
Un paso histórico, pero incompleto. El Papa León XIV ha protagonizado en las últimas semanas una serie de encuentros que marcan un antes y un después en la relación entre la Iglesia Católica y las víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros del clero. Sin embargo, a casi un mes de la reunión en el Vaticano con un grupo internacional de sobrevivientes, la complejidad del drama sigue latente y las heridas, abiertas.
Pero no todo es reconciliación. Desde América Latina, la voz de Ana María Quispe, víctima peruana y una de las denunciantes en el caso de abusos en Chiclayo, revela un camino plagado de obstáculos y manipulaciones. En una entrevista exclusiva, Quispe denuncia que su abogado, el sacerdote canonista Ricardo Coronado, la utilizó para fines que no eran la defensa genuina de las víctimas, y que la Iglesia ha puesto trabas para costear sus tratamientos psicológicos. Además, el sacerdote acusado, Eleuterio Vásquez, solicitó el cese del sacerdocio, lo que a ojos de las víctimas implica el archivo de la causa sin justicia efectiva.
Este caso peruano, que se viralizó internacionalmente y fue utilizado políticamente contra el Papa León XIV, ha dejado a las víctimas en una situación de revictimización constante, sin respuestas claras ni acompañamiento institucional suficiente.
Perspectivas encontradas, voces que no se cruzan. Mientras el Vaticano intenta construir un diálogo más abierto, las víctimas y organizaciones como ECA exigen estándares globales de prevención, sanción y reparación. Gemma Hickey, presidenta de ECA, resumió: "Las víctimas han buscado durante mucho tiempo un lugar en la mesa, y hoy nos sentimos escuchados, pero queda mucho por hacer".
En Chile, el presidente Gabriel Boric sostuvo una reunión con León XIV el pasado octubre, donde abordaron también los abusos sexuales y derechos humanos. Boric destacó la empatía del Papa y le extendió una invitación para visitar Chile, aunque reconoció diferencias legítimas en temas como aborto y eutanasia con la Iglesia.
¿Qué se puede concluir?
Este episodio, que se desarrolla en el escenario global y local, es un recordatorio de que el camino hacia la justicia y la reparación es largo y tortuoso. La tragedia ajena se convierte en una llamada para que la Iglesia y la sociedad chilena y mundial asuman la responsabilidad con valentía y sin dilaciones.
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Fuentes: EL PAÍS, La Tercera, declaraciones oficiales de la Santa Sede, entrevistas con víctimas y representantes de Ending Clergy Abuse (ECA), declaraciones presidenciales de Gabriel Boric.