
El 8 de noviembre de 2025, Gabriel Boric Font se convirtió en el primer presidente chileno en casi dos décadas en asistir a la ceremonia de cambio de mando en Bolivia, acompañando la investidura de Rodrigo Paz Pereira, líder del Partido Demócrata Cristiano que marcó el fin del ciclo del Movimiento al Socialismo (MAS).
Esta presencia no es un acto protocolar menor, sino un símbolo de un posible nuevo capítulo en una relación históricamente marcada por la desconfianza y la ruptura diplomática desde 1978. La agenda bilateral ha mostrado avances recientes, como la Hoja de Ruta Consular de 2022 y acuerdos en seguridad para enfrentar el crimen transnacional y la trata de personas, además de la reactivación de instancias multilaterales como el Comité de Frontera e Integración y la Mesa de Recursos Hídricos Transfronterizos.
Sin embargo, la narrativa no está exenta de tensiones. Rodrigo Paz Pereira, durante su campaña y primeros días en el cargo, ha generado polémica con su promesa de regularizar los vehículos "chutos" —autos de contrabando, en su mayoría robados en Chile—, lo que ha sido interpretado por sectores chilenos como un llamado indirecto a la comisión del delito y un desafío a la autoridad policial.
Esta declaración ha encendido alarmas en el norte chileno, donde el robo de vehículos aumentó un 185% entre enero y julio de 2025 en comparación al año anterior, según datos oficiales del Sistema Táctico de Operación Policial.
Desde el espectro político chileno, las opiniones divergen. Algunos sectores ven la asistencia de Boric como un gesto valiente hacia la integración regional y la normalización de relaciones, mientras que otros advierten que la apertura debe ir acompañada de cautela y garantías claras para la seguridad y soberanía nacional.
Por su parte, voces diplomáticas destacaron la importancia de aprovechar el "buen clima" generado por el cambio político en Bolivia para avanzar en acuerdos que trasciendan la retórica y tengan impacto tangible en la vida de las comunidades fronterizas.
En conclusión, la participación de Boric en la investidura de Paz Pereira no solo marca un hito protocolar, sino que pone sobre la mesa un escenario complejo de oportunidades y desafíos. La apertura diplomática se enfrenta a la realidad de un contexto fronterizo con problemas de seguridad y demandas sociales no resueltas. La verdadera prueba será si ambos gobiernos logran convertir este gesto en políticas concretas que beneficien a sus ciudadanos y contribuyan a una integración regional sostenible, o si las contradicciones y desconfianzas históricas volverán a prevalecer.
Este episodio invita a una reflexión profunda sobre la capacidad de los países vecinos para superar heridas del pasado y construir una convivencia basada en la cooperación, el respeto mutuo y la búsqueda de soluciones conjuntas a problemas compartidos.