Brasil enfrenta la tormenta interna: de tornados devastadores a una guerra urbana sin tregua

Brasil enfrenta la tormenta interna: de tornados devastadores a una guerra urbana sin tregua
Internacional
América Latina
2025-11-11
Fuentes
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- Tornado mortal en Paraná azota Brasil durante la cumbre climática.

- Operativo masivo contra el Comando Vermelho deja más de 100 muertos en Río.

- Sistema penitenciario en crisis con 200,000 presos bajo arresto domiciliario, incluidos expresidentes.

En los últimos días, Brasil ha sido escenario de eventos que revelan la complejidad y contradicciones de un país en tensión entre sus desafíos naturales, sociales y políticos.

El 8 de noviembre, un tornado con vientos que superaron los 250 km/h arrasó el Estado de Paraná, dejando al menos seis muertos y más de 430 afectados. El epicentro fue Río Bonito do Iguaçu, donde cerca del 80% de las viviendas resultaron dañadas y 14 municipios se declararon en estado de emergencia.
Este fenómeno extremo, inusual en la región, se produjo en plena COP30, la cumbre climática que por primera vez se realiza en la Amazonia, justo a 3.200 km de distancia en Belém, donde líderes mundiales debatían el futuro ambiental. La tragedia climatológica expone la vulnerabilidad de Brasil ante el cambio climático y pone en evidencia la paradoja de un país que, mientras promueve una agenda ambiental, autoriza la exploración petrolera en el delicado delta amazónico.
En efecto, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva autorizó la búsqueda de petróleo en el bloque 59, en el delta amazónico, desencadenando críticas de ambientalistas que consideran que esta decisión socava la credibilidad de Brasil como líder climático.

Pero la tormenta no solo es meteorológica. En Río de Janeiro, la violencia urbana alcanzó un nuevo pico con un operativo masivo contra el grupo criminal Comando Vermelho (CV) que dejó más de un centenar de muertos y decenas de detenidos. La acción policial, la más violenta en la historia reciente de la ciudad, movilizó a 2.500 agentes y buscaba desarticular a la organización que controla territorios clave para el narcotráfico.

Las cifras oficiales reportaron al menos 119 muertos, entre ellos cuatro policías, y 81 detenidos. Sin embargo, vecinos de las favelas afectadas han recuperado cerca de 40 cuerpos sin ayuda estatal, lo que añade sombras sobre la transparencia y el manejo posterior al operativo.

El Comando Vermelho, nacido en las cárceles de Río en los años 70 como un grupo de autoprotección, se ha convertido en una red criminal con presencia en 25 estados y actividades que van desde el narcotráfico hasta el control territorial y la violencia armada. Su estructura descentralizada y en forma de franquicia le ha permitido expandirse y adaptarse, incluso incorporando tecnología como drones para ataques durante enfrentamientos.

"El Comando Vermelho funciona como una franquicia. Hay varios dueños de barrios marginales. Ninguno manda más ni menos, es una sociedad", explica el periodista Rafael Soares, autor de un estudio sobre milicias y crimen organizado en Brasil.

Esta escalada de violencia se produce en un contexto de crisis penitenciaria crónica. Brasil alberga a cerca de un millón de presos, siendo la tercera población carcelaria más grande del mundo. Para aliviar la sobrepoblación, el número de convictos bajo arresto domiciliario se ha multiplicado, llegando a 200,000 personas, incluyendo a dos expresidentes, Jair Bolsonaro y Fernando Collor de Mello.

Aunque esta medida busca humanizar el sistema y responder a las condiciones insalubres y sobrepobladas de las cárceles, no ha logrado disminuir la violencia ni mejorar la seguridad. La Corte Suprema ha declarado el sistema penitenciario como responsable de violaciones masivas a los derechos fundamentales.

"Brasil arresta mucho y mal", afirma Cristiano Maronna, director de la plataforma Justa, que investiga el sistema judicial brasileño.

Las tensiones entre la necesidad de seguridad, el respeto a los derechos humanos y el desarrollo económico se evidencian también en la Amazonia, donde comunidades indígenas y pescadores artesanales enfrentan la disyuntiva entre preservar el medioambiente y aprovechar los recursos petroleros autorizados por el gobierno.

Ozeas Maciel, líder de pescadores en la aldea de Sucuriju, resume esta contradicción: "Queremos preservar el medio ambiente, queremos las dos cosas, desarrollo y proteger la naturaleza. Pero parece que, por ser una aldea de pescadores, tendríamos que morirnos sin ver el desarrollo que podría traer el petróleo".

Este conjunto de hechos —desde la furia de la naturaleza hasta la violencia urbana y las tensiones socioeconómicas— revela un Brasil que lucha por encontrar un equilibrio entre sus múltiples identidades y desafíos. La tragedia del tornado y la masacre en Río son episodios de una crisis más profunda, donde el cambio climático, la inseguridad y la desigualdad se entrelazan en un escenario que exige respuestas integrales y sostenibles.

En definitiva, Brasil se encuentra en una encrucijada: su papel como potencia ambiental y petrolera, su sistema judicial y penitenciario en transformación y sus conflictos sociales y territoriales configuran un tablero complejo que definirá su futuro en los próximos años.