
Italia, 2025. Tres años después de que Giorgia Meloni asumiera la primera ministra, la escena política italiana se presenta como un escenario donde la estabilidad institucional convive con una creciente tensión social y polémicas que ponen a prueba la resistencia de su gobierno.
Un gobierno estable en un país acostumbrado a la volatilidad
La primera ministra ha conseguido algo que parecía casi imposible en la historia reciente italiana: mantener un Ejecutivo estable y con mayoría sólida durante tres años consecutivos.
La retórica ultraderechista y el pragmatismo en tensión
Meloni ha transitado de una imagen inicial de volcán antieuropeísta a una líder pragmática que ha aceptado y ejecutado las políticas económicas dictadas por Bruselas, manteniendo las cuentas públicas en orden y alineándose con la Unión Europea y la OTAN. Sin embargo, esta moderación ha ido acompañada de guiños esporádicos a su base ultraderechista, que mantiene una agenda más radical.
Esta medida, apoyada por su coalición, ha generado debate sobre el equilibrio entre seguridad, libertad religiosa y derechos individuales, con voces dentro y fuera de Italia que advierten sobre el riesgo de estigmatización y exclusión social.
Conflictos laborales y críticas por la política económica
La relación con los sindicatos y trabajadores ha sido tensa. En noviembre, la Confederación General Italiana del Trabajo (CGIL) convocó huelgas contra el presupuesto estatal, acusando al gobierno de favorecer a las élites y de no responder a las necesidades populares.
Por su parte, Meloni y su coalición han descalificado estas movilizaciones, calificando a los sindicalistas de "fiesteros" y cuestionando el día elegido para las protestas, lo que ha profundizado la fractura.
Un puente que simboliza la ambición y la controversia
En infraestructura, Meloni recuperó el proyecto del megapuente de Sicilia, una obra emblemática y polémica que lleva más de un siglo en discusión. Con un costo estimado de 13.500 millones de euros, su viabilidad técnica, impacto ambiental y transparencia en la gestión han sido cuestionados por ecologistas, oposición y expertos.
Este proyecto ejemplifica la dualidad del gobierno: la búsqueda de grandes gestas nacionales frente a las críticas por priorizar inversiones faraónicas en un país con graves problemas estructurales y sociales.
Relaciones internacionales y la influencia en América Latina
Meloni ha estrechado lazos con líderes de derecha en América Latina, como el argentino Javier Milei y el chileno José Antonio Kast. En junio firmó con Milei un plan estratégico para fortalecer la cooperación bilateral, especialmente en defensa y energía. En septiembre, Kast viajó a Roma para inspirarse en las políticas migratorias italianas, prometiendo medidas similares en Chile.
Verdades y consecuencias
La gestión de Meloni confirma que la estabilidad política no necesariamente implica progreso social o reformas profundas. Su gobierno ha sabido equilibrar pragmatismo y retórica ultraderechista para mantener el poder, pero a costa de tensiones sociales crecientes y desafíos en derechos civiles y laborales.
El futuro inmediato de Italia dependerá de cómo este equilibrio se sostenga frente a las demandas populares y las presiones económicas, así como de la capacidad de la oposición para articular una alternativa creíble. La narrativa de Meloni como líder fuerte y responsable convive con la realidad de un país dividido, donde la ultraderecha se muestra como un actor político consolidado, pero también cuestionado.
Este caso invita a reflexionar sobre las dinámicas de las ultraderechas europeas contemporáneas: su habilidad para gobernar dentro del sistema y sus contradicciones internas, que oscilan entre el conservadurismo pragmático y la radicalidad identitaria.