
Un baño de sangre en Río
Perspectivas encontradas: seguridad versus derechos humanos
El gobernador Cláudio Castro, del Partido Liberal y aliado del expresidente Jair Bolsonaro, calificó la operación como un “éxito”, resaltando la captura de sospechosos y la preservación de la vida de los vecinos. Sin embargo, expertos y organizaciones de derechos humanos pintan un panorama diametralmente opuesto.
El sociólogo Ignacio Cano, del Laboratorio de Análisis de la Violencia de la Universidad del Estado de Río de Janeiro, describió el operativo como un “déjà vu” de intervenciones anteriores, pero a una escala inédita. Para él, la acción fue “una demostración política deliberada para mostrarse duros contra el crimen, sin atender a la eficacia real o a los derechos humanos”.
Efectividad cuestionada y consecuencias a largo plazo
El debate sobre la eficacia de estas operaciones es intenso. Para Human Rights Watch, la acción policial no desmantela realmente a las organizaciones criminales, sino que solo elimina a miembros de base, que son rápidamente reemplazados.
Cano advierte que estas intervenciones pueden fortalecer a los grupos criminales, que se arman mejor y se preparan para futuros enfrentamientos, perpetuando así la violencia en las favelas.
La escena política y social tras la masacre
El ministro de Justicia de Brasil, Ricardo Lewandowski, anunció que se revisará si lo ocurrido es compatible con el Estado democrático de derecho. Por su parte, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva expresó estar “aterrado” y “sorprendido” por no haber sido notificado previamente.
Las repercusiones sociales son profundas: decenas de escuelas y centros de salud cerraron, el transporte público se vio afectado y la ciudad amaneció conmocionada por la violencia desatada.
Verdades y consecuencias visibles
- La operación policial más letal en Río de Janeiro dejó un saldo humano devastador y evidenció la fragilidad del sistema de seguridad pública.
- Las autoridades policiales y políticas priorizaron la demostración de fuerza sobre estrategias de desmantelamiento estructural del crimen.
- La ausencia de mecanismos independientes de investigación y control genera una impunidad persistente que alimenta la espiral de violencia.
- El impacto social y comunitario es profundo, con afectaciones directas a la vida cotidiana y a la confianza ciudadana en las instituciones.
Este episodio invita a una reflexión urgente sobre el modelo de seguridad en Brasil y América Latina, donde la violencia estatal y criminal se entrelazan y producen tragedias que parecen repetirse sin solución estructural. La masacre en Río no solo es un número, sino un síntoma de crisis profunda que reclama cambios de fondo en políticas públicas, justicia y derechos humanos.