Meloni y la ultraderecha italiana: entre la estabilidad y la controversia social

Meloni y la ultraderecha italiana: entre la estabilidad y la controversia social
Actualidad
Política
2025-11-11
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- Estabilidad política tras tres años de gobierno con pocas reformas profundas.

- Conflictos sociales y críticas por políticas laborales y migratorias.

- Contrastes ideológicos entre pragmatismo y retórica ultraderechista.

Italia, 2025. Tres años después de que Giorgia Meloni asumiera la primera ministra, la escena política italiana se presenta como un escenario donde la estabilidad institucional convive con una creciente tensión social y polémicas que ponen a prueba la resistencia de su gobierno.

Meloni llegó al poder en octubre de 2022, siendo la primera mujer en ocupar ese cargo en Italia y la líder de un partido posfascista, Hermanos de Italia.

Un gobierno estable en un país acostumbrado a la volatilidad

La primera ministra ha conseguido algo que parecía casi imposible en la historia reciente italiana: mantener un Ejecutivo estable y con mayoría sólida durante tres años consecutivos.

Roberto D’Alimonte, politólogo, señala que "Italia flota, no crece, y a muchos italianos les basta con mantenerse a flote".
Esta estabilidad se ha logrado sin grandes reformas estructurales que alteren los equilibrios políticos o sociales, lo que ha generado una sensación de inmovilismo.

La retórica ultraderechista y el pragmatismo en tensión

Meloni ha transitado de una imagen inicial de volcán antieuropeísta a una líder pragmática que ha aceptado y ejecutado las políticas económicas dictadas por Bruselas, manteniendo las cuentas públicas en orden y alineándose con la Unión Europea y la OTAN. Sin embargo, esta moderación ha ido acompañada de guiños esporádicos a su base ultraderechista, que mantiene una agenda más radical.

En 2025, Meloni impulsó un proyecto de ley para prohibir velos que cubran el rostro en espacios públicos, con multas de hasta 3.000 euros, bajo la bandera del combate al “separatismo islámico”.

Esta medida, apoyada por su coalición, ha generado debate sobre el equilibrio entre seguridad, libertad religiosa y derechos individuales, con voces dentro y fuera de Italia que advierten sobre el riesgo de estigmatización y exclusión social.

Conflictos laborales y críticas por la política económica

La relación con los sindicatos y trabajadores ha sido tensa. En noviembre, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL) convocó huelgas contra el presupuesto estatal, acusando al gobierno de favorecer a las élites y de no responder a las necesidades populares.

Maurizio Landini, líder de la CGIL, afirmó: "No convocamos huelgas porque alguien nos caiga mal, sino para un cambio real en la vida de las personas".

Por su parte, Meloni y su coalición han descalificado estas movilizaciones, calificando a los sindicalistas de "fiesteros" y cuestionando el día elegido para las protestas, lo que ha profundizado la fractura.

Un puente que simboliza la ambición y la controversia

En infraestructura, Meloni recuperó el proyecto del megapuente de Sicilia, una obra emblemática y polémica que lleva más de un siglo en discusión. Con un costo estimado de 13.500 millones de euros, su viabilidad técnica, impacto ambiental y transparencia en la gestión han sido cuestionados por ecologistas, oposición y expertos.

El Gobierno pretende incluir parte del gasto del puente como inversión en defensa, argumentando que facilitará el despliegue militar en el sur de Europa.

Este proyecto ejemplifica la dualidad del gobierno: la búsqueda de grandes gestas nacionales frente a las críticas por priorizar inversiones faraónicas en un país con graves problemas estructurales y sociales.

Relaciones internacionales y la influencia en América Latina

Meloni ha estrechado lazos con líderes de derecha en América Latina, como el argentino Javier Milei y el chileno José Antonio Kast. En junio firmó con Milei un plan estratégico para fortalecer la cooperación bilateral, especialmente en defensa y energía. En septiembre, Kast viajó a Roma para inspirarse en las políticas migratorias italianas, prometiendo medidas similares en Chile.

Verdades y consecuencias

La gestión de Meloni confirma que la estabilidad política no necesariamente implica progreso social o reformas profundas. Su gobierno ha sabido equilibrar pragmatismo y retórica ultraderechista para mantener el poder, pero a costa de tensiones sociales crecientes y desafíos en derechos civiles y laborales.

El futuro inmediato de Italia dependerá de cómo este equilibrio se sostenga frente a las demandas populares y las presiones económicas, así como de la capacidad de la oposición para articular una alternativa creíble. La narrativa de Meloni como líder fuerte y responsable convive con la realidad de un país dividido, donde la ultraderecha se muestra como un actor político consolidado, pero también cuestionado.

Este caso invita a reflexionar sobre las dinámicas de las ultraderechas europeas contemporáneas: su habilidad para gobernar dentro del sistema y sus contradicciones internas, que oscilan entre el conservadurismo pragmático y la radicalidad identitaria.