
El 8 de noviembre de 2025, Rodrigo Paz Pereira tomó juramento como presidente de Bolivia, marcando un hito que pone fin a dos décadas dominadas por el Movimiento al Socialismo (MAS), que gobernó bajo la batuta de Evo Morales y Luis Arce.
Desde su investidura, el nuevo mandatario no ocultó la magnitud de la crisis que enfrenta Bolivia.
El cambio político ha generado diversas reacciones. Desde la derecha, figuras como el gobernador de Santa Cruz, Luis Fernando Camacho, celebraron el fin de la hegemonía izquierdista. En contraste, sectores sociales tradicionalmente vinculados al MAS expresaron incertidumbre y preocupación por la continuidad de políticas sociales.
Sin embargo, la ausencia de mayoría parlamentaria para Paz implica que la gobernabilidad dependerá de acuerdos con fuerzas políticas diversas, incluyendo bloques que no necesariamente comparten su visión económica o social. El analista Daniel Zovatto advierte que sin pactos amplios, Bolivia podría enfrentar inestabilidad institucional.
El ascenso de Paz sucede tras un proceso electoral marcado por la inédita segunda vuelta, un mecanismo constitucional vigente desde 2009 pero nunca antes aplicado para la presidencia. Su triunfo refleja un giro hacia el centro político, con un líder que combina un perfil tecnocrático con raíces en la Democracia Cristiana y una trayectoria ligada al departamento de Tarija.
No obstante, el desafío es mayúsculo: reactivar una economía en recesión, superar la escasez de combustibles que ha paralizado actividades básicas y enfrentar una crisis social que ha dejado a amplios sectores en situación de vulnerabilidad.
En paralelo, la liberación y aparición pública de la expresidenta interina Jeanine Áñez, tras la anulación de su condena por el llamado caso "golpe de Estado II", añade un matiz político complejo. Áñez deseó "suerte y sabiduría" al nuevo Gobierno, pero su paso por la prisión y el proceso judicial resuenan como un recordatorio de las heridas abiertas en la transición política boliviana.
Este cambio de mando es más que un relevo presidencial: simboliza la ruptura de un ciclo político que marcó profundamente a Bolivia. La narrativa oficial de "reparar los errores del pasado" se enfrenta a la dura realidad económica y social que el nuevo Gobierno debe encarar con pragmatismo.
La pluralidad de voces y tensiones evidencian que la Bolivia de Rodrigo Paz está lejos de ser un país reconciliado y estable. La capacidad de su administración para construir consensos y responder a las demandas urgentes será clave para evitar que la esperanza se transforme en frustración. La historia reciente muestra que el país ha transitado por episodios de polarización y crisis institucionales que aún no se han resuelto.
En suma, Bolivia inicia un ciclo político distinto, pero el camino hacia la estabilidad y el desarrollo sostenible está plagado de desafíos que pondrán a prueba la habilidad y voluntad del nuevo Gobierno y sus aliados.