COP30 en Brasil: La cumbre climática que enfrenta negacionismo, geopolítica y urgencias ambientales

COP30 en Brasil: La cumbre climática que enfrenta negacionismo, geopolítica y urgencias ambientales
Actualidad
Medioambiente
2025-11-11
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- Ausencia de líderes clave como Trump y Xi Jinping, que marca un giro en la diplomacia climática.

- Choque geopolítico entre EE.UU. y China por el control de la industria de energías limpias.

- Urgencia y desencanto ante la crisis ambiental y la dificultad para cumplir metas de reducción de emisiones.

La COP30, celebrada en Belém, Brasil, se ha convertido en un escenario donde convergen no solo la crisis climática global, sino también las tensiones políticas, económicas y sociales que configuran el futuro de la acción ambiental internacional.

Desde su inicio formal el 10 de noviembre, la cumbre ha estado marcada por la ausencia de figuras clave: el presidente estadounidense Donald Trump y el mandatario chino Xi Jinping, entre otros líderes, no participaron en la cumbre, lo que ha generado cuestionamientos sobre la efectividad y legitimidad del proceso multilateral.

Esta ausencia, lejos de ser un mero detalle protocolar, simboliza la ruptura de la "era dorada" de la diplomacia climática multilateral, en palabras de expertos como Christiana Figueres y Joss Garman. La COP30 se desarrolla bajo la sombra del negacionismo climático promovido desde Washington, que ha revertido políticas de energías limpias y apostado por los combustibles fósiles como motor económico.

"Este 'cambio climático' es el mayor engaño jamás perpetrado contra el mundo", afirmó Trump en la Asamblea General de la ONU, mientras Estados Unidos recortaba subsidios a energías renovables y promovía la explotación petrolera.

En contraste, China se posiciona como la superpotencia mundial en tecnologías limpias, dominando la producción global de paneles solares, baterías y turbinas eólicas. Este liderazgo tecnológico ha impulsado un crecimiento económico significativo, transformando la agenda climática en una competencia estratégica entre las dos mayores potencias.

Li Shuo, director del Centro Climático de China, compara la competencia con intentar vencer a su equipo nacional de tenis de mesa: "Si quisiste superar a China, debiste haberte puesto en ello hace 25 años. Si lo quieres hacer ahora, no tienes ninguna esperanza".

Este choque de intereses deja a Europa y a potencias emergentes como India y Brasil en una posición ambivalente, atrapadas entre la necesidad de avanzar en la transición energética y la urgencia de proteger industrias estratégicas. La Unión Europea, por ejemplo, enfrenta el dilema de proteger su industria solar frente a las importaciones chinas sin sacrificar sus objetivos climáticos.

En el plano político, la COP30 ha sido escenario de denuncias y llamados a la acción. El presidente chileno Gabriel Boric criticó abiertamente el negacionismo climático de Trump, subrayando la necesidad de que los países desarrollados asuman responsabilidades históricas y financien la transición justa para los países en desarrollo.

"Los países que durante muchos años se beneficiaron con un desarrollo acelerado, contaminando de manera impune el planeta, hoy deben ser más responsables", afirmó Boric en la cumbre de líderes previa al inicio oficial.

Brasil, país anfitrión, ha impulsado iniciativas como el Fondo para la Conservación de los Bosques Tropicales, que busca reemplazar la lógica de donaciones por inversiones a largo plazo en la protección de ecosistemas vitales. Sin embargo, la crítica de organizaciones ambientalistas a la política extractivista del gobierno de Lula da Silva, que autorizó nuevas extracciones petroleras en la Amazonía, añade una tensión palpable al encuentro.

La COP30 también se ha visto golpeada por eventos climáticos extremos, como el tornado en Paraná, Brasil, que causó muertos y heridos, y la evacuación masiva en Filipinas por un supertifón, recordatorios crueles de la urgencia del problema.

En términos de resultados, la cumbre enfrenta el desafío de avanzar en cinco ejes clave: la transición justa para abandonar combustibles fósiles, la lucha contra la deforestación, la financiación climática, la adaptación a impactos ya inevitables y el fortalecimiento del multilateralismo. Sin embargo, la falta de compromisos claros de muchos países y la incertidumbre sobre la participación activa de Estados Unidos generan dudas sobre la capacidad de la COP para cumplir sus objetivos.

Michael Liebreich, experto en energía limpia, propone repensar el formato: "Necesitamos una gran COP cada cinco años y reuniones más pequeñas que faciliten la acción concreta. La economía real debe ponerse al día".

Finalmente, la COP30 refleja una verdad incómoda: la lucha contra el cambio climático ya no es solo un asunto ambiental, sino un campo de batalla geopolítico y económico donde las decisiones de hoy definirán si la humanidad logra o no evitar una catástrofe irreversible.

El proceso multilateral sigue siendo un espacio necesario para coordinar esfuerzos, pero el futuro de la acción climática dependerá cada vez más de acuerdos bilaterales, inversiones estratégicas y la voluntad política de actores nacionales y privados, en un mundo donde el tiempo para actuar se agota rápidamente.