre el pasado logra conectar con las urgencias del presente: seguridad y costo de la vida.

A más de dos meses del inicio formal de la carrera presidencial, un fantasma recorre la política chilena: el de octubre de 2019. Lo que fue un masivo y complejo estallido social ha madurado hasta convertirse en el principal campo de batalla simbólico de la elección de 2025. Lejos de ser un recuerdo, el 18-O es hoy un arma electoral de doble filo, utilizada por los distintos sectores para definir no solo sus programas de gobierno, sino la identidad misma de sus adversarios y su visión de país.

La contienda ya no es solo sobre el futuro, sino sobre la interpretación del pasado reciente. ¿Fue el estallido un acto de delincuencia que sumió al país en la incertidumbre o un grito de justicia de una sociedad agotada? La respuesta a esta pregunta se ha vuelto el eje central de las campañas.

El relato del orden: "Incertidumbre" como herencia del estallido

La candidatura de la derecha, liderada por Evelyn Matthei, ha construido una narrativa que vincula directamente el estallido con los problemas actuales de seguridad y estancamiento económico. Su eslogan, presentado en junio al Servel, es decidor: “La izquierda ofreció cambios, pero trajo incertidumbre”. Este marco conceptual busca capitalizar el temor ciudadano ante la delincuencia y la inestabilidad.

En esta visión, el 18-O no fue una manifestación de malestar social legítimo, sino el punto de quiebre que abrió la puerta al desorden, la violencia y la parálisis económica. Las propuestas de Matthei —cárceles de alta seguridad, control fronterizo y reducción de impuestos a las empresas— se presentan como el antídoto necesario para restaurar un rumbo perdido. La interpelación directa al Frente Amplio, pidiéndole que “dé cuenta de su actuación durante toda esa época”, refuerza esta estrategia: responsabilizar al oficialismo actual de haber validado o incluso promovido un caos cuyas consecuencias, según este relato, pagan hoy todos los chilenos.

Esta perspectiva es respaldada por voces del mundo económico, como la del exministro Rolf Lüders, quien en junio argumentó que el problema no es un “modelo agotado”, sino uno alterado por demandas de mayor intervención estatal que generaron “incertidumbre institucional” y frenaron el crecimiento. Así, el estallido se convierte en la causa original de los males presentes.

El relato de la justicia: "Abuso y desigualdad" como deuda pendiente

En la vereda opuesta, el oficialismo y la izquierda defienden el estallido como un hito histórico ineludible. El diputado y precandidato del Frente Amplio, Gonzalo Winter, lo definió como “la voz de un país que se cansó del abuso y la desigualdad”. Esta narrativa sostiene que las demandas de 2019 siguen vigentes y que los problemas de seguridad no pueden desvincularse de la desigualdad estructural que las originó.

Desde este sector, se acusa a la derecha de simplificar un fenómeno complejo para eludir su responsabilidad en la gestación de la crisis. La presidenta de la FRVS, Flavia Torrealba, fue más allá a fines de junio, al criticar no solo a la derecha, sino también a los economistas ligados a la Concertación y a la precandidata Carolina Tohá, afirmando que su visión del modelo económico “es lo que llevó a un estallido social”. Esto evidencia que, incluso dentro de la izquierda y la centroizquierda, el debate sobre las causas y consecuencias del 18-O sigue abierto y es una fuente de tensión interna.

El propio gobierno del Presidente Gabriel Boric intenta navegar estas aguas. Al inaugurar una tenencia en La Pintana en julio, afirmó que la delincuencia “no se combate con críticas desaforadas, se combate con trabajo”, un mensaje que busca disputar el monopolio del discurso de seguridad a la oposición, presentándolo como una tarea de Estado y no como un simple eslogan de campaña.

De la calle a la urna: la instrumentalización de la memoria

Tras dos procesos constitucionales fallidos que intentaron canalizar institucionalmente las demandas del 18-O, el conflicto se ha trasladado por completo al terreno electoral. El estallido se ha convertido en un significante vacío que cada sector llena con sus propios miedos y esperanzas. Para una parte del electorado, representa la amenaza de la anarquía y la pérdida del progreso. Para otra, simboliza la lucha por la dignidad y la promesa de un país más justo.

La batalla por el relato de octubre es, en el fondo, una lucha por el sentido común. Las campañas no solo presentan programas; buscan imponer una memoria colectiva que valide su proyecto político. El desenlace de esta elección no solo definirá al próximo presidente, sino que también consagrará, al menos temporalmente, una interpretación dominante sobre uno de los momentos más determinantes de la historia reciente de Chile. El debate, por ahora, está lejos de resolverse.

La historia presenta una clara evolución narrativa, mostrando cómo un evento histórico es reinterpretado y utilizado estratégicamente por diferentes actores políticos en un contexto electoral. Permite un análisis profundo sobre la construcción de la memoria colectiva, la polarización del discurso y el impacto de los relatos en la configuración del presente político. Las consecuencias de estas narrativas son visibles en las estrategias de campaña y en la percepción pública, ofreciendo un caso de estudio sobre la instrumentalización del pasado reciente.