
El Metro de Santiago ha vivido en las últimas semanas un escenario que combina la tensión operativa con la expectativa social, en un sistema que se mantiene como columna vertebral del transporte capitalino. Desde finales de octubre hasta la segunda semana de noviembre de 2025, la red ha experimentado una serie de fallas técnicas, interrupciones por presencia de personas en las vías y ajustes en horarios que han puesto a prueba tanto la infraestructura como la paciencia de los usuarios.
Este conjunto de eventos ha generado un debate intenso en la opinión pública y en el ámbito académico. Por un lado, los usuarios manifiestan su frustración por las interrupciones frecuentes y la sensación de que el Metro “falla más que antes”. Por otro, expertos en transporte y urbanismo advierten que, si bien la percepción ciudadana es crítica, los indicadores técnicos muestran una realidad más compleja.
Beatriz Mella, directora del Centro CIUDHAD de la Universidad Andrés Bello, señala que aunque los incidentes han disminuido en número y duración respecto a años anteriores, la percepción negativa se debe a la brecha entre la confiabilidad técnica y la percibida por los usuarios.
Patricia Galilea, académica de la Universidad Católica, aporta una distinción clave: las fallas técnicas propiamente tales —como problemas en neumáticos, motores o sistemas eléctricos— no han aumentado significativamente. En cambio, gran parte de las interrupciones se deben a causas externas, como personas en las vías, objetos caídos o conductas imprudentes, fenómenos que escapan en parte al control de Metro.
La comparación internacional también ofrece luces: Metro de Santiago se mantiene entre los sistemas más confiables del mundo, con un índice de incidentes mayores a 15 minutos significativamente menor al promedio de redes como Londres, París o São Paulo. Sin embargo, la falta de alternativas flexibles para los usuarios en caso de interrupciones —como ocurre en ciudades con redes más extensas— limita la experiencia santiaguina.
En este contexto, las medidas adoptadas por Metro incluyen no solo la gestión de crisis y mantenimiento preventivo, sino también innovaciones como la extensión horaria del servicio para eventos masivos, como los conciertos de Dua Lipa los días 11 y 12 de noviembre, y la creación de centros de salud dentro de estaciones, que buscan mejorar la experiencia y confianza de los usuarios.
Las voces ciudadanas, sin embargo, reflejan una mezcla de esperanza y escepticismo. Mientras algunos valoran las iniciativas y reconocen los esfuerzos de mantenimiento, otros expresan su hartazgo por las interrupciones reiteradas y el impacto en su rutina diaria.
Este choque de percepciones subraya una tensión profunda: el Metro de Santiago es un sistema en expansión, con inversiones históricas que superan los US$9.300 millones hasta 2033, pero que debe enfrentar simultáneamente el desafío de mantener su confiabilidad operativa y gestionar las expectativas de una ciudad en crecimiento constante.
En definitiva, la crisis reciente no solo revela vulnerabilidades técnicas y operativas, sino también una oportunidad para repensar la comunicación, la gestión y la integración del Metro con la vida urbana. La historia del Metro de Santiago en este tramo es la de un sistema que, aunque sólido en sus fundamentos, debe reinventarse para no perder la confianza de quienes dependen de él cada día.
Fuentes: La Tercera, Cooperativa.cl, declaraciones de académicos Beatriz Mella (UNAB) y Patricia Galilea (PUC), informes oficiales de Metro de Santiago.
2025-10-08